Hay acontecimientos en el cine que merecen ser celebrados. Este jueves se estrenó en Buenos Aires De caravana, la película cordobesa dirigida por Rosendo Ruíz, que luego de pasar por Córdoba con gran respuesta de público, donde con sólo tres salas se mantuvo durante ocho semanas en cartel y convocó a más de 20 mil espectadores, llega con gran expectativa a las salas porteñas. Y si de celebrar se trata, nada mejor que una película como De caravana.
Con el mundo del cuarteto y los bajos fondos cordobeses como hábitat natural, De caravana combina con habilidad la comedia y la acción sin privarse de abordar complejos escenarios sociales. Pero ahí no termina el asunto: Rosendo Ruíz no sólo consigue que el experimento sea exitoso, sino que lo hace a partir de recursos y herramientas cinematográficas propias de la más acabada cinefilia. No hay otra forma de explicar la química que se genera entre el público y lo que se cuenta desde la pantalla. La historia incluye un chico “bien” que termina enredado con mafiosos, a partir de conocer a una chica en una noche de cuarteto, peleas, romance, persecuciones y un grupito de malandras de mala muerte que pretenden secuestrar a la Mona Giménez. De caravana matiza situaciones de un humor muy cordobés, con incisivas miradas sobre cuestiones como las diferencias de clase, los prejuicios y la discriminación. Todo con la más impecable naturalidad. “Creo que encaramos todas esas cuestiones desde un lugar que es muy cercano a lo que es el espíritu cordobés”, dice Ruíz, “contar historias dramáticas, fuertes y hasta por momentos violentas, pero matizadas desde el humor, que le quitan el peso de la solemnidad.” El resultado es impecable
-¿Este tipo de películas son las que necesita el cine argentino para recomponