Esteban Feune de Colombi parece haber entendido a la perfección los alcances de tal imposibilidad a la hora de construir una biografía de Peralta Ramos y por eso ni siquiera lo intentó. Quienes se internen en las páginas de su libro Del infinito al bife (Caja Negra) no encontrarán en ellas un relato biográfico tradicional, de esos que a caballo de una línea de tiempo recorren una vida en el sentido lógico. Por el contrario, se trata de un montaje de voces, las de quienes conocieron a Peralta Ramos y mantuvieron vínculos de distintos grados con él, cuyos relatos fragmentados se amontonan hasta generar un perfil posible pero nunca definitivo del protagonista. Del infinito al bife es un libro sin centro ni dirección que se va construyendo de forma rizomática mientras avanza, provocando convergencias y divergencias que al acumularse trazan un hipotético mapa para recorrer su figura. Es esa forma arbórea de ramificación ilimitada la que mejor representa a Peralta Ramos. Al finalizar el libro sus lectores tal vez sigan sin entender bien quién o qué era este señor delirante, enorme y de voz profunda, ni cuáles sus méritos como artista, pero habrán disfrutado el recorrido con plenitud.

Es cierto que puesto de corrido su currículum acumula unos cuantos méritos, sin embargo se trata de una sucesión de actos muertos y si algo queda claro en el libro de Feune de Colombi es que la mejor forma de pensar a Peralta Ramos es desde una pulsión vital. Eso es lo que aparece cuando las fuentes consultadas se trenzan en un diálogo sin comienzo, sin nudo ni desenlace que las miserias del mercado editorial consiguen apretar en las 220 páginas de Del infinito al bife. Entre quienes cuentan su experiencia peraltiana están sus hermanos, sus amigos, sus tíos y sobrinos, pero también figuras como el conductor radial Bobby Flores, las actrices Edda Bustamante y Katja Alemann, la vedette Moria Casán o los artistas plásticos Marta Minujín y Yuyo Noé, entre muchos. Todos tienen una anécdota o una historia para dar fe de lo estimulante que resultaba su presencia. En la acumulación no es raro encontrarse con versiones contradictorias de la misma historia, como si sus andanzas hubieran sido filtradas por un teléfono descompuesto hasta transformarse en mitos urbanos. Como ocurre con Macedonio Fernández, Peralta Ramos casi no dejó obra física y lo mejor de su arte es lo que ha quedado en la memoria de quienes han tenido la generosidad de compartirlo con todos en las página de este libro.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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