jueves, 2 de junio de 2022

CINE - "El Fulgor", de Martín Farina: Los sueños de la carne

Martín Farina no es un documentalista clásico. Sus trabajos se apartan con toda intención de los recursos que son habituales en los exponentes más comerciales del género, buscando acercarse a los objetos y sujetos que aborda desde la percepción y no tanto desde lo dialéctico. Gran observador, Farina no quiere que nadie le cuente una historia en primera persona ni que los testigos le vayan dando forma a partir de la palabra, sino que su cine se vale de las imágenes para construir los relatos. Esa intención se manifiesta de manera cabal en El fulgor, su octavo largometraje incluyendo Taekwondo (2016), su única experiencia con la ficción pura, codirigido junto a Marco Berger. 

La aclaración de “ficción pura” en relación a aquella película tiene que ver con que, justamente a partir de su forma de escoger los recursos para narrar, no son pocas las veces en que sus documentales terminan siendo percibidos como muy cercanos a la ficción. Esa característica también define a El fulgor. A partir de dos personajes masculinos, Farina aborda tanto la vida y el trabajo en el campo, como la relación que ellos tienen con la celebración de los carnavales en la provincia de Entre Ríos. Como un díptico, ambas partes del relato por momentos parecen oponerse, ya sea porque una representa el trabajo y la otra lo festivo (o la realidad y la fantasía), como por la forma en que el director retrata a una y a otra, usando el color para las labores rurales y el blanco y negro para todo lo relacionado al carnaval y su preparación.

Al mismo tiempo, ambos espacios comparten una serie de elementos comunes. Uno de ellos es cierta condición ritual, que tanto se percibe en las labores de la faena como en los preparativos previos al desfile de las comparsas. Lo carnal también está presente en ambos espacios, pero a través de sus diferentes acepciones. De un lado marcado por lo animal, por la tarea física de descuartizar una res para convertirla en alimento. Del otro, por todo aquello que tiene que ver con lo erótico y los aspectos estéticos de los cuerpos. En este caso, los de un grupo de hombres calzándose los ornamentos y accesorios cargados de brillos antes de salir a desfilar. Finalmente, la presencia excluyente de lo masculino que domina tanto las escenas en la hacienda como entre bambalinas.

Esa particular forma del director de retratar la realidad hace que El fulgor se convierta además en una experiencia onírica, potenciada por algunas escenas en las que uno de los protagonistas deambula por el campo o las calles de la ciudad, casi como si se tratara de una presencia sobrenatural. Como en aquel cuento en el que un hombre sueña ser una mariposa, pero al despertar ya no sabe si en realidad no es una mariposa soñando ser un hombre, esa sinergia entre lo real y la ficción atraviesa toda la película, acentuada por el aporte de una sugerente banda sonora. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Pägina/12.

No hay comentarios.: