
Puestos a rastrear sobras, se podrá notar entonces que a veces estas parecen estar compuestas apenas por evidencia física: unas gotas de sangre sobre la alfombra, los rastros imperceptibles de la infidelidad, cadáveres de perros mutilados a dentelladas. Una mano de mujer arrancada (la mano y la mujer), tendida en la mugrienta oscuridad de un callejón. Evidencia física de hechos que son empíricamente innegables, pero que sin embargo apenas alcanzan a cubrir aquello de lo que es imposible desprenderse. La memoria, incapaz de expresar eso para lo que no hay palabras; el deseo de lo que ya no puede ser; el amor, que se empeña en desalentar a quienes quisieran morir por él; la pretensión de querer ser el de al lado, el de abajo, otro; esa ambición por la que se puede ser capaz de enterrar en olvido a un hermano vivo. Entonces, las sobras: ¡Ecce homo!
Los crímenes que enumera en sus cuentos Barrera Tyszka, no necesariamente son esos delitos banales y carnales que gustan de multiplicarse como epidemia por las pantallas de televisión, sino que tienen mucho más que ver con los huecos del alma humana. En Crímenes lo terrible no es la mano amputada ni la mujer ausente: el crimen es no haberla amado cuando era posible. Del mismo modo no es tan terrible el plagio en sí, sino el secuestro y cautiverio del talento original, la doble muerte de un muerto. Alberto Barrera Tyszka se las arregla para encantar al lector con crímenes imperceptibles, mientras corre sobre sus obsesiones con el tiempo, las mujeres y la miseria de un mundo capaz de mostrar sus verdaderos horrores sin que nadie los vea.
Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura del diario Perfil.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario