martes, 6 de octubre de 2009

ENTREVISTA - Geraldine Chaplin: El encanto del apellido.


La mujer es una privilegiada en más de un sentido y lo sabe. Geraldine Chaplin tiene una carrera notable como actriz, en los que trabajó junto a muchas de las más grandes leyendas de la pantalla, de Marlon Brando a Paul Newman y de Charlton Heston a Jean- Paul Belmondo; de Sofía Loren a Raquel Welch; de Robert Altman a Carlos Saura. Y además lleva con orgullo y altura el apellido más famoso de la historia del cine. De paso por la Argentina para rodar en San Luis la comedia ¡Hostias!, junto a la italiana María Grazia Cucinotta y el español Antonio Chamizo, bajo la dirección del director argentino Diego Musiak, Geraldine Chaplin se permitió hacer un balance de sus casi 50 años en el cine, hablar de los tiempos modernos y reconocer algunos miedos que permiten distinguir, bajo la luz, la ineludible forma humana.

En su novela Harmada, el brasilero João Gilberto Nöll dice que “el trabajo remueve la decadencia que acecha, sin el trabajo somos reptiles que se arrastran”. ¿Siente que el trabajo le remueve esa decadencia, que la saca del reptar? ¿ Todavía siente pasión por su oficio?

No sé si lo he sentido nunca… (risas) No sé, no siento distinto ahora, en el momento de trabajar, que antes. Quizá me gustaba más, puedes tener razón. Antes me importaba el resultado del trabajo. Ahora, es verdad, lo único que me interesa es el trabajo y que el resultado me da absolutamente igual. Si tengo que ir a ver la película que he hecho, voy (si puedo), pero no hago ningún esfuerzo para eso: me interesa la siguiente. Quizá eso también pasa un poco con la vida misma. Tengo 65 años, faltan menos años por delante que por atrás: ya no miro, mi pasado me da absolutamente igual.

Se ocupa de su trabajo, que es su responsabilidad, y no de lo qué los demás hagan después...

No, porque el trabajo siempre es en equipo. Pero me gusta el momento de rodaje más que la obra de arte o la mierda que puede existir después, que puede ser el resultado de este trabajo. Me gusta el proceso más que el resultado… quizá tiene razón en lo que dice, porque él habla del trabajo y no del resultado del trabajo.

Edgardo Cozarinsky cuenta que le tocó conocer a una primera actriz del Teatro Nacional de Estonia, que había trabajado en él durante la Segunda Guerra. En esa época, aquel país fue anexado sucesivas veces por rusos y alemanes, pero el teatro nunca dejó de funcionar. Cuando le preguntaron cómo eran aquellas temporadas, la mujer respondió "Un año Schiller, al otro Gorkí…”

¡Que gracioso! ¡Qué gran historia!

No cree que el cine, tironeado por manos mezquinas, se ha convertido en eso: un poco de romance, un poco de acción y después siempre dar vueltas sobre lo mismo.

Bueno, las historias son pocas. Hay la historia de un hombre y una mujer, hay la historia de un hombre solo, hay la historia de un trío y hay... la guerra. Y no hay más historias (risas). ¿Quién decía esto? No, el lenguaje ha cambiado muchísimo. El lenguaje en el cine ha cambiado mucho.

¿Le ha costado acostumbrarse a esos cambios?

Bueno, a mí me ha tocado avanzar con el tiempo también…

Pero no todo el mundo consigue eso: hay gente que queda atada a una estética.

Pero yo me he adaptado a los cambios que considero buenos. Esta industria del cine de ahora, que está pensada sólo para ver cuántos culos se consigue poner en las butacas en un primer fin de semana, no me interesa mucho. Me parece que hay un denominador común cada día más bajo y creo que esto es porque hay pocos productores que tienen cojones, como decimos… Talento no falta; actores no faltan; directores no faltan. Faltan productores que tengan otra meta que simplemente ganar mucho dinero.

¿Cree que morir es soñar como cantaba Hamlet, o que la vida es sueño, como ha dicho Calderón?

No lo sé, pero yo no quiero... es decir, quiero morir, pero no quiero enterarme. Quiero que me pongan anestesia para morir: una buena anestesia y luego me muero.

¿Siente que todavía tiene cosas pendientes?

¡No, que va!: tengo miedo. Miedo al desconocido, miedo a… ¡No quiero que me duela!, es tan sencillo como esto. Antes, durante mucho tiempo, empecé a ver la muerte detrás de cada esquina, asomándose, hace... no sé, antes de la menopausia, cuando tendría 40 años o algo así. Empecé a ver a la muerte en las esquinas, y estaba guiñándome un ojo.

¿Hubo algo que desencadenó ese encuentro?

No, no creo. Conscientemente no. Pero la muerte ahora me causa absoluto pánico; sobre todo la muerte de mi pareja o de mis hijos, de las personas que quiero...

Siempre es más dolorosa la muerte del otro...

Sí… ¡Pero la mía también! Me da mucho miedo morir.


Entrevista publicada originalmente en la revista Ñ.

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