
Las intérpretes principales de La flor, el grupo de actrices conocido como Piel de Lava que conformar Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Valeria Correay Laura Paredes, se llevó asimismo el galardón a Mejor Actriz, premio colectivo que parece premiar no sólo el talento visible en cámara (cada una de ellas interpreta múltiples papeles) sino el esfuerzo colectivo a lo largo de casi una década de trabajo. En el caso de los varones, el premio a Mejor Actor le correspondió al danés Anders Juul por su papel de un hombre atrapado en una relación de pareja en A Horrible Woman, de Christian Tafdrup. El Premio Especial del Jurado -usualmente, aunque no necesariamente, considerado el segundo en importancia- recayó en el film de animación para adultos Violence Voyager, del cineasta japonés Ujicha, mientras que el de Mejor Director recayó en Tiago Melo, responsable de la notable película brasileña Azougue Nazaré. En un palmarés casi impecable en términos de reconocimiento de lo más arriesgado y/o renovador, el jurado decidió otorgar una mención especial a otro film llegado de Brasil (en coproducción con Francia), As boas maneiras, de Juliana Rojas y Marco Dutra, y una segunda al largometraje coreano A Tiger in Winter, de Lee Kwang-Kuk. Finalmente, el lauro a Mejor Música Original fue para Nilotpal Borah, por las melodías de Village Rockstars, película de origen indio dirigida por Rima Das.
En una muestra de coherencia no premeditada, los miembros del jurado de la Competencia Argentina coincidieron con sus pares de la Internacional al distribuir sus premios atendiendo sobre todo a los riesgos cinematográficos, narrativos y hasta políticos asumidos por las películas que eligieron como ganadoras. Integrado por el crítico estadounidense John Anderson, el cineasta argentino Santiago Giralt, el ruso Evgeny Gusyatinskiy, la portuguesa Susana Santos Rodrigues y la francesa Agnès Wildenstein, (estos últimos programadores de diversos festivales), este jurado distinguió con los premios de Mejor Director a Lola Arias, por Teatro de guerra, y a Las hijas del fuego, de Albertina Carri, como Mejor Película de la competencia. En ambos casos se trata de trabajos que se mueven sobre terrenos deliberadamente híbridos, a las que resulta muy difícil encasillar tanto en términos formales como de género, y que colocan al espectador en un lugar de permanente cuestionamiento respecto de lo que se le muestra en pantalla.
La película de Arias presenta un conjunto de viñetas de apariencia teatral, en las que un grupo de excombatientes argentinos y británicos escenifican una serie de situaciones que van de lo realista a lo onírico, para dar forma a una infrecuente versión de la Guerra de Malvinas. En cuanto a Las hijas del fuego, aunque está lejos de ser la película más equilibrada de la sección en términos cinematográficos, sin dudas representa la que mayores desafíos le presenta al espectador. No solo por su rabiosa representación, trabajada a partir de las herramientas de la pornografía, sino por su carácter de manifiesto acerca del modo de percibir lo femenino. Un texto cinematográfico radical que dialoga con un momento histórico en el que el lugar de la mujer en el mundo atraviesa un profundo proceso de resignificación. Curiosamente los premios otorgados por el jurado parecen subrayar ese hecho, reconociendo el trabajo de dos mujeres en el marco de una competencia integrada mayoritariamente por películas filmadas por hombres. Toda una declaración de principios y al mismo tiempo un potente gesto político.
Artículo coescrito junto a Diego Brodersen y publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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