Curioso destino tienen algunos escritores, cuyas obras, sin que ellos se lo propongan nunca, acaban convertidos en clásicos de la literatura infantil y juvenil. No se trata, claro, del fenómeno moderno de sagas monumentales urdidas desde su origen como un producto de mercado antes que como literatura, con el fin de atacar un segmento de consumidores entre los 6 y los 20 años, tendencia que terminó de consolidarse luego del éxito de dimensiones universales de las siete novelas escritas por la inglesa J. K. Rowling sobre un chico que es aprendiz de mago, a quien le tocará vivir una serie de aventuras intensas, a cual más increíble, con sus compañeritos de la escuela de magia. Se trata de autores a quienes nunca se les hubiera ocurrido siquiera soñar con que sus cuentos y novelas terminarían alimentando colecciones y colecciones de libros para chicos, simplemente porque ellos no escribieron para chicos: solamente escribieron y el resto es cosa de editores más o menos despiertos, que han sabido encontrar en los trabajos de esos autores oportunas puertas de entrada al mundo de la lectura. Al contrario de autores como Hans Christian Andersen, Lewis Carroll o Matthew Barrie, quienes escribieron a conciencia obras infantiles, otros como Robert L. Stevenson, Julio Verne, Edgar Allan Poe, Jonathan Swift, Jack London, Mark Twain y hasta Bram Stoker o Mary Shelley resultaron ser algunos de los más “beneficiados” por la tendencia de pensar en una biblioteca para chicos, que tiene su antecedente más notorio en la vieja colección Robin Hood. A caballo de esto, y aprovechando que justo hoy se cumple, al fin, el centenario de su nacimiento, parece interesante preguntarse si algo parecido no acabará ocurriendo tarde o temprano con buena parte de la obra de Julio Cortázar.
Como ocurría con la mayoría de los citados, Cortázar jamás escribió pensando en categorías de lectores, ni atendiendo a ningún tipo de fragmentación del público. Ya se ha dicho que ese tipo de trucos son herramientas editoriales más o menos modernas, que tienen como objetivo diversificar el mercado con la vista puesta en ampliar las ventas a través del recurso de ofrecer el mismo producto en diferentes envases, atendiendo a una determinada estratificación de los consumidores, clasificados ad hoc a partir de diversos estudios de mercadotecnia. Por eso que puede decirse que la literatura infantil se consolida como categoría editorial junto con el surgimiento del marketing, ahí nomás de la Revolución Industrial, a mediados del siglo XIX. Bueno, para volver a Cortázar y su literatura, no puede decirse que exista un vínculo consciente entre esta categoría y su trabajo como escritor. A no ser por (porque siempre hay una excepción a la regla) el relato conocido como “El discurso del oso”.
Una de las incontables curiosidades que incluye la edición de los cinco volúmenes de Cartas, que incluyen la correspondencia incompleta de Julio Cortázar es la no muy difundida buena relación que Julio Cortázar mantenía con los chicos y la infancia. Varias pruebas se acumulan en estas cartas, sobre todo en las que intercambió con la pareja integrada por el pintor Eduardo Jonquieres y María Rocchi. Algunas de ellas van directamente dirigidas a los niños de la familia, que cuando el escritor dejó Buenos Aires eran dos, Maricló y Albertito, y acabaron siendo cuatro. A ellos justamente les dedica por vía postal el “Discurso del oso”, cuento que luego y no por casualidad se haría conocido como parte de ese libro juguetón que es Historias de cronopios y de famas. Porque aunque no se trata de un libro infantil, no caben dudas de que los textos que lo componen conservan un tono y un espíritu propio que difícilmente pueda ser reconocido en cualquier otro de los libros de Cortázar, que tiene que ver con un nivel lúdico muy cercano a la infancia. Tampoco es casualidad que dos libros ilustrados y claramente pensados para chicos, hayan sido editados en los últimos años.
El discurso del oso propiamente dicho fue publicado de manera independiente por Libros del Zorro Rojo. Con ilustraciones del ilustrador español Emilio Urberuaga, este libro al fin concreta el destino original de este relato, que tal vez sea el único texto de Cortázar escrito para chicos. Una afirmación que es, sin embargo, por lo menos discutible. La propia Aurora Bernárdez, primera mujer de Cortázar, reconoció a los editores del libro que en el origen del relato hay algo que ya estaba presente en el cuento “Casa tomada”, tal vez el más famoso de los escritos por el autor: la curiosidad que le provocaban a Cortázar los ruidos en el interior de las paredes o al otro lado de ellas. Los dibujos de Urberuaga vuelcan decididamente el extraño relato de Cortázar del lado de lo infantil.
