Cuando se lee a Hawthorne es imposible no recordar las Otras Inquisiciones de Borges. Es que en aquel libro repleto de ensayos tan breves como universales, no son pocas las veces que el venerable Iorge destaca la figura de este escritor, admirado de su prolífica imaginación, asumiéndolo como uno de aquellos que precedieron a Kafka, pero también cuestionando ese puritanismo ancestral que lo forzaba a transformar en metáfora moral a muchos de sus textos. Leer estos Cuadernos norteamericanos nos coloca justo delante de cada una de esas afirmaciones.
Especie híbrida entre el diario íntimo y la libreta de apuntes, los Cuadernos Norteamericanos son parte de los que Hawthorne llevó a lo largo de su vida y cuya versión completa extrañamente nunca se ha publicado en español; esta edición no es la excepción. A modo de curador, el escritor Eduardo Berti ha escogido algunos gajos de tan frondoso material, utilizando como criterio de selección el contenido literario por sobre los bosquejos filosóficos o las meras observaciones. Así, esta versión extractada es una sucesión sin pausa de breves argumentos, esquemáticos muchas veces, que fueron escritos con el sólo objeto de ser germen para posibles relatos en el futuro. Algunos de ellos obtuvieron su forma literaria definitiva (tal es el caso de La letra escarlata, esbozado en estás páginas), mientras que de los otros -la mayoría- sólo han quedado estos delicados embriones.
Se ha dicho que sin Hawthorne no hubiera sido posible la literatura de Poe, de Henry James o de Kafka. Pero sin dudas también ha sido necesario para que se concibieran Stevenson, Bierce, Wilde, Chesterton, tal como puede apreciarse en los potentes fragmentos de estos Cuadernos norteamericanos, entre los que abundan las paradojas, los comentarios morales, los espejos, las máscaras… y las sugerencias para escritores vacíos.