Thriller policial de esos que son difíciles de contar, Lugares oscuros tiene una ventaja: Charlize Theron. La actriz sudafricana que viene de brillar en la nueva versión de Mad Max –que a poco de su estreno y a pesar de las excelentes críticas ya fue dada de baja de las carteleras porteñas– da nuevas muestras de por qué es una de las estrellas de Hollywood más versátiles de la actualidad. Rodeada de un elenco que reúne estrellitas en ascenso, como la no menos talentosa Chloë Grace Moretz y Nicholas Hoult; figuritas de moda de la televisión como Christina Hendricks, la pelirroja sensual de Mad Men y un batallón de buenos secundarios, Theron es un sol en torno del cual no sólo orbitan sus compañeros, sino también la trama. O al menos buena parte de ella, porque el film propone una forma de relato compuesto por capas temporales y múltiples puntos de vista, que son los que justamente dificultan la tarea de entregar una sinopsis acotada.
La historia de Libby Day, el personaje de Theron, se desarrolla en dos partes. Una durante su infancia en una granja de Kansas a mediados de la década del ’80, cuando su madre y sus dos hermanas mayores son asesinadas brutalmente en un crimen de ribetes satanistas por el que su hermano Ben, fanático del heavy metal, es condenado a prisión perpetua. La otra en la actualidad, en donde ella vive de la caridad de desconocidos que desde niña le envían dinero, apiadados por su condición de sobreviviente. Pero un día su abogado le avisa que ya no le quedan dinero ni caridad para seguir viviendo de su tragedia personal y le entrega una última carta. En ella, un club de fanáticos de crímenes famosos le ofrece dinero a cambio de participar de sus reuniones y contar una vez más su historia. Los miembros del club no creen que Ben sea el verdadero culpable del crimen y a partir de eso la parca Libby deberá desandar el camino de su pasado en busca de reconstruir una memoria que tal vez no sea más que una ficción.
Más allá de las vueltas de tuerca que resultarán más o menos previsibles para el espectador entrenado en este tipo de intrigas sombrías, Lugares oscuros ofrece el atractivo de un retrato poco frecuente de Estados Unidos. Algo así como el lado B del Sueño Americano y una mirada muy crítica del período en que gobernó Ronald Reagan. Una época signada por una suerte de neopuritanismo, en la que el heavy metal era el mismo demonio (se llegó a enjuiciar a la banda Judas Priest como instigadora del suicidio de un fanático y Tipper Gore, esposa del luego vicepresidente de Bill Clinton, Al Gore, encabezaba agrupaciones que militaban en contra del rock en general y del metal en particular). Pero también de una coyuntura ultraliberal que se cargaba los sueños (y la vida) de muchas familias de trabajadores agrícolas. Algo que, hablando de heavy metal, cuenta muy bien y en primera persona Dave Mustaine, líder del grupo Megadeth, en su canción “Forclosure of a Dream”.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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