Lo mismo ocurre con el trabajo realizado por el artista argentino Elenio Pico, quien tuvo a su cargo la delicada tarea de darle un cuerpo a los Cronopios, los Famas y las Esperanzas, criaturas que animan los relatos incluidos en la versión ilustrada de Historias de cronopios y de famas, editada este mes por Alfaguara. No se trata de una versión completa de aquel libro editado originalmente en 1962, justo antes de que Cortázar se convirtiera en un escritor de renombre mundial luego de la publicación de Rayuela, ocurrida un año más tarde, sino que recoge todas las historias en la que estos indefinibles personajes son los protagonistas. El trabajo de Pico, lejos de permitirse el lujo de la innovación, utiliza las descripciones dadas por el propio autor en los textos –sobre todo en el caso de los cronopios- para dar forma a los personajes. Otro de los aciertos del libro consiste en incluir textos que no integraron aquel libro y que fueron recogidos más adelante en volúmenes y compilaciones. Esta versión de Historias de cronopios y de famas concreta lo que ya muchos pensaban: que no hay mejores lectores para esas alegorías de perfil surrealista que aquellos que todavía viven jugando.
En busca de responder a una pregunta (¿Terminará convirtiéndose la obra de Cortázar en parte de futuras bibliotecas infanto- juveniles?), estos dos libros hacen surgir nuevas dudas. Por ejemplo: ¿Qué elementos definen a un libro como Infantil o juvenil? Porque es cierto que tanto en el caso de El discurso del oso de Libros del Zorro Rojo, como en el de Historias de cronopios y de famas de Alfaguara, lo único que cambia respecto de las versiones originales es que aquellos formaban parte de una obra mayor y que ninguno de ellos incluía ilustraciones. ¿Será que cualquier libro ilustrado se convierte en un libro para chicos o adolescentes? Por supuesto, la respuesta es no. Sin embargo cualquiera sabe que el hecho de tener “dibujitos” representa una buena excusa para que un chico, víctima de su propia curiosidad, se vea empujado a hojearlo. Entonces, si bien un libro ilustrado no es en sí mismo un libro infantil, puede decirse que cualquier libro ilustrado tiene el potencial de ser consumido por chico. Y si el autor es Cortázar, entonces la excusa es doble.
Dentro de la categoría de libros ilustrados basados en textos de Cortázar se destacan dos, también editados por Libros del Zorro Rojo. Se trata por un lado de “El perseguidor”, cuento originalmente incluido en Las armas secretas (1959) y de “Reunión”, perteneciente al libro Todos los fuegos el fuego (1966). Ambos libros incluyen los textos completos y han sido ilustrados por dos de los mejores artistas argentinos del género, José Muñoz y Enrique Breccia; los dos, curiosamente, de uno u otro modo, alumnos del enorme Alberto Breccia, un dato no menor. Tanto el trabajo de Muñoz como el de Breccia hijo tienen la impronta de los grandes trabajos del viejo Breccia. El juego de claroscuros con que ambos artistas encaran los textos resultan tal vez la mejor estética para intentar dibujar a Cortázar, y ambos libros representan dos objetos delicados de los que disfrutarán tanto los amantes de Cortázar como los del trabajo de estos dos maestros de la tinta china.
Ahora, si de dibujar a Cortázar se trata, el libro indicado es Una biografía rayuelística de Julio Florencio Cortázar, del artista Miguel Repiso, mejor conocido como Rep. Se trata de la adaptación editorial del mural que este reconocido dibujante realizara este año en el Salón del Libro de París, en donde la Argentina y Julio Cortázar fueron huéspedes de honor. Rep consigue con su trazo minimalista sintetizar los rasgos básicos del escritor, para luego ubicarlo en diferentes situaciones emblemáticas de su vida, prolijamente desordenas para el rayuelístico disfrute del lector. O tal vez sea más apropiado hablar de un orden distinto, aquel con el que Cortázar decidió organizar su obra más conocida. O aquel con que los nenes recorren las páginas de cualquier libro que tenga dibujos, sea para chicos o no.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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