martes, 15 de septiembre de 2009

CINE - Las viudas de los Jueves: Con los pies en el barro.


El éxito es un bien de inapreciable valor en los tiempos que corren. Desearlo no es inmoral a priori, ni es raro que otros intenten obtener beneficios de la conquista ajena, porque el éxito trae poder, y quienes lo alcanzan disponen de un argumento elocuente para hacer oír su voz, para aceitar en los otros el mecanismo de la confianza. Porque existe la convicción casi supersticiosa de que el éxito es contagioso y nadie quiere ser inmune a esa infección. Así las cosas, que Las viudas de los Jueves llegara al cine era sólo cuestión de tiempo: la novela con la que Claudia Piñeiro obtuvo el premio Clarín de novela 2005 y que cuatro años después ya alcanzó su vigésimo primera reimpresión, es sin dudas uno de los grandes éxitos editoriales de los últimos tiempos. Con dirección de Marcelo Piñeyro (El método; Kamchatka; Tango feroz, entre otras), la versión cinematográfica de Las viudas… intentará desde este jueves replicar aquel suceso.
La historia que narran novela y película, con sutiles diferencias, es más o menos la misma: la vida de un grupo de parejas que tras las murallas de un fastuoso country disfrutan de su momento de, sí, éxito económico. Se sabe que el dinero no compra la felicidad, pero que alcanza para alquilarla por un rato; y para los protagonistas ese ratito, unos diez años, está llegando a su desenlace. Ambientada a finales del año 2001, Las viudas… ofrece una versión trágica del epílogo de aquella década de neoliberalismo desde el epicentro mismo de la burguesía, donde las anteojeras del propio confort ayudaban a ocultar la certeza de la caída. Para los Piñe[iy]ros, lejos de intentar tomar distancia, ambos han sabido narrar una historia “con los pies bien hundidos en el barro”, según dice Marcelo. “Algo que me gustó de la novela y que intentamos mantener en el cine es justamente no hablar desde afuera, no ponerse en el cómodo lugar de ‘A ver… hablemos de las boludas menemistas’, como si eso fuese algo que no tiene nada que ver con nosotros”, completa y de inmediato cuenta con la aprobación de Claudia: “Hubiéramos repetido lo que le criticamos a esos personajes: no hacernos cargo de la parte que nos toca”.
Ese admitir la propia carga implica la aceptación colectiva de la culpa por omisión, la responsabilidad del actor silencioso que engordó a costa del vaciamiento. En la base de esa felicidad casi distópica –la burbuja en la que viven los personajes puede compararse con la realidad narcótica de Un mundo feliz, célebre novela de Aldous Huxley-, está la risa de las hienas que se benefician de la carroña descartada por los grandes depredadores y que se niegan a resignar su éxito, otra vez palabra clave. Marcelo Piñeyro entiende que Las viudas… es “el retrato de una clase burguesa que se cree dueña del poder, cuando en realidad no son sino esclavos aferrados a un mecanismo de negación permanente”. Una negación sostenida en la conveniencia: “Hay determinados actores sociales que creen que porque no han hecho nada no son responsables y eso a mi me inquieta, me irrita. Las personas somos responsables de lo que hacemos, de lo que miramos y también de lo que callamos”, cierra Piñeiro. Pero el Tano, personaje central del relato, interpretado en la película por Pablo Echarri, “es incapaz de hacer una lectura moral de sus acciones”, concluye el director, entregando una clave para jugar a entender a los protagonistas y no sólo “explayarse en la condena a partir del juicio hecho. Entonces hasta podemos conmovernos ante la destrucción de los personajes”. No por nada ambas versiones empiezan por el final, como si desde siempre la muerte fuera el desenlace lógico, tanto para la ficción como para aquella realidad de la que se pretende ser espejo.
Los personajes se destruyen en el impacto con una realidad en la que el Estado se encuentra tan ausente, tan vacío, como la mirada que ellos mismos tienen frente a esa decadencia miserable que se negaron a registrar. “Las viudas… es el relato de una década en la que el Estado se retiró”, dice Piñeiro y el director completa la idea: “Es la década de la destrucción, cuando el Estado era el enemigo”. Casi otra década ha pasado desde aquel contexto social, tan necesario e ineludible para hacer verosímil el universo de Las viudas de los Jueves. “La novela es claramente un retrato de aquellos diez años del menemismo y la Alianza. Eso es algo que en la película sacrificamos con dolor, para concentrarnos en el retrato de estas parejas exitosas, pero que no tienen más que arena en las manos: son desconocidos y hasta sus propios hijos le son desconocidos”. Con alivio, Claudia dice que por suerte la película “no cae en la simplificación costumbrista de la vida dentro del country. Las viudas de los Jueves no es Amas de casa desesperadas”.

Artículo publicado originalmente en la revista Ñ.

1 comentario:

Vendo mis libros dijo...

Para mas informacion del film LAS VIUDAS DE LOS JUEVES

www.lasviudasdelosjueves.com

prensavaleriaherrera@gmail.com