martes, 25 de octubre de 2011

CINE - A usted no le gusta la verdad: 4 días en Guantánamo, de Luc Côté y Patricio Henríquez: Un Big Mac en el fondo del pozo

Las paradojas siempre son un buen punto de partida: ¿es posible que en uno de los lugares en dónde el sol pega con más fuerza, se encuentre el sitio más oscuro del mundo? No sólo es posible, sino que es absolutamente cierto: la cárcel que el gobierno norteamericano tiene en la bahía de Guantánamo, en la caribeña isla de Cuba, es considerado por todos los organismos de derechos humanos como un agujero negro. Un pozo ciego del cual no es posible salir. El predio ha ganado una fama atroz a partir de que en 2002 George Bush le declarar la guerra al terror y lo convirtiera en un campo de detención para sospechados de actividades terroristas. Desde entonces las denuncias por abusos y torturas han sido moneda corriente. A ese paraíso llegó en 2002 Omar Khadr, un chico de 15 años, canadiense de padre egipcio y madre palestina.
El documental A usted no le gusta la verdad: 4 días en Guantánamo, de Luc Côté y Patricio Henríquez, tiene como protagonista a ese chico, a partir de siete horas de registros de las cámaras de seguridad de la prisión, durante un interrogatorio al que fue sometido en 2003 por parte de una delegación del Servicio de Inteligencia del Canadá. Este material, desclasificado por el gobierno canadiense por orden judicial, muestra la forma en que durante cuatro días los agentes de inteligencia intentan manipular a Omar. Él llegó a Guantánamo como único sobreviviente de una incursión norteamericana en un supuesto campamento terrorista. Aunque se lo encontró malherido e inconsciente, es considerado criminal de guerra, responsable de la muerte de un soldado norteamericano. Una acusación confusa: ¿puede definirse como asesinato a la muerte de un soldado durante un enfrentamiento armado originado por su propia facción?
El primer día el chico se muestra esperanzado ante el primer contacto con su país tras un año de detención. Comiendo un sándwich de la cadena Subway (también le ofrecen un Big Mac para el día siguiente: ¿será que los norteamericanos convierten en shoppings hasta los campo de concentración? Una aberración más), Omar confirma que un día junto a su padre vio a Bin Laden en una boda. Los agentes serán amables y tratarán al chico con cordialidad. No será lo mismo el día siguiente: preocupado, Omar pide protección a los representantes de su país. ¿Protección de qué? De los norteamericanos: el chico revela que su confesión fue emitida bajo tortura, cuando todavía estaba herido en la prisión de Bagram, en Afganistán. Damien Corsetti, un soldado norteamericano que reconoce haber torturado a mucha gente allá (alcanza con googlear su nombre para saber de lo que este tipo fue capaz), admite que otros compañeros no tuvieron reparos a la hora de atormentar a un niño herido. Ante la negativa y el ensañamiento verbal de sus compatriotas, Omar termina la sesión llorando y llamando a su mamá. Sus gemidos repitiendo casi en trance “¡Ya ummi!” (‘mamá’, en lengua árabe), son estremecedores.
Los días siguientes los agentes intentarán comprar su colaboración, ofreciendo ayuda para su familia, para terminar el cuarto día, ante el fracaso, humillándolo con frases despectivas y racista: “la diferencia entre nosotros, es que yo nunca voy a estar en tu lugar” o “prefería estar en la playa que perdiendo el tiempo contigo”. Omar Khadr estuvo preso en Guantánamo hasta 2010, cuando accedió a declararse culpable para evitar una pena de 40 años de prisión, sin que hubiera pruebas de ningún tipo en su contra.


Guantánamo en el cine

Hay otras películas que tratan el tema de la prisión de Guantánamo. El documental Camino a Guantánamo (2006), narra una historia similar: un grupo de jóvenes británicos de ascendencia árabe es capturado en una visita familiar a Afganistán y enviado a esa prisión. Otra es la comedia norteamericana Dos colgados muy fumados (2008), donde dos amigos norteamericanos (de ascendencia árabe uno y oriental el otro), amantes de la marihuana, son detenidos en un vuelo a Holanda y destinados a Guantánamo. Como en el caso de A usted no le gusta la verdad, estas dos películas también hablan de la estigmatización de las razas no sajonas, sobre todo árabes, tras la paranoia post 11-S. Sin embargo, todas ellas parecen coincidir en resaltar el caracter confuso de las víctimas, ciudadanos de países anglosajones con ascendencia extranjera, y apenas rozando al resto de los más de 800 detenidos que aun quedan en Guantánamo, en su mayoría ciudadanos de países árabes. Como si sólo fuese lícito rescatar "a los nuestros" de aquel pozo que el presidente Obama, premio Nobel de la Paz, prometío cerrar en 2009 y todavía no cumplió. Es que el tiempo nunca alcanza...


Artículo publicado originalmente en la sección cultura de Tiempo Argentino.

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