Desde hoy y hasta el domingo 9 de diciembre en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avda. Corrientes 1530), se llevará a cabo el ciclo Leone vuelve: cinco clásicos restaurados. El mismo estará integrado por cinco largometrajes del gran director italiano Sergio Leone, maestro del spaghetti-western, cuyos mejores films vuelven a la pantalla grande, restaurados para su lanzamiento en Blu-ray.
Está bien: la Lugones organiza un ciclo, la noticia lo informa y esta nota lo reproduce pero, ¿por qué habría que volver a ver las películas de Sergio Leone? ¿Cuáles son los motivos para ir al cine a ver spaghetti-western, un género que lleva más de tres décadas clínicamente muerto? Como corresponde a preguntas estúpidas, hay mucho más que una sola respuesta para contestarlas seriamente.
Para ello habría que, sobre todo, recordar quién fue Sergio Leone y más que eso, revalorar no sólo su trabajo sino a todo un género injustamente menospreciado. Acusado sobre todo de paródico e incluso de fantástico respecto del western norteamericano, la apropiación por parte de productores y directores italianos (y de otras partes de Europa en menor medida) significó, sin embargo, la revitalización de un género que en el Hollywood de los años 60 comenzaba a languidecer. Fueron sobre todo dos Sergios, Leone y Corbucci, quienes con sus películas modernizaron el imaginario y la forma de narrar cinematográficamente la épica del Oeste norteamericano. No deja de ser sorprendente que se despreciara al spaghetti-western por fantasioso, cuando el western siempre fue, desde su concepción, un espacio fantástico a partir del cual los Estados Unidos se dedicaron a construir (y porque no a inventar) un relato histórico, estableciendo desde allí un modelo y una idea de nación. Si desde ese punto de vista es imposible considerar al western como un género realista, entonces el gran mérito de Leone y Corbucci es justamente jugar al extremo con las posibilidades de fantasear con el pasado. Un pasado con el que, desde Europa, no se tenía absolutamente ningún compromiso más que el de la mera creación artística. Existe una amplia bibliografía crítica y analítica sobre el spaghetti-western, pero uno de los libros más entretenidos y completos que se pueden leer al respecto es 10.000 mil formas de morir, escrito por el director de cine y fanático del género Alex Cox, que fuera publicado el año pasado por Ediciones FAN y el Festival de Cine de Mar del Plata.
En ese contexto, Sergio Leone fue capaz no sólo de comprender esas reglas de juego sino de, a partir de ellas, crear un universo en el más cósmico sentido de la palabra. Universo que creció en fulgor con la llamada Trilogía del Dólar, compuesta por los filmes Por un puñado de dólares, Por unos dólares más y la más famosa de ellas, El bueno, el malo y el feo, todas protagonizadas por Clint Eastwood, más el invalorable aporte de Lee Van Cleef y Gian Maria Volonté, entre otros; y que tuvo su Big Bang con la gran épica de Érase una vez en el Oeste, con Henry Fonda, Charles Bronson y Claudia Cardinale, todas ells incluidas en este ciclo. En ellas Leone diseñó una estructura narrativa en dónde la construcción mitológica es evidente y por ello, capaz de ser asimilada a infinidad de relecturas.
Qué otra cosa se le puede pedir a un buen relato.
Que más se le puede exigir al cine.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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