Sin embargo el verdadero problema con los Apocalipsis que nunca se dignan a presentarse cuando se los invoca, es que se los suele buscar en los signos y los días equivocados. Pero quienes son buenos observadores saben que el mundo se terminó muchas veces en lo que duró este 2012. El primer fin del mundo del año ocurrió el 8 de febrero y el último, el 5 de noviembre. Esos días dejaron de existir Luis Alberto Spinetta y Leonardo Favio, dos de los más notables artistas populares de la Argentina (y Latinoamérica) del siglo XX. Padre no sólo del Rock en la Argentina sino de ese género en idioma español, Spinetta fue un artista único, multifacético y genial. A pesar de todo eso, quizá a él no le desagradaría que lo recordaran simplemente como un rockero. Eso era y eso será siempre el Flaco Spinetta. Aunque también fue cantante (y popular), Leonardo Favio en cambio será recordado como lo que es: un notable director de cine. Autor de películas tan inolvidables para los espectadores como extraordinarias desde lo cinematográfico, Favio supo construir un cine de calidad sin resignar ni una sola vez la raíz popular de su forma de ver y sentir el arte, siempre ligado al peronismo. No es casual que ambos, Spinetta y Favio, surgieran durante los años 60, ricos y efervescentes, como parte de una generación que fue sistemáticamente masacrada en la década siguiente. Ambos fueron homenajeados: Spinetta con una muestra de valor incalculable realizada hasta hace poco en la Biblioteca Nacional; Favio durante el Festival de Cine de Mar del Plata. Si deben interpretarse las profecías Mayas como el anuncio del fin de una era, eso es lo que marcan para la cultura nacional las muertes de estos dos artistas que sin duda serán recordados por los futuros libros de historia argentina. Y lo que es más importante, seguirán vivos para siempre en sus canciones y películas, la más justa de las inmortalidades.
Las muertes de los escritores Héctor Bianciotti, Héctor Tizón, del mexicano Carlos Fuentes, del italiano Antonio Tabucchi y los norteamericanos Ray Bradbury y Gore Vidal; del artista gráfico Caloi; de la cantante Chavela Vargas y del arquitecto Oscar Niemeyer, también fueron a su modo un fin del mundo. Cada uno de ellos y sus obras serán también inolvidables para la cultura latinoamericana y mundial. En el caso de Fuentes, la muerte lo sorprendió en plena actividad, apenas semanas después de que pasara por la Feria del Libro de Buenos Aires y privó a las letras de uno de sus más grandes exponentes. Eterno candidato al Nobel de Literatura que conquistaron Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, sus compañeros del "Boom Latinoamericano", fenómeno literario y editorial que abrió la ficción latinoamericana al mundo durante la década de 1960, Carlos Fuentes celebraba este año el medio siglo de sus novelas Aura y La muerte de Artemio Cruz. Al momento de su muerte, el autor tenía dos libros terminados, el ensayo Personas y la novela Federico en su balcón, publicados en forma póstuma.
Justamente el mundo de las letras estuvo cargado de acontecimientos importantes, algunos no exentos de polémica. El más destacado sin dudas tiene que ver con la polémica en torno al galardón más famoso del mundo literario, el Nobel, y la decisión de la Academia Sueca de distinguir al novelista chino Mo Yan. El premio significó un regocijo para sus compatriotas y el rechazo de los intelectuales críticos con el régimen chino. El propio Mo Yan se defendió diciendo que para un escritor "la mejor manera de hablar es escribiendo", dejando en claro que, como en el caso de Vargas Llosa el año pasado, el premio reconoce una obra literaria y no un pensamiento más allá de los libros publicados por el autor. La controversia también rodeó al peruano Alfredo Bryce Echenique, quien se adjudicó el FIL de Literatura en Lenguas Romances 2012. El autor de Un mundo para Julius, acusado y multado en reiteradas oportunidades por plagio, debió recibir el galardón en Lima en lugar de en la apertura de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, con lo que se rompió la tradición de ediciones anteriores. El premio había sido cuestionado por una docena de intelectuales mexicano y al mismo tiempo apoyado por un nutrido grupo de personalidades del mundo de las letras.
Otros grandes premios, en cambio, se rindieron sin cuestionamientos. La más alta distinción de las letras en lengua castellana, el Premio Cervantes, recayó sobre el poeta español José Manuel Caballero Bonald, de 86 años, mientras que el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana fue para otro poeta, el nicaragüense Ernesto Cardenal, de 87. Por su parte el escritor español Javier Marías rechazó el Premio Nacional de Narrativa que le concedió el Ministerio de Cultura español, por su novela Los enamoramientos. El español justificó la decisión en su voluntad de no querer ser etiquetado como autor "favorecido por este o aquel Gobierno", ni ser involucrado en juegos políticos. Y agregó que se habría negado a aceptar el galardón independientemente del partido que estuviera en el poder.
Por su parte el estadounidense Philip Roth, cuyo nombre se encuentra abonado hace años a las listas de favoritos al Nobel de literatura, se llevó el Príncipe de Asturias de las Letras y luego sorprendió con su anuncio de retirarse del oficio de escritor. Entre los autores argentinos, Leopoldo Brizuela se llevó el premio Alfaguara de Novela por su thriller existencial sobre la historia argentina reciente, Una misma noche, en tanto que Ricardo Piglia fue honrado con el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes. En el rubro de la literatura infantil y juvenil, María Teresa Andruetto ganó el premio más prestigioso de esas letras, el Hans Christian Andersen.
En el mundo de las artes plásticas, el popular cuadro El Grito, del pintor noruego Edvard Munch (de cuyo nacimiento se cumplirán 150 años durante 2013), batió todos los récords al alcanzar en subasta un valor de casi 120 millones de dólares. En Buenos Aires se destacó la muestra de Caravaggio en el Museo Nacional de Bellas Artes, más el aporte permanente de espacios consolidados como MALBA y Fundación Proa, y otros que comienzan a ganarse un lugar, como la Universidad de 3 de Febrero o el Museo de Tigre.
En el plano cinematográfico, el film mudo de origen francés El artista, fue el gran ganador de los premios Oscar, llevándose 5 estatuillas, entre ellas la de mejor película, mejor Director (Michel Hazanavicius) y Mejor Actor (Jean Dujardin), mientras que el austríaco Michael Haneke volvió a quedarse con la Palma de Oro en el Festival de Cannes, por su último trabajo, Amour, protagonizada por dos leyendas del cine francés, Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva. El film de Haneke también es uno de los candidatos más firmes al premio de Mejor Película en Lengua Extranjera en la próxima entrega de los Oscars. En el plano local, el documental Papirosen, de Gastón Solnicki, ganó la competencia Argentina del BAFICI, en tanto que la comedia negra Hermanos de sangre, de Daniel de la Vega, se llevó el mismo lauro en el Festival de Mar del Plata. También causó polémica la no inclusión del gran documental Tierra de los padres, de Nicolás Prividera, en ninguna de las dos competencias mencionadas. Y merece destacarse el estreno de Infancia clandestina, de Benjamín Ávila (enviada por la Argentina como precandidata a los Oscar), que puso en pantalla una nueva e interesante versión de la lucha armada durante la última dictadura militar, a través de la mirada de un niño.
Sin embargo, entre tanta novedad importante y despedidas de esas que no se olvidarán por muchos años, 2012 corre el riesgo de ser recordado como el año en que se impuso el baile del caballo, popularizado por el video de la canción Gangnam style, del rapero coreano Psy. Dicho video se convirtió en el más visto de la historia
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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