El mundo amaneció el miércoles con otra noticia triste. No, no se trata de otro represor condenado que camina libre por algún barrio del país. Esa también es una mala noticia, pero no es “nuestra” noticia. Tampoco tiene que ver con la imposibilidad de pagar deudas que ya eran impagables cuando se las contrajo, ni de otro drone descargando sus misiles en una aldea perdida en el mapa de Medio Oriente. Todo eso es tristísimo, pero esto es distinto. Se trata una vez más de la muerte, de su mala costumbre de andar haciendo su trabajo a reglamento y del enorme agujero que dejó llevándose a uno de nuestros mejores hombres, uno que hizo por la humanidad mucho más que la mayoría de los economistas, líderes políticos y demás profetas que andan por ahí. El que se murió fue Terry Jones , miembro del grupo humorístico británico Monty Python, y su hazaña fue la de hacer que la gente se ría mucho.
Dicho así parece poca cosa, pero imagine el lector un mundo donde los represores siguieran libres, las deudas igual de impagables y los misiles continuaran cayendo sobre los inocentes sin contar con el alivio de la risa. Imagínelo lector, si puede, y entenderá la tragedia de haber perdido a un hombre como Terry Jones, uno de los buenos, alguien que debería ser venerado como un prócer. Un superhéroe cuyo poder era el de mejorar la vida de todo aquel que fuera capaz de entender ese eléctrico, a veces inocente, a veces indecente y siempre sobrenatural sentido del humor que compartía con sus compañeros de aventuras, los aún vivos Michael Palin, Eric Idle, Terry Gilliam y John Cleese, junto al también fallecido Graham Chapman. Se murió Terry Jones y a partir de ahora el mundo es un lugar más vacío, más oscuro, más… más de mierda, para que dar tantas vueltas si existe la palabra justa.
Aunque era nativo de Gales, donde nació el 1° de febrero de 1942, Jones vivía en Londres y ahí falleció el martes. Tenía 77 años y se pasó los últimos peleando contra la FTD (Demencia frontotemporal, según su sigla en inglés), una extraña forma de demencia progresiva cuya principal peculiaridad es la afasia, es decir, la pérdida de la habilidad de expresar y entender el lenguaje. No deja de resultar paradójico que el humor de Jones y su trabajo con los Monty Python tuvieran en el lenguaje uno de sus grandes motores. Aun así, es probable que a pesar de lo trágico él y sus colegas se tomaran la ironía del asunto con gracia, como lo hicieron con casi todo.
Su trabajo es conocido sobre todo a partir de Monty Python, con quienes realizó las cuatro temporadas del Flying Circus, ciclo humorístico que revolucionó a la televisión inglesa, y filmó cuatro películas. Pero la carrera de Jones comenzó unos años antes, en 1966, con solo 24 años, integró junto a Palin el equipo de guionistas de The Late Show, un programa de sketches cómicos que puede ser considerado un antecedente indispensable para la creación del Flying Circus tres años más tarde. En YouTube se puede ver un episodio de The Late Show en el que Jones y Palin interpretan a dos típicos englishmen de traje y bombín que salen de sus casas suburbanas, pero al enterarse que el tren suspendió sus servicios matutinos deciden ir al trabajo en canoa, remando con sus paraguas. En el camino aparecerán el absurdo, el humor físico y una mirada oblicua y crítica de la realidad, características que hicieron famosos a los Python. Se toparán con un hipopótamo, caerán al agua y al atravesar la campiña serán perseguidos por zulúes, perderán los pantalones en la corrida, pero seguirán adelante. Luego los atacará una tribu de indígenas norteamericanos y atravesarán el desierto antes de llegar a la city londinense, donde morirán acribillados a balazos por el conserje de la empresa donde trabajan por haber llegado tarde. Realismo disparatado.
Jones había estudiado Historia Moderna en Oxford, donde junto a Palin formó parte del grupo de teatro de la universidad. Por su parte Chapman y Cleese integraban la compañía estudiantil de Cambridge, la otra gran casa de estudios británica, a la que luego se sumó Idle. Ambos grupos cruzaron sus caminos acá y allá, sus miembros recibieron distintas ofertas para realizar sus propios programas en la televisión y decidieron sumar fuerzas para dar a luz al histórico Flying Circus, cuyas cuatro temporadas completas se encuentran disponibles en la plataforma Netflix. Su impacto en la cultura británica de las décadas de 1960 y 1970 fue tal que se llegó a comparar la trascendencia de su trabajo en la comedia con la que los mismísimos Beatles obtuvieron en el terreno de la música popular. Su humor combina la estupidez con la inteligencia, la inocencia con la política, la lógica con el sinsentido y lo físico con lo dialéctico de tal modo que es imposible no ser cautivado por los Python.
El formato televisivo no tardó en quedarles chico y el salto al cine fue inevitable. Ahí Jones tuvo un papel determinante, convirtiéndose en director de las tres películas del sexteto, dos de ellas junto a Gilliam (Los caballeros de la mesa cuadrada de 1975 y El sentido de la vida de 1983) y la restante en solitario, la extraordinaria La vida de Brian (1979). En esta se relata la historia de Brian Cohen, un judío común y corriente que en la época de Jesús de Nazareth es confundido con el Mesías. Crítico, desaforado e irónico, el film no fue bien recibido por ninguna rama del cristianismo, mérito del que alguna vez Cleese se jactó diciendo: “¡Los hemos reunido a todos por primera vez en dos mil años!” La película fue prohibida en países como Noruega, Italia e Irlanda y en la Argentina recién pudo estrenarse una vez anunciado el retorno de la democracia. Entre otros personajes ahí Jones interpreta a la madre de Brian, una versión protestona y muy judía de la Virgen María. El rodaje de La vida de Brian estuvo a punto de cancelarse luego de que la EMI considerara que el guión era demasiado ofensivo y recién pudo completarse gracias al ex Beatle George Harrison, fanático del grupo, quien pagó el resto de la producción de su propio bolsillo y hasta hizo un cameo. Es posible que una película como La vida de Brian fuera imposible de filmar en la actualidad, donde la corrección política le ganó la pulseada al humor incómodo que solía ser la especialidad del grupo.
Tras la diáspora de los Monty Python, Jones fue guionista de la inolvidable Laberinto (Jim Henson, 1986), y dirigió algunas películas más, como Personal Services (1987), Eric, el vikingo (1989) o la más reciente Absolutely Anything (2015), protagonizada por el popular comediante inglés Simon Pegg, que pasó absolutamente inadvertida para casi todo el mundo. En sus últimos años Jones decidió retomar su pasión por la Historia, ocupando el rol de anfitrión en las series documentales Vidas medievales (2004) y Bárbaros (2006), que en la Argentina pudieron ser vistas a través del History Channel. Ocasionalmente se reunió con sus viejos compinches para dar algún show en vivo o para recordar con humor la muerte de Chapman, ocurrida el 4 de octubre de 1989, justo un día antes del 20° aniversario del nacimiento de los Monty Python. A propósito de eso Jones declaró alguna vez: “Pienso que fue de muy mal gusto que se muriera cuando lo hizo. Se trata del peor caso de aguafiestas que he visto en mi vida”. Hoy no se cumple ningún aniversario, es cierto, sin embargo la tristeza es un motivo más que atendible para que cualquiera que haya disfrutado de su trabajo pueda reprocharle lo mismo al aguafiestas de Terry Jones.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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