viernes, 31 de mayo de 2019

CINE - "Amanecer en mi pueblo", de Ulises de la Orden: Mirar al otro detrás del lente

Uno de los subgéneros recurrentes dentro del vasto universo del documental en la Argentina es el del testimonio social. Y dentro de esta corriente se destaca la preocupación por las problemáticas de las comunidades originarias, un conjunto de minorías cuyos intereses, con cuestiones de grado, han sido sistemáticamente relegadas por el estado sin importar quién se encuentre a cargo de su gestión. La filmografía del director Ulises de la Orden sirve como prueba fáctica de la afirmación anterior. Con su ópera prima Río arriba (2006) dio cuenta de las consecuencias que la industria del azúcar produjo en las comunidades kollas de la región de Iruya; en Tierra adentro (2011) propone ver la conquista del desierto como crimen de lesa humanidad; y en Chaco (2017) cuenta la historia de los pueblos originales del Gran Chaco. Su último trabajo es Amanecer en mi tierra, en el que registra las luchas del Barrio Intercultural, en las afueras de San Martín de los Andes, Neuquén.
El Barrio Intercultural es una exitosa y poco conocida iniciativa surgida del esfuerzo integrado de dos colectivos: el Lof Mapuche Curruhuinca y la agrupación neuquina de Vecinos Sin Techo. Dicha unión permitió la creación de este barrio, levantado de manera cooperativa por sus propios habitantes en un territorio restituido. La labor de De la Orden le permite al espectador no sólo ser testigo del trabajo que los integrantes de la comunidad realizan para generar sus propias viviendas, sino también de una labor mucho más importante: la de construir una conciencia común que se afianza en el compromiso social de poner el interés colectivo por delante de lo individual.
 Amanecer en mi tierra puede resultar informativo y hasta educativo para quienes ignoren cómo viven otros fuera del limitado espacio de sus propias realidades, o para conocer un modo muy distinto de organización social. La mirada del director es eficaz en tanto registra con detalle cada instancia, desde el minuto a minuto en la construcción de una vivienda comunitaria, pasando por las complejas asambleas vecinales, hasta los desafíos y problemas políticos y económicos que el barrio enfrenta en su vinculación con las instituciones estatales.
El tipo de dispositivo formalista elegido por de De la Orden resulta perfecto para acumular y transmitir una gran cantidad de información, pero nunca consigue integrarse al sujeto que retrata. Aunque la empatía con los protagonistas de la historia es evidente, la mirada de la película es siempre externa, como la de un visitante que no consigue apropiarse de la esencia de lo ajeno. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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