jueves, 7 de octubre de 2010

CINE - Che, un hombre nuevo, de Tristán Bauer: Balada para un hombre bueno

Hoy se estrena en Buenos Aires el documental Che, un hombre nuevo, dirigido por Tristán Bauer, en el que el director intenta la reconstrucción de la vida de Ernesto Guevara, uno de los nombres fundamentales de la historia universal del siglo XX; un hombre que con su vida ayudó a trazar el perfil de su propia época. Recorriendo los momentos fundamentales de esa vida, Bauer muestra, además, pequeños pero fundamentales hallazgos realizados durante el rodaje, que sirven para comprender a fondo las motivaciones de una figura política insoslayable. Pero también para entender las necesidades humanas que lo llevaron al lugar en que eligió estar. Hasta la muerte.
Una de las sorpresas que entregan ya las primeras escenas de Che, un hombre nuevo son los fragmentos hasta ahora desconocidos de un conjunto de grabaciones que el mismo Guevara realizó, antes de partir en su último viaje. En esas cintas ha quedado su voz apasionada y resuelta, registrada para siempre, mientras recita a César Vallejo para su mujer Aleida.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

(Fragmento de Los Heraldos Negros)

En otros pasajes también se pueden escuchar versos de Pablo Neruda. Es que uno de los objetivos más interesantes de la película de Bauer es justamente el de buscar darle al personaje una estatura humana. Para eso se recurre a sus textos privados: sus diarios, de viaje o de campaña, las cartas a su madre, a su esposa, la conmovedora carta final a sus hijos. Pero también anotaciones de niño y adolescente, cuando llevaba un ordenado inventario de lo que leía: Goethe, Jack London, Julio Verne y hasta la tapa de algún libro de Strindberg se cuelan como referencia bibliográfica, junto a los mencionados Vallejo y Neruda, y a los más obvios Marx y Lenin. Otra novedad que se presenta es la de su libro inconcluso, en el cual se proponía analizar y criticar al Manual de Economía de la Unión Soviética. En su prólogo, titulado “Necesidad de este libro”, de algún modo adelanta el fracaso de las políticas económicas del régimen ruso y, con dolor y respeto, encuentra culpable de todo a Lenin. Un hombre dogmático, pero también capaz de una mirada muy crítica hacia dentro, capacidad de la que no muchos pueden jactarse.
Che, un hombre nuevo obtuvo el premio al mejor documental en el Festival de Cine de Montreal y fue estrenada en Cuba, con la presencia de su director y de Camilo Guevara, hijo mayor del Che. La distribución del film, que había generado grandes expectativas en el público cubano, se realizó con 330 copias, un número muy importante para la isla y que transforma a la película de Bauer en uno de los estrenos más importantes del año. En Buenos Aires, la película también forma parte de la programación de varias cadenas de cine, un hecho infrecuente para un documental. Otra muestra de la potencia del mito. Y del hombre detrás del mito. Un hombre al que se debe mirar con respeto y admiración, pero al que también es necesario reducir a objeto de la crítica. De eso se trata aprender y de eso también se trata Che, un hombre nuevo.


Mil rostros para un ícono popular


(Terry Gilliam interpretando a Mao Tse Tung y Michael Palin como el Che Guevara, durante el show de los Monty Python en el Hollywood Bowl, en 1982)

Muchos han sido los intentos por recrear el mito del Che Guevara: se lo ha usado mucho y mal. Basta recordar el deshonroso papel que se le da en la ópera-rock Evita, creación del compositor Tim Rice y que el inglés Alan Parker llevó al cine. Allí el Che tiene la cara del español Antonio Banderas y es puesto a bailar tango con Eva Perón, interpretada por la cantante Madonna. Un pastiche histórico musical que resultó obviamente atractivo al público de Broadway, pero que sin dudas involucra una lamentable y confusa visión de los procesos históricos que representa.
El papel les ha caído mejor al boricua Benicio del Toro y al mexicano Gael García Bernal, quienes respectivamente asumieron el rol de Guevara en las películas El argentino y Guerrilla, de Steven Soderhberg, director estadounidense asociado a cierta visión de izquierda, y Diarios de motocicleta, del brasileño Walter Salles. Tres films que respetan (a veces demasiado) a su personaje.
Otros hombres se calzaron las botas del Che, como el egipcio Omar Sharif, el español Eduardo Noriega y el inglés Michael Palin, este último durante el famoso show de los Monty Python en el Hollywood Bowl. Es curioso que los únicos argentinos recordados por asumir el rol sean Gerardo Romano en el programa de TV Sin condena, víctima de un maquillaje que se volvió tristemente célebre y, más cerca, un impresentable Ricardo Fort, quien bailó por un sueño luciendo el antipódico perfil del Che. A eso se le llama vacíar a un significante de todo su significado. Y eso es mucho peor que morir luchando.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura e Tiempo Argentino.

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