domingo, 6 de septiembre de 2009

LIBROS - ¡Burundanga!, de Edgardo Cozarinsky: El canto del viejo marino.


La añoranza de toda memoria, de su contenido y de sus formas, es una de las cuerdas que amarran los textos de Edgardo Cozarinsky a una estética que sólo puede ser mensurada en relación al pasado. Adyacente a la de Borges por necesidad, en la obra de Cozarinsky ese pasado es siempre una ficción tramada desde un presente que incluye el trazo ancestral de viajeros lejos de su tierra, donde el carácter inmigrante de sus padres se prolonga en su propia condición de exilado, de modo que cada recuerdo adquiere el valor de una joya de familia. Un tesoro perdido e irrecuperable.
En las narraciones que conforman ¡Burundanga! prevalece el tono satírico y el humor. Si alguien ya se ha encargado de orientar al lector en el abordaje del Pato Donald, revelando las argucias del palmípedo al servicio del capital, aquí es otro escritor de raíces eslavas quien narra las miserias de otras dos viejas estrellas explotadas por los estudios del mítico hombre helado, en un relato patético que carga la sórdida marca del policial negro. Es la misma pícara sordidez que resuma la brevedad de los arrabaleros Homenajes a nuestras vedettes infantiles o el breviario criminal del Vaticano.
Implícita y explícita (una constante en la obra de Cozarinsky), la cita a Borges es utilizada aquí para revelar un común sentido del humor, siempre auto referencial. A la mención del Ménard borgeano le sigue el recuento de las aventuras de un violador serial de taxistas, cuyos métodos se acercan más a la seducción que al ultraje. En algunos detalles alcanzará a colarse el perfil del autor, dando la ilusión de estar frente a la entretenida bitácora de sus propias travesuras y rondas nocturnas. En el camino se permitirá alimentar la vieja llama todavía encendida entre Florida y Boedo, y esbozar una clase magistral de botánica psicotrópica. Tanto, en apenas 80 páginas.


Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura del diario Perfil.

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