Es verdad que el espectador suele tener de una forma u otra algún preconcepto antes de ver cualquier película: los antecedentes de un director; el carisma del protagonista; las virtudes de una actriz (sus piernas o su talento). Alguna vez esa opinión previa representa una ventaja, pero otras no; la mayoría de las veces puede ocurrir que se tengan prejuicios en ambos sentidos. En Nuevamente amor la pareja protagónica dispara estos sentimientos encontrados mucho antes de que se apague la luz y la cinta comience a rodar. Será porque es innegable que Jennifer Aniston aun es una linda mujer, pero una actriz no muy destacada. Por el contrario, Aaron Eckhart no suele protagonizar filmes como este: es más fácil encontrarlo cumpliendo roles secundarios con eficiencia y no acostumbra desperdiciar oportunidades. Si a esto se le suma un guión en plan “el amor es mágico, el amor todo lo cura”, entonces la combinación resulta a priori un coctel tan inestable como una molotov en un incendio.
Burke es un hombre exitoso que va de una ciudad a otra, dando conferencias y seminarios de autoayuda para personas que no pueden superar la tristeza de haber perdido gente importante en sus vidas. “Ser feliz sólo requiere práctica” es una de las máximas del convincente Burke. Este personaje no será ajeno al espectador atento: hay en él algo del complejo Ryan Bingham que George Clooney construyó con solidez en Amor sin escalas. Ambos comparten una convicción fundada en la insistencia con que repiten a otros sus filosofías, con una seguridad que hace que los demás caigan en el embrujo de sus palabras. Si el espectador se esfuerza un poco más, incluso notará que Amor sin escalas fue dirigida por Jason Reitman, cuya opera prima es la interesante Gracias por fumar: su protagonista compartía este mismo perfil y además era interpretado por Aaron Eckhart. Claro que también hay diferencias entre ellos. Mientras aquel personaje de Eckhart aprovechaba su imbatible verborrea en defensa de los intereses de las tabacaleras -aceptando ser por ello una de las tantas encarnaciones del demonio- y el de Clooney hasta se convence a sí mismo con su argumento de la mochila (aunque de forma inconciente conoce la falla en su sistema), Burke sabe que su método milagroso para atravesar duelos interminables no es efectivo en su propio caso, pero elige ocultarlo a favor de ese personaje exitoso que se ha creado. Viudo hace algunos años y recluido en esta nueva vida, a Burke le bastará volver a su ciudad a dar un seminario para notar el error. Sin embargo, y he ahí la historia, conocerá a Eloise (Aniston), una atractiva mujer que no consigue encontrar una buena excusa para dejar la soltería. A partir de allí los carriles del guión llevarán al film por terreno seguro, es decir, que cualquiera puede imaginar como sigue.
Lo atractivo de Nuevamente amor, si hay que elegir algo, acaba siendo lo que se preveía: la solvencia de Eckhart para afrontar un rol que, en efecto, no representa un problema para él. El problema es que tampoco significa demasiado en su carrera (salvo protagonizar una comedia con aspiraciones sólo en la boletería). A esto se puede sumar que Aniston consigue ensamblarse a él de manera armónica. Habrá quién dirá que eso no es mucho, pero alcanza con ver el resultado de la experiencia reciente de la ex Friends junto Gerard Butler en El cazarecompensas, para reconocer el mérito de esta moderada química con Eckhart. Más allá de estos sencillos aciertos, no hay mucho más en Nuevamente amor, sino extrañar lo mucho menos escrupulosos, más viscerales y atorrantes que resultan aquellos hermanastros de Burke, los personajes de Reitman.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos del diario Página 12.
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