Dentro del amplio oficio de la escritura, cada trabajo tiene su complejidad y una obra biográfica no es precisamente de las más sencillas, mucho menos si el biografiado todavía no se ha dignado a trascender la materia. Es posible imaginar entonces la dificultad que representa una biografía que incluye, al menos, cuatro egos bien vivos que hace años surfean en la cresta de la ola. Eso es Metallica, la banda de rock pesado más importante del mundo en la actualidad, aunque tal afirmación impone ya desde el primer párrafo un arduo tema de discusión. Pero mejor volver unos pasos para atrás, para qué apurarse.
Acaba de llegar a las librerías del país Metallica: furia, sonido y velocidad, una biografía que busca reunir toda la información disponible acerca de este cuarteto estadounidense cuyos discos resultan cruciales para entender una parte muy importante de la historia del heavy metal, uno de los géneros más populares del rock, pero muchas veces injustamente despreciado. El libro, firmado por los argentinos Matías Recis y Daniel Gaguine, periodistas especializados en espectáculos en general y especialmente en temas vinculados a la cultura del rock, recorre la vida de los miembros de la banda, incluyendo a la media docena de músicos que alguna vez fueron parte de sus diferentes formaciones. Además de una buena provisión de anécdotas públicas y privadas, el trabajo de Recis y Gaguine se encarga de dividir el recorrido en períodos y de analizar casi dos decenas de trabajos de la banda, incluyendo discos, videos y recopilaciones. Los autores también incluyen algunos datos personales poco conocidos, como que James Hetfield, guitarrista y cantante de la banda, está casado desde 1997 con la rosarina Francesca Tomasi. Es decir, se encargan de mostrar a Metallica desde todos los perfiles posibles, pero sobre todo desde lo artístico y lo industrial, dos fuerzas en constante tensión dentro de la historia del grupo.
El libro resulta oportuno por varias razones. La primera tiene que ver estrictamente con el canal artístico: la celebración de los 30 años de Kill'em All, disco debut de la banda editado el 26 de julio de 1983, que significó un punto de quiebre dentro de la evolución del metal. Otras dos, relacionadas con el costado marketinero de la banda, son el reciente estreno de la película Through the Never, todavía disponible en las carteleras de algunos cines, y el inminente y promocionado show de la banda en la Antártida, con el auspicio de una muy vendida gaseosa baja en calorías. Ambos hechos, paradójicos y opuestos, resultan sin embargo una síntesis eficaz de lo que Metallica es y no sólo de lo que representa. Que por cierto no es lo mismo y Metallica: furia, sonido y velocidad sabe dar cuenta de ese carácter dual.
El origen de Metallica es similar al de cualquiera de las otras bandas que alguna vez hayan sacudido a la música juvenil, de Los Beatles a Nirvana, pasando por Black Sabbath, Sex Pistols y algunas pocas más: un grupo de adolescentes un poco raros, en busca de ese lugar en el mundo en donde las palabras y los sonidos coincidan con lo que se siente. No es casual que Metallica virtualmente inventara el thrash metal, fusión de la agresividad y la técnica musical del heavy metal con la furia y el inconformismo del punk y el hardcore. Tarea en la que, es justo decirlo, no estuvieron solos: bandas como Slayer, Megadeth, Kreator, Exodus, Anthrax, Coroner o Sodom colaboraron en la etapa fundacional de ese género que volcó al metal a un camino cada vez más pesado. Pero le correspondió a Metallica ser pioneros en muchas cosas, como haber grabado ese primer disco que sentaría las bases, o ser la primera y tal vez única banda del gueto thrash en pasar de la popularidad a la masividad, que tampoco es lo mismo.
El libro de Recis y Gaguine expone sin subrayar el camino que los llevó de ser una banda de chicos tocando lo que les gusta a convertirse en una empresa de señores que hacen negocios. Desde hace tiempo Metallica difícilmente sorprenda con sus creaciones, algo que no siempre fue así (ver recuadro), sin embargo se han convertido en una estructura industrial que necesita generar impactos comerciales que la sostengan. De ese modo se entiende mejor el estreno de Thruogh the Nerver, un concierto filmado, falazmente presentado como película, o el bizarro concierto en la Antártida que ya causó algunas polémicas en la Argentina, a partir de que un grupo de fanáticos pusiera en duda la transparencia del concurso que define quiénes viajarán a ver a la banda tocar en el hielo. Hechos que dejan bastante claro que Metallica está más cerca de cotizar en bolsa que de ser parte de ninguna revolución.
UN RECORRIDO DISCOGRÁFICO
Metallica quedará en la historia del rock por haber reunido por primera vez todos los elementos sobre los que se fundó el Thrash Metal. Kill’em all fue un disco revolucionario y fundacional, que le quitó al heavy metal las pretensiones de virtuosismo sin resignar precisión ni complejidad (musical y técnica), sumando la suciedad y la rabia contestataria del punk. Sus siguientes discos perfeccionaron la fórmula y sin dudas Master of puppets representa la cima del género en cuanto a calidad compositiva. No es una locura comparar ese disco con alguno de bandas como Pink Floyd o King Crimson. Aunque en realidad And justice for all representa su trabajo más complejo desde lo musical y también el más influyente: a finales de los años 80, siete de cada diez bandas de Thrash querían sonar como ellos. Tan complicados son los temas del disco, que algunos nunca fueron tocados en vivo. En Youtube pueden verse las dificultades que el baterista Lars Ulrich tuvo con uno de esos temas durante las sesiones de grabación del juego Guitar Hero. Con el Álbum negro, en 1991, llegó para Metallica el tiempo de la masividad. Sin dejar de sonar pesado, la estructura de sus canciones eran menos ambiciosas y más preocupadas por agradar que por conmover. El salto fue enorme y la banda pasó de vender muchos discos a vender millones. En lugar de persistir en la búsqueda de nuevos caminos, Metallica intentó acoplarse a los cambios que otras bandas habían impulsado desde el grunge y el rock alternativo. El resultado fueron Load y Re Load, dos discos desparejos y alejados de la esencia de la banda. Lo mismo puede decirse de St. Anger, en el que buscaron modernizarse, asimilando el sonido de bandas como Korn. Finalmente hace cinco años editaron Death Magnetic, disco en el que intentan regresar a And justice for all, el punto de inflexión. En algunos temas se acercan bastante; en otros parecen una banda tratando de copiar a Metallica.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario