lunes, 16 de abril de 2007

LIBROS - Memorias de Vidocq: Prehistoria de la institución policial


Hablar acerca de Eugene François Vidocq es hablar de uno de esos personajes que sin tener absolutamente nada que ver con la literatura, acaban transformados sin proponérselo, en musa inspiradora de páginas inmortales.
Vidocq Nació en el año 1772 en Francia y por lo tanto, creció en un país herido y movilizado por las circunstancias sociales que desembocan en la Revolución de 1779. Aunque hijo de una familia de comerciantes burgueses, desde chico prefirió las malas compañías de las cuadras militares, en donde aprendió el manejo las armas, y de las plazas públicas, donde con igual rapidez aprendió el oficio de ladrón. Y si la suya podría ser la historia de otro de los tantos delincuentes de la Francia del siglo XIX, el hecho de que tal destino no se consumara se debió sólo a la férrea determinación de Vidocq por no ser uno más.
Primero se destaca como ladrón; luego, se enrola en las enfrentadas milicias francesas y austríacas en forma alternada, como desertor. Por estas dos causas es enviado muchas veces a prisión. Pero la fama grande le llega como evadido, como experto en fugas. Tantas veces escapó este tal Vidocq, que cada vez que lo hacía, la gente común apostaba cuánto tiempo que le tomaría a la policía volver a atraparlo; y cuando lo tenían, apostaban cuánto tardaría en volver a escapar.
Vale decir que Vidocq no era ni imbécil ni un hombre débil. El mismo no deja de describirse como físicamente imponente, de una inteligencia y un ingenio superiores, y de una altura moral, a pesar de los caminos transitados, que lo diferenciaban de otros exponentes del mundo criminal. Además, hermoso. Todo un festival para psicoanalistas. Vidocq no tardó en darse cuenta que de tanto andar entre lo peor del género humano, difícilmente sus virtudes podrían sostenerlo como un hombre integro. Y decidió cambiar de bando. La leyenda de Vidocq - que aun sigue viva en la Francia actual - se acrecentó. Primero fue soplón, después espía o agente encubierto. Finalmente fue Jefe de Seguridad de París: él es el fundador de la dirección de Seguridad de Francia, la celebérrima Surete (que todos recordamos de los episodios del Inspector, en El Show de la Pantera Rosa).
Las aventuras que Vidocq narra en sus memorias han servido de inspiración para muchos literatos: Victor Hugo se fijó en él para su novela Los Miserables y sus personajes centrales, Jean Valjean y al inspector Javert; Alejandro Dumas se inspiró en su vida para escribir la segunda parte de El Conde de Montecristo, y Honore Balzac, con quien mantenía excelentes relaciones, le utilizó para representar a Vautrin, uno de los personajes principales de su obra La Comedia Humana. Dickens y Herman Melville también siguieron de cerca sus peripecias. Todos estos grandes escritores tuvieron en este libro de Memorias de Vidocq, una fuente inagotable de inspiración.
El gran Edgar Allan Poe también se fijó en él para delinear a su investigador Auguste Dupin, aunque Vidocq era más un hombre de acción que de deducción. Justamente en el cuento, Los crímenes de la calle Morgue, el detective Dupin se refiere a Vidocq con nombre y apellido: lo destaca como un investigador apasionado y de excelentes conjeturas, pero al que le faltaba educación suficiente para evitar apasionarse y perder la distancia que el investigador debe mantener como buen observador.
Si por cuentos como La carta Robada o el recién nombrado Crímenes de la calle Morgue, Allan Poe es considerado el padre de la literatura policial, cabe concederle a Vidocq algo de mérito por ello.  

(Artículo publicado originalmente en http://www.informereservado.net/cultura.php)

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