miércoles, 4 de septiembre de 2013

LIBROS - "Dibujos invisibles", de Gervasio Troche: Paradojas posrelativistas como sueños dibujados

Hay algunas cosas que son difíciles de explicar. Por ejemplo: por qué es más prestigioso un artista que exhibe sus obras en una galería, que otro que las expone en un libro. O por qué se toma más en serio a quien se califica a sí mismo como pintor o artista plástico, que a otros a quienes se identifica con el arte gráfico, la historieta o el humor encerrado en cuadritos. El uruguayo Gervasio Troche es uno de esos artistas que hacen todavía más difícil entender la cuestión o dar una respuesta definitiva al asunto.
Sí, es probable que pocos hayan escuchado o leído sobre Troche y sin dudas las ilustraciones que acompañan a este texto pueden resultar ejemplos oportunos de su trabajo, pero difícilmente consigan dar cuenta de la infinita riqueza que sus dibujos de apariencia simple son capaces de contener. Una riqueza que comienza por lo meramente formal, por todo aquello ligado al trabajo y a la sencillez técnica con que este joven ilustrador realiza sus dibujos incluidos en el libro Dibujos invisibles, publicado recientemente por editorial Sudamericana. Lejos de toda pretensión grandilocuente y libre de cualquier intensión barroca, su trabajo saca máximo provecho de la línea pura y del contraste simple de blancos y negros siempre plenos.  
Pero sin duda la gran potencia de las imágenes creadas por Troche se encuentra en su capacidad para abrir caminos sorprendentes a través de la lógica cartesiana, la que rige un mundo que todavía se piensa a sí mismo con la mirada de Isaac Newton. En ese sentido puede decirse que la obra de Troche es claramente post relativista, porque capta como la de pocos artistas el carácter paradojal de la realidad. Es por eso que en sus dibujos, a pesar de lo naturalmente bidimensional de su trazo rústico y la monocromía, la tridimensionalidad estalla en el imaginativo e inesperado uso que el autor hace de los diferentes planos y los juegos de perspectiva ocultos en cada imagen. Puede decirse que su trabajo sería inexplicable sin el antecedente de artistas como el holandés Maurits Escher o el belga René Magritte. Ese tipo de paradojas que Troche despliega son algunos de los puentes desde los cuales se puede acceder al disfrute de sus creaciones. "Siempre me gusto atrofiar la realidad y cuando uno dibuja hace eso", afirma el dibujante, sabedor de los detalles que definen su obra. Del mismo modo es consciente de que "todas las paradojas que están en Dibujos invisibles parten de sentimientos puros y de la necesidad de crear un mundo propio", una característica que sólo aparece en artistas preocupados por dar cuenta del mundo en que viven y de un modo de observarlo. Muchos de sus dibujos muestran también una lista de temas sobre los que vuelve una y otra vez. La música, el cosmos, la lluvia, las ventanas, las escaleras, la luz o la oscuridad son elementos que pueden resultar palabras clave para conectar con esa mirada antes referida. "Son elementos que en algún momento me llamaron la atención y me dejaron fascinado, porque reconocí en ellos cierta magia y misterio. Cuando dibujo esas cosas encuentro paz y veo que me puedo expresar con más libertad", afirma. Y coincide en destacar que todo aquello que en sus dibujos son representaciones del mundo, son al mismo tiempo el reflejo de una mirada interior, porque todas esas "son cosas que también suceden dentro de mí: las lluvias son internas, es en mi interior que por momentos llueve." 
–La oscuridad es un tema recurrente, que aparece más como posibilidad para descubrir lo inesperado que como fuente de miedo. Un sitio en donde habitan sueños antes que lo siniestro.
–Es que antes de abrir mi blog pasé por unos años un poco difíciles creativamente... me sentía un poco perdido, veía que no me estaba expresando bien a través del gag visual con remate de humor. Entonces fui abandonando de a poco la idea de hacer reír, o de buscar un efecto sobre el público, o de hacer dibujos que se adaptaran a alguna línea editorial. De repente me sentí en cero, sin saber cómo seguir, pero con tremendas ganas de expresar un montón de sentimientos. En esa búsqueda lo primero que apareció fue un personaje con una linterna lo cual expresaba muy bien mi estado y me había entusiasmado mucho... creo que la luz de la linterna fue la que encontró en mí una nueva forma de expresarme. Fue una luz esperanzadora. Porque la oscuridad puede ser vacío, pero a veces también es saturación, y el haz de luz es una guía para poder convivir con ese vacío.
–El cine es justamente el arte de proyectar luz en la oscuridad. ¿Reconocés alguna influencia de él?
–Tengo recuerdos fuertes con el cine, sobre todo en mi infancia. Sin dudas, aunque no de manera consciente, esos momentos volvieron a aparecer en la hoja.
–Algunos dibujos remiten a la idea de lo infinito, son como nuevas versiones de los espejos enfrentados: el hombre con la linterna que es iluminado por otra linterna; o el otro que se asoma desde la sombra de otro. ¿Qué representa para vos lo infinito?
–El infinito que trato de dibujar son apenas pedacitos, detalles del infinito. El infinito que dibujo es simplemente una relación entre el más allá y mi más hondo interior a través del dibujo: si represento a la noche, siempre es para expresar una noche propia. Por más que dibuje millones de astros, lo que sucede en los dibujos sucede dentro de mí.
–Hay también una mirada social en tus trabajos. Los protagonistas de tus dibujos siempre son de clase media o trabajadores, que visten guardapolvos o parecen empleados de oficina, algunos con sus ropas remendadas o emparchadas. ¿Por qué?
–Cuando dibujo no hago mucho plan de cómo se vestirán mis personajes... los visto como lo que me rodea, lo que conozco, e incluso yo me visto así. Vengo de una familia de clase media baja y viví toda mi vida en barrios de clase trabajadora, de eso me nutrí toda mi vida. Entonces a la hora de dibujar gente, siempre hago lo que conozco y conocí. 


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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