
La gracia inicial de Permitidos se sostiene sobre todo en la verosímil cotidianeidad de clase media que construyen entre sus dos protagonistas, la ascendente figura televisiva Lali Espósito y el cada vez más sólido Martín Piroyansky. La química entre ambos permite que su relación se desarrolle con plácida ligereza cuando la pareja atraviesa sus mejores momentos, pero que cobre un peso y una energía furiosa cuando la cosa empieza a correr barranca abajo. Paralelamente, la película consigue redondear un inicio entretenido, alcanzando el clímax durante la primera mitad del segundo acto, cuando se desarrolla el comienzo del enfrentamiento entre Camila y Mateo, para ir perdiendo peso a medida que las situaciones desatadas se van resolviendo menos atentas a la gracia que al respeto por ciertas predecibles convenciones.
Aun así Winograd luce sólido en su labor en el terreno de la comedia, redondeando un producto aceptable. Por su parte, Espósito se muestra encantadora en el rol de chica de palabrota fácil y armas tomar, aunque aún debe controlar ciertos moderados excesos. Comentario aparte merecen el lugar y la labor de Piroyansky, en cuya figura farsesca se sostiene gran parte del andamiaje de Permitidos. Aunque se ha demostrado capaz de rendir en cualquier género, de un tiempo a esta parte consiguió construirse a sí mismo como un referente de la comedia nacional, llegando incluso a dirigir su propia película, Voley (2014). Actor fetiche de Winograd (formó parte de los elencos de todas sus películas), en cuya filmografía se puede constatar la evolución de Piroyansky, pasando de componer el mejor personaje secundario de Mi primera boda (2011), a consolidarse aquí como protagonista y un comediante ineludible del cine argentino.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario