“Los viajes por América Latina me han hecho conocer la miseria, el hambre, la imposibilidad de curar a los niños por falta de medios. La degradación causada por la injusticia y el sufrimiento. He visto cosas que me han parecido tan importantes como el empeño por convertirme en un investigador famoso.” Con esta cita declamada sobre un breve travelling virtuoso, en el que se ve como las nubes se desplazan a toda velocidad por un cielo muy claro gracias a una cámara híper acelerada que sin embargo se mueve muy lentamente al ras del suelo, así comienza La huella del doctor Ernesto Guevara. Se trata de un documental de Jorge Denti que abarca los años en los que un rosarino joven y viajero comenzaba a convertirse en El Che. La película recorre el hiato que va desde su regreso a Buenos Aires tras su primera travesía latinoamericana junto a Alberto Granado, en 1952, hasta su partida hacia Cuba desde México, a bordo del ya mítico Granma en 1956. El documental consigue hacer aparecer como imposible que todo lo que se relata en sus dos horas haya ocurrido en menos de cuatro años.
Existe un motivo para que el director haya elegido empezar con aquella cita, extraída de los diarios que Guevara llevó durante ese tiempo. Es que la película tendrá como eje narrativo los documentos escritos que el mismo fue produciendo, sin saber cuál era el destino histórico que lo aguardaba y lo convertiría en una de las figuras más notables del siglo XX. Justamente este documental intenta construir a partir de un mecanismo similar al utilizado por Borges en su breve ensayo “Los precursores de Kafka”, incluido en su libro Otras Inquisiciones. Es decir, comienza por dar cuenta de cuales son los antecedentes directos que llevaron a Ernesto Guevara a ser el Che, desde el apoyo familiar a la causa republicana durante la Guerra Cívil española al impacto de ese primer viaje. No por nada, apenas hecha la cita inicial, el guión sigue con otra, que será dicha sobre una animación de estética retro que ilustra ese regreso: “Yo no soy yo; por lo menos no soy el mismo yo interior. Ese vagar sin rumbo por nuestra Mayúscula América me ha cambiado más de lo que creí”. La vuelta se produce casi al mismo tiempo en que aquí en Buenos Aires moría Eva Perón y ambos hechos parecen confluir en una suerte de ceremonia iniciática en la que el joven Guevara perderá definitivamente la inocencia, para volverse un hombre al fin.
El trabajo de Denti abruma por la cantidad, la variedad y la calidad de su información. Sobre todo por la importancia de las “cabezas parlantes” que componen su relato. El personaje más notable es sin dudas Juan Martín Guevara, el hermano menor, capaz de hablar del Che como nadie podría hacerlo: él recordará al adolescente estudioso que se demoraba recitando poesía cada vez que iba al baño, sólo para molestar a los que esperaban afuera, apurados también por cumplir también con ese trámite. La lista de testimonios incluye además las voces autorizadas de Alberto Granado y “Calica” Ferrer, los dos grandes amigos con los que emprendió sus definitivos viajes. El documental se montará sobre el itinerario del segundo de ellos, el que realiza con “Calica”, que acabará por ponerlo cara a cara con Fidel Castro. En ese sentido La Huella del doctor Ernesto Guevara es exhaustivo, deteniéndose en cada una de las postas que los dos amigos van tomando a lo largo de su recorrido, y en cada una se detalla con documentos, imágenes de archivo y testigos presenciales, el modo en que todo aquello que ocurría en los países que atravesaban iban fortaleciendo una mirada del mundo cada vez más sólida y formando a un ser humano cada vez más seguro del lugar que deseaba ocupar.
A pesar de su larga duración y de que muchos de los hechos inventariados ya han sido abordados ampliamente en otras investigaciones, el documental de Denti no cansa ni aburre. Aunque trabaja sobre una estructura clásica (básicamente se trata de personas hablando a cámara y de un montaje de material de archivo), el director se permite utilizar recursos como las animaciones, que sin representar un gran despliegue amenizan visualmente el relato, o una banda sonora que completa el discurso sin interferir ni distraer. También reitera el uso de travellings como aquel del comienzo para embellecer su trabajo desde lo formal, una de las herramientas con las que intenta evitar que la información dura acabe por agobiar. Pero sin dudas el aporte más interesante resultan los extractos de la correspondencia que el protagonista mantuvo con Tita Infante, amiga y compañera universitaria, que permiten recobrar de manera indirecta pero no por eso menos poderosa, la voz íntima de Ernesto antes de ser El Che.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos e Página/12.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario