Hoy en día cualquiera cree saber qué es el heavy metal. Confiados, suponen que para definirlo alcanza con la imagen del pibito desgarbado con chupines y campera de cuero que sacude la melena al compás de un ritmo ruidoso, mientras enarbola el clásico gesto de la mano cornuda. Y esa imagen puede estar bien para quienes se sientan cómodos con los lugares comunes, pero dejará insatisfechos a quienes quieran saber un poco más. Y el heavy metal es bastante más, al punto de que el estereotipo del cuero ya ni siquiera representa a todos los metaleros, que desde hace rato se permiten andar en bermudas y hasta con el pelo corto.
Más allá del origen musical, que sigue el núcleo que reúne a sus seguidores, el heavy metal se ha convertido en un universo cultural que se extiende sobre los territorios de lo político, lo social, lo literario, lo plástico, permitiendo perfilar una mirada metalera del mundo. Desde el corazón de una escena que se resiste aceptar aquello de que el rock ha muerto e insiste en multiplicarse en bandas y subgéneros infinitos, en los últimos años han surgido iniciativas que se proponen condensar a través de la acción esa efervescencia que las capas más iluminadas de la cultura insisten en ocultar.
“Nos planteamos la iniciativa en el marco de una movida que busca poner en valor la escena metalera, para visibilizar cómo se piensa”, cuenta Natalia Pascuchelli, master en cultura y sociedad e integrante de un grupo de investigadores procedentes de la comunicación, las letras o la antropología que el pasado 20 de septiembre organizó el Encuentro Sociocultural sobre Heavy Metal en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). “Nos conocimos participando de congresos y jornadas académicas y nos planteamos por qué no hacer unas que fueran específicas sobre los estudios de heavy metal, para ver cómo se estaba trabajando desde distintas perspectivas. La idea es pensar al heavy metal más allá del género, como una práctica cultural en función de cómo aparece y cómo impacta dentro de lo social”, agrega.
“Con María Inés Martínez, mi pareja, teníamos un centro cultural en el barrio de Boedo, en el organizábamos eventos de poesía, narrativa, pintura y teatro, pero siempre nos quedaba en el tintero hacer algo relacionado al heavy metal”, interviene Gito Minore, profesor de filosofía, miembro del Grupo de Investigación Interdisciplinario sobre el Heavy Metal Argentino (GIIHMA), que dicta cursos y seminarios en la Facultad de Sociales de la UBA, y fundador de la Feria del Libro Heavy que este año llega a su séptima edición. “Yo en 2010 había escrito el libro Tren Loco. 20 años, donde contaba la historia de esta banda emblemática, pero cuando lo edité sentí que quedaba medio huérfano, porque no tenía un lugar de circulación que le fuera propio. Entonces en 2013 pensamos en organizar una mesa para presentarlo junto con otros autores que habían escrito libros sobre heavy”, continúa. “A partir de ahí empezaron a surgir otros autores, pero también películas, artistas plásticos, fotógrafos y artesanos, que dentro de la historia del arte siempre recibieron un valor como de segunda. De ese universo surgió la primera Feria del Libro Heavy.Salió tan bien que en estos seis años la organizamos en distintas partes del país. Y después de cada una editamos un libro en el que se recogen las charlas para que todo eso quede registrado en una suerte de anuario”, concluye Minore.
-El heavy metal muchas veces también recibe esa "mirada de segunda". ¿Creén que es esa percepción externa la que usualmente define al género?
GM-Una vez con GIIHMA me tocó dar una clase a la que titulé “El heavy metal, el hecho maldito del rock”, parafraseando a John William Cooke. Una idea que de alguna manera se vincula con lo que dice Ricardo Iorio cuando define al heavy metal como: “esto no es rock and roll: esto es una desgracia”. También es cierto que estas movidas que surgen en la cultura metalera ayudan a cambiar ese concepto. Eso no quita que el metal sigua recibiendo fuertes componentes de rechazo.
-¿Ese rechazo impacta en la forma en que el heavy metal ve o interpreta al mundo?
NP-Creo que lo que surgió en el Encuentro permite ampliar las posibilidades de pensar al heavy. Muchos referentes de la escena que participaron recalcaban que cuando ellos eran jóvenes la posibilidad de elaborar una mirada del metal desde el ámbito académico era impensada.
GM-El fundamento de los seminarios de GIIHMA en la Facultad de Sociales tiene que ver con generar miradas propias para el heavy metal desde categorías sociológicas, filosóficas y antropológicas.
-En el metal caben diferentes corrientes políticas, satanismo y cristianismo, abordajes realistas o fantásticos. ¿La amplitud complejiza el intento de pensarlo culturalmente?
