Desde hace muchos años, casi desde siempre, la ciencia ficción forma parte del imaginario de la historieta nacional. Con mojones ineludibles como El Eternauta, la creación de Germán Oesterheld y Francisco Solano López; muchos de los trabajos del gran Robin Wood; o la aparición a mediados de los '80 de la revista Fierro (a imagen y semejanza de las europeas Cimoc o Metal Hurlant), en dicho género se cimenta mucho de lo mejor de la producción historietística local. Dentro de esa noble tradición se encolumna Cieloalto, el nuevo trabajo de los artistas Diego Agrimbau (uno de los autores de Los canillitas, tira que se publica diariamente en la contratapa de Tiempo Argentino) y Pietro. Guionista y dibujante, ellos son los responsables de una historia que cuenta con muchos de los mejores elementos del género.
En Cieloalto se relata la historia de una ciudad ubicada sobre una especie de inmenso acueducto romano por encima de las nubes. Nada se sabe del mundo sobre la superficie de ese planeta que podría no ser la Tierra (aunque la sociedad de Cieloalto permite suponer que sí lo es). En esa ciudad lineal e interminable, existen dos razas que conviven: los Viajantes, cuya naturaleza es similar a la humana; y los Permanentes, raza cuya evolución física no se encuentra regida por el desplazamiento en el tiempo sino en el espacio, lo que les permite ir y venir de la vejez a la infancia de manera indefinida, con sólo moverse en la longitudinal extensión de la ciudad. El protagonista de esta novela
gráfica publicada por editorial Agua Negra, es Javier Dosaires, un permanente que vivirá una historia de amor con una viajante, será testigo de la lucha de clases encarnada en una guerra entre ambas razas, y finalmente un superviviente de la destrucción de Cieloalto. Como ocurre con lo mejor de la ciencia ficción, el relato en manos de Agrimbau y Pietro se convierte en una herramienta para ir más allá de la
historieta. Una vez más, es posible ir de la realidad a la ficción y, desde allí, volver a la realidad con una mirada renovada.
–La historieta argentina tiene una importante tradición en la ciencia ficción. No es menor que El Eternauta sea la historieta nacional más representativa. ¿Es una carga trabajar con un listón tan alto?
Diego Agrimbau: –No es una carga. Es un sostén, una tradición que sirve
más como un continente de sentido que permite ver nuestro trabajo en una
perspectiva histórica. Sin haber leído las historias de Trillo,
Oesterheld o Barreiro, probablemente yo nunca hubiera escrito ciencia
ficción. No de la misma manera.
Pietro: –Yo soy muy autocrítico con mis dibujos, ya cargo con un listón
que está por encima de mi propio talento, pero no había pensado en ese
listón… que está más alto, así que mejor me quedo con el mío.
–En apariencia, la ciencia ficción en la Argentina es abordada más
asidua y eficientemente por la historieta que por la literatura o el
cine. ¿Es cierto?
DA: –En el caso del cine hay un impedimento técnico y presupuestario
evidente. En la literatura hay varios ejemplos, pero es claro que el
género fantástico fue mucho más practicado. Hay obras fantásticas de
Cortázar, Borges, Bioy Casares o Sábato que están muy cerca de la
ciencia ficción más blanda, y que pueden ser leídas de ese modo
perfectamente. Con la ciencia ficción más dura y técnica sucede otra
cosa. Surgió en los países donde la ciencia y la tecnología tuvieron su
mayor desarrollo: EE UU, Rusia, Francia, Reino Unido, etc. En estos
países, el encuentro entre ciencia y literatura se dio necesariamente.
Muchas veces recorrieron los mismos pasillos académicos, las mismas
revistas.
–¿Por qué la ciencia ficción resulta un vehículo tan poderoso para la metáfora social?
DA: –Creo que permite crear sociedades, culturas, mundos, razas. La
imaginación debe aplicarse a todo aspecto del escenario de la historia.
De esa forma, la materia con la que uno trabaja para crear metáforas,
hipérboles o analogías con el presente, es mucho más vasta.
P: –A mí me gusta pensar que la metáfora social en un contexto
reconocible, en una historieta histórica o en una sociedad real, el
lector está constantemente saliendo de esa historia para identificarse o
alejarse. En cambio, con la ciencia ficción los artificios te mantienen
dentro de la historia y, cuando te querés enterar, incorporaste la
metáfora entera.
–¿Cuáles son las dificultades de trabajar ateniéndose a las reglas de un
género y cuánto cuesta conseguir ser original? ¿Hay fórmulas?
DA: –Sí, hay fórmulas. Pero son como las recetas de los chefs o los
trucos que pasan de mago en mago. Hay que mantener el misterio. Una
buena fórmula resulta eficaz para comenzar pero, como siempre, garantiza
poco, apenas un punto de partida. Para el resto del trabajo, no hay
fórmulas. No muy convincentes, al menos. El caso de Cieloalto, parte de
otra vieja fórmula: "Qué pasaría sí…".
P: –Buscar la originalidad te puede llevar a no hacer nada, mi única
formula es meterme en la ficción que estoy dibujando y hacerlo lo mejor
que pueda, si sale original o no, después se verá, pero estar pensando
en reglas del género y originalidad a mí me paraliza y no me sale nada.
–¿Qué mirada del mundo real quisieron dar o creen que ofrece su trabajo desde la ficción?
DA: –Por mi parte, al menos, creo que lo que encierra Cieloalto es
cierta angustia por envejecer y sentir que uno ha perdido el tiempo
durante muchos años. Que la vida se desperdicia. En Cieloalto, en
apariencia, los personajes están inmunes a esta angustia, ya que pueden
volver a empezar una y otra vez. Claro que de ese modo uno puede pasar
toda una eternidad volviendo a empezar, reiniciando los planes, sin
llegar a ninguna parte.
P: –Visualmente es muy interesante que el protagonista inmortal tenga
una mirada de niño o de anciano sobre ciertas situaciones, y sabiéndose
inmortal siempre posterga decisiones importantes. Ser finitos nos
tendría que obligar a vivir más fuerte y, sin embargo, uno se deja
seducir por estimulaciones superficiales que te hacen sentir inmortal y
con un pie en el cajón te das cuenta de que no tomaste un puta decisión
como la gente en toda tu vida.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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