miércoles, 5 de diciembre de 2018

LIBROS - La historia por dos: Los nuevos libros de Felipe Pigna

En poco más de 60 días el prolífico historiador y escritor Felipe Pigna ha publicado dos nuevos libros. El primero en llegar a las librerías fue Mujeres insolentes de la Historia, en cuyas páginas reúne y repasa la vida de 29 mujeres que le aportaron potencia femenina a la Historia argentina y latinoamericana. Entre ellas es posible reconocer los nombres de Alfonsina Storni, Mariquita Sánchez de Thompson, Remedios de Escalada o Juana Azurduy, mezclados con otros casi desconocidos como Martina Céspedes, Virginia Bolten o Anita Perichón, dejando en evidencia el velo que pesa sobre la mujer en el relato histórico. El otro libro, que acaba de editarse, es El cruce de los Andes, donde Pigna vuelve sobre aquella campaña heroica mil veces revisitada. Ambos volúmenes tienen algo en común: están dedicados al público adolescente e infantil. “El libro sobre el Cruce pertenece a la colección de historietas, que va por su número 15”, cuenta Pigna. “Es un formato que me gusta mucho y que hacemos con todo respeto, porque la historieta en nuestro país tiene representantes de los más importantes del mundo y de ninguna manera es un subgénero”, agrega. “Cuándo nos metimos dentro de ese universo nos propusimos hacer un trabajo que respetara el formato, para que no sea solamente un texto histórico disfrazado de viñeta. Lo interesante es que desde hace dos años esa colección se está usando en los colegios, un fenómeno que se dio naturalmente y a mí me parece muy lindo”, se alegra el autor.  