NP-Una visión totalizadora cuesta mucho porque el metal se caracteriza por ser sectario. Pero quienes nos formamos en él tenemos la obligación de deconstruirnos atendiendo a lo que está ocurriendo a nivel social. Una de las mesas del Encuentro fue la de “Género, solidaridad y convivencia”, donde las chicas de Unión Transfeminista del Under visibilizaron las prácticas machistas y misóginas que ellas perciben dentro de la escena. Prácticas que no solo están dirigidas hacia la mujer, sino hacia las disidencias sexuales.
-¿Y sienten que algo está cambiando?
NP-Dentro del Encuentro se percibió un corte generacional que comienza a introducir en la escena nuevas miradas, nuevas percepciones de la realidad, porque las nuevas generaciones que se incorporan a la cultura del heavy llegan con la impronta del Siglo 21.
-¿Puede pensarse al heavy metal como una escena políticamente activa?
NP-Estas chicas con su colectivo ya están haciendo un aporte desde su propio lugar y en el mismo sentido se puede nombrar al Frente Heavy Metal, un colectivo de chicos metaleros cuyas actividades se vinculan con el momento social que vive el país, organizando recitales para juntar donaciones y ayudar a comedores o espacios de salud pública. Están organizados, tienen difusión y prensa y son muy cuidadosos a la hora de elegir las bandas que tocan en sus recitales solidarios.
GM-Después está la sectorización artística, donde el que escucha death metal no escucha heavy o el que escucha punk no escucha thrash, aunque hoy las categorías no son tan estancas. Cuando yo era chico me gustaba el realismo y denuncia social, lo que hacían Hermética o Tren Loco, y todo lo demás eran magos, espadas y rosas. Existía esa brecha que separaba a los que eran “de verdad” de los que no. Hoy eso está medio quebrado y se ve en las charlas que organizamos en la Feria, donde conviven las de corte más verista con otras sobre la obra de Ronnie Dio y los faraones de Egipto. Creo que esa diversidad es la que le da riqueza al género. Aunque es cierto que la mirada social es la que te va marcando el ritmo.
-¿Es posible pensar al heavy metal sin ese lado social?
GM-Hay una frase de Alberto Farina, del Frente Heavy Metal, que nosotros recogimos en la contratapa de nuestros anuarios, que define muy bien ese espíritu. Dice: “El metalero es solidario porque viene de la cultura del pogo. Si vos en el pogo te caés, vamos todos y te levantamos. Inspirados en esa acción, que es ayudar a los amigos a levantarse, también lo hacemos en la vida cotidiana: bailamos, jodemos y discutimos como en la vida misma. Pero si vos te caés, yo te levanto”.
-A la hora de pensar en Iorio, cuyo trabajo le otorga un lugar emblemático en la escena del heavy argentino, no es posible pasar por alto las evidentes contradicciones discursivas que surgen en el camino que recorrió.
GM-Iorio suele definirse a sí mismo como una figura paternal para la escena. Algunos años atrás generaba una fuerte empatía y era una referencia inevitable que se sostenía sobre todo en su escritura, que lo convierte en el poeta del metal. Es innegable que detrás de él hay una gran biblioteca. Pero esa dimensión que adquirió terminó por ocultar a otros artistas que le aportaron un montón de cosas al metal argentino. Y ver qué hay más allá de Iorio es un desafío interesante. Uno de los cursos que dictamos desde GIIHMA se llama “Parricidas”, donde a partir de la idea del parricidio freudiano se aborda ese universo que queda oculto por la presencia de Iorio.
NP-Porque si vos corrés a Ricardo te encontrás con un panorama que siempre estuvo ahí.
GM-Eso en cuanto a lo teórico conceptual. Ahora desde lo político, y como vengo del realismo, tengo que decir que no estoy de acuerdo con lo que la figura de Iorio genera hoy. Puedo identificarme con su trabajo en Hermética o los primeros discos de Almafuerte. Pero son límites que tienen que ver con la identidad política de cada uno.
NP- También es cierto que los discursos siempre existieron en Iorio y por eso es posible detectar las contradicciones que mencionas, lo que pasa es que ahora todo se hace más explícito y evidente. Creo que en la actualidad para los metaleros escuchar a ese padre representa un choque muy fuerte y por eso resulta tan potente la idea simbólica del parricidio.
-¿Sienten que este Iorio impone un límite a la hora de pensar al heavy metal en tiempo presente?
NP-Creo que sí, porque partir de la trilogía V8/ Hermética/ Almafuerte no es la única forma de pensar al metal, hay otras corrientes qué tratan de hacerrlo desde ángulos diferentes. Y si lo mirás desde el under, el heavy metal es un universo que excede la figura de Iorio.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo argentino.
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