domingo, 17 de julio de 2011

LA COLUMNA TORCIDA - La cara de Fito

Ya estoy cansado de que en cualquier lado la gente se codee entre sí para comentar en voz baja “mirá, ahí está Fito Páez”. Me pasa todo el tiempo: en el Sarmiento, en un ascensor, con las cajeras del banco. Creen que no me doy cuenta, que son expertos en el arte del disimulo, pero como estoy acostumbrado a que estas cosas ocurran, puedo detectar que alguien ha notado el parecido antes que ellos mismos lo hagan. Los delata la cara, el nacimiento de una sonrisa, la frase cómplice que necesitan susurrarse. Después es un ritual en el que finjo que mi vida sigue, me dejo mirar y permito que una pareja de novios, dos albañiles o tres estudiantes secundarios se diviertan con mi cara de Fito Páez. Y aunque estoy cansado de estas situaciones, las tolero, porque yo mismo he visto en el tren a falsos Chuck Norris, a Raul Alfonsín y varias veces al pastor Giménez, y de todos ellos me he reído. Una vez me pasó en Liniers que uno quiso ser más gracioso que los demás y me pidió un autógrafo. No tuve ningún problema en dedicarle algunas palabras y debajo firmé: “Con cariño, Rodolfo”. Espero que a Fito no le moleste, después de todo él también anda por ahí con mi cara.
La cosa no sería tan grave si quedara así, pero resulta que, por motivos misteriosos, si yo me corto el pelo, el otro también; si me dejo la barba, a él se le ocurre lo mismo. Hay más. Él es un músico reconocido; yo tuve mis bandas de punk y de metal en los ’80 y ’90. A él le gusta el cine y pudo sacarse las ganas de hacerlo; a mí también me encanta y me doy el gusto de escribir sobre eso. Por cierto, los dos escribimos: yo vivo de hacerlo; él no. Por suerte no conoce a mi Negrita; que, sí, es fanática de Fito Páez. Como si faltara algo, ambos nacimos en marzo y aunque la meteorología mística me importa poco, no deja de ser incómodo. No quiero parecerme a Fito Páez.
Hace poco a él se le ocurrió escribir una contratapa, como esta que ahora me toca, en la que expuso algunos de sus sentimientos frente a cierta realidad. Acepto que esta vez no puedo dejar de compartir parte de la tristeza que es fácil encontrar detrás de su bronca, aunque yo hubiera elegido otros argumentos, otras formas y otras palabras (y, llámenlo ego si quieren, no tengo dudas de que las mías serían menos cuestionables, más conscientes de los límites del otro). Lo cierto es que otra vez, como un castigo, me parezco a Fito Páez y cada burla que él recibe siento que fatalmente se multiplica por dos.

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Columna publicada originalmente en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No existis

jpCinelli dijo...

¡Anónimo! ¡Qué sorpresa, otra vez por acá! Es verdad: yo no existo y vos no tenés nombre (entre otras cosas que no tenés). Gracias por tu comentario.

Anónimo dijo...

hola soy endbrain , creo que en el fondo esto de no querer parecerte no es tan asi y estoy seguro que te aprovecharas de esto mas de una ves, para no pagar un taxi , o un cafe o cualquier cosa .

igual quiero decirte que el parecido es asobroso

jpCinelli dijo...

Endbrain (tenía un amigo que solía llamarse así), sospecho que mi mujer está conmigo sólo por el parecido, que me usa como sucedaneo del tal Fito. Ahora, eso no significa que yo le esté sacando provecho. De hecho sufro mucho cuando ella me pide "che, Fito, andá a hacer las compras que cierra el chino". Me duele, porque creo que soy más que sólo la cara de Fito.
Abrazos y gracias por tus condolencias.