-¿Se lo usa cómo material didáctico?
-Material motivador. A partir de eso también estoy yendo a los colegios a hablar con los chicos, algo que me resulta sumamente interesante. Lo que hago es responder preguntas. Me parece más útil que dar charlas que usualmente terminan aburriéndolos. Además las preguntas surgen de su propio interés y a partir de ellas se dan charlas fantásticas.
-¿Qué le aporta a usted ese contacto directo con chicos?
-Muchísimo, porque los chicos tienen una mirada interesante, sin prejuicios, que no está atravesada por ninguna grieta. Dicen lo que quieren decir, preguntan lo que quieren preguntar y las charlas tienen una mirada más auténtica. La mayoría de la gente recuerda a la Historia como algo vinculado a su infancia, que es el momento en el que estamos obligados a transitarla en el paso por la escuela. Es decir que hay un vínculo directo entre Historia y niñez, y a mí me parece que está bueno darle un sentido a esa relación.  
 -¿Esa experiencia se vincula al origen de Mujeres insolentes, el otro libro que acaba de publicar, que también trabaja sobre un formato pensado para un lector infantil?
-Sí, un poco surgió de ahí, porque los chicos y chicas me preguntaban por esta oleada feminista, si se trata de un fenómeno nuevo o si tiene antecedentes. La lucha de la mujer por sus derechos existió siempre, porque nunca se resignaron al lugar de segundo sexo, como diría Simone de Beauvoir. Entonces les cuento de Grecia, donde la mujer no tenía ningún derecho, como los esclavos, pero que sin embargo todos los grandes dramas, las tragedias e incluso las comedias de la literatura griega tienen tremendas mujeres protagonistas. Como Licistrata y su huelga sexual, que es una historia extraordinaria, o Antígona, que reclama el derecho a enterrar un familiar, algo que tiene tanta resonancia en la Historia reciente de la Argentina. En ellas aparece, ya en el siglo IV o V antes de Cristo, una mujer que busca el reconocimiento de sus derechos.
-Mujeres insolentes revela la exclusión deliberada de la mujer en el relato histórico, porque de los 20 o 30 personajes del libro, apenas son dos o tres los nombres que resultan familiares.
-La mayoría ha sido ignorada. Incluso algunas de las insolencias que estás mujeres sostuvieron hoy resultan hasta graciosas. Estudiar medicina, por ejemplo, que en la actualidad forma parte de lo cotidiano. Pero cuando Cecilia Grierson, la primera estudiante y la primera mujer recibida en medicina, ingresa a la facultad recibió de sus compañeros lo que hoy llamaríamos bullying y el maltrato de los docentes. El primer profesor que le toma examen deja anotado en las actas: “Conste que le estoy tomando examen a un ser inferior”.  
-El libro reúne historias de mujeres que vivieron entre la llegada de los europeos a América y comienzos del siglo XX. ¿Por qué se detiene ahí?
-Se trata de un primer tomo y habrá al menos un segundo. Por eso elegí a las indígenas rebeldes, a las guerreras, a las escritoras. En ese momento escribir y firmar los propios libros con su nombre, como hicieron Juana Manso o Manuela Gorriti, era un acto de insolencia, porque las mujeres firmaban con seudónimo masculino, algo que un pibe de hoy no entiende.  
-Pequeños actos para el presente, pero fundamentales para iniciar esa lucha que hoy sigue.
-Pensá que las primeras mujeres en firmar sus libros aparecen recién a principios del siglo XIX, como Madame de Staël y fundamentalmente Mary Shelley, la autora de Frankenstein, que de alguna manera es el primer bestseller firmado por una mujer. Shelly además era hija de una reconocida intelectual feminista.
-También es cierto que cuando su madre murió su padre no se la hizo fácil.
-Lo significativo es que su padre era William Godwin, un proto anarquista. Ya lo decía Virginia Bolten, una dirigente anarquista nacida en Uruguay que realizó casi toda su actividad política en Argentina y que en 1896 fundó La voz de la mujer, el primer periódico anarquista femenino en América latina. Ella denuncia que sus propios compañeros son patriarcales. Porque el anarquismo es una ideología muy libertaria, moderna y revolucionaria, pero mantenía conceptos patriarcales como que la mujer tenía que estar en la casa para que los hombres pudieran salir a militar.  
-Es que el dogma de los movimientos revolucionarios durante el siglo XX en algunos puntos no es muy diferente del dogma más conservador. 
-Es cierto. El machismo ha sido muy fuerte en el stalinismo y sigue siendo muy fuerte en Cuba. Es evidente que el machismo atraviesa las ideologías y que el feminismo es lo más progresista de la actualidad. Es interesante cómo pone en cuestión al sistema, a la hipocresía e incluso a la propia mujer machista, que no son pocas. Algunas quizás no se den cuenta, porque han sido educadas de ese modo.  
-¿Con un libro como este, con un formato dirigido a chicos y adolescentes, lo que busca es influir en la instancia educativa?
-Influir puede sonar a que uno está catequizando. La intención es aportar información, porque muchas veces los chicos no la tienen.
-¿Incluso con el auge actual de los movimientos feministas?
-Vos lo dijiste: la mayoría de las mujeres incluidas en el libro son desconocidas, cuando deberían formar parte de la Historia argentina. No debiera ser necesario hacer libros especiales sobre ellas. Se trata entonces de informar, que se sepa que esto no es nuevo y, aunque hoy el tema es muy fuerte y tiene mucha presencia en los medios, que la mujer nunca dejó de luchar por sus derechos. Y que si no protagonizó los grandes momentos históricos no fue por propia voluntad: la realidad es que no las dejaban. En nuestro caso, por ejemplo, las mujeres tenían la entrada prohibida al cabildo, no tenían voz ni voto, ni podían publicar ideas en la prensa. Hacían lo que podían, pero no porque no quisieran hacer más cosas.
-Hay un contraste entre sus libros nuevos. En Mujeres insolentes aborda un tema poco transitado en el que es más fácil aportar novedades. En cambio sobre el cruce de los Andes se ha dicho muchísimo. ¿Cómo resolvió el desafío de volver sobre una historia tan contada?
-Me encanta eso, porque es ahí donde uno tiene que ver qué diferencia puede aportar. Y San Martín es un hombre tan extraordinario que siempre es posible encontrar algo para decir. En el libro sobre el Cruce trato de mostrarles a los chicos el San Martín que se desvela por esa acción y que, lejos de ser un superhéroe, es una persona con muchos problemas de salud, que conoce sus limitaciones y confiesa en una carta: “Lo que no me deja dormir son esos montes”. Traté de revelar al San Martín político, al gobernador de Cuyo, que no suele aparecer en los textos para chicos, que hacen hincapié en lo épico y lo militar, que es una parte fundamental pero no el todo. Y el cruce de los Andes fue primero una acción política.  
-¿Y qué es lo que busca al recurrir a esas herramientas específicas?
-Me interesa humanizar, que la gente entienda que los personajes históricos fueron personas, y correrme del principio de ejemplaridad, que hace que los personajes ejemplares sean a la vez inaccesibles. ¿Cómo tomar ejemplo de una persona que es infinitamente superior a mí y al que nunca podré alcanzar? Lo más probable es que ante ese desafío uno renuncie, porque no es posible igualar a San Martín. A mí me parece que la cosa va por otro lado, por tomar los valores que él defendió: la honestidad, el patriotismo, la empatía, el desinterés económico. Y ahí es más fácil, porque para ser como San Martín ya no es necesario imitarlo. Tomar ejemplo no es imitar. Entonces para mí humanizar es contar la verdad. 

Artículo publicado originalmente en la Revista Quid.

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