Aunque no es necesario hablar de la obra previa de un director cada vez que se hace una crítica, en el caso de Lasse Hallström no viene mal mencionar un par de títulos que, por carácter transitivo, pueden dar una idea bastante cercana de su obra completa, y permiten hacer proyecciones sobre sus trabajos futuros. Basta mencionar Chocolate y ¿A quién ama Gilbert Grape? para comprender que este director sueco se siente cómodo con el melodrama y el romance, géneros sobre los que se desarrolla gran parte de su filmografía. Pero también pueden mencionarse sus esporádicas incursiones en el suspenso, la comedia y el policial, habida cuenta que hay de todo eso en Un lugar donde refugiarse, su último trabajo. En este caso el relato alterna entre el thriller policial y una historia de amor pueblerino, con una vuelta de tuerca final que ya quisiera el mismísimo M. Night Shyamalan.
Y al principio la cosa no le sale tan mal. La película empieza con una joven escapando ensangrentada y aturdida por la calle, presa del pánico. El estado de sus ropas indica que ha sido agredida. Lleva un cuchillo en una mano y no tarda en ser asistida por la dueña de una casa en la que golpea con desesperación. Enseguida se la ve con el pelo más corto y teñido de rubio, con la cabeza escondida bajo la capucha de un buzo, escapando de la policía en una terminal de ómnibus. Aunque el cerco policial es rápido, su micro consigue partir sin que la descubran. Katie, que así se llama ella, dejará el viaje a la mitad cuando decida quedarse en uno de esos pueblitos de provincia a orillas de un lago, con su muellecito y su gente campechana. Alquilará una vieja cabañita en mitad de un bosque, conseguirá trabajo de camarera en un bolichito junto al agua y comenzará una tierna relación con Alex, padre viudo con dos nenes que atiende un drugstore ahí nomás. Hasta ahí Hallström se muestra medianamente profesional en el juego de idas y vueltas entre la nueva vida de Katie y la obsesión con que el oficial Tierney continúa con su desaforada y violenta pesquisa. Y no ahorra en flashbacks turbios en los que se revela poco de lo que pasó aquella noche al comienzo.
Sin embargo hay algunos detalles que no dejan de llamar la atención. Tanto el pueblito tranquilo a orillas del lago como la cabañita en medio del bosque, encarnan esos mismos paraísos del imaginario estadounidense que son continuamente subvertidos por el cine de terror, de asesinos y de fantasmas. La paz del sueño americano violado por la irrupción de lo siniestro y, de hecho, algunas escenas por allí se encargan de subrayar esta posible lectura. Claro que para hacer que Un lugar donde refugiarse se convierta en La niebla de Carpenter sería necesario que… que la dirigiera Carpenter. Por otra parte no es la intención de Hallström construir uno relato de ese tipo, sin embargo toma la decisión de plantar esos elementos ahí. Contar lo que sigue sería destruir las pretensiones de la película, como revelar el secreto de Bruce Willis en El sexto sentido. Aun así no puede dejar de mencionarse que, fuera cual fuese esa vuelta de tuerca, el elemento sorpresa que el guión introduce al final de la trama es un deus ex machina lo suficientemente brutal como para convertir una película hasta entonces mediocre, en una bastante mala. Un giro que pone literalmente en escena el espíritu manipulador que habita dentro de este director pasado de rosca.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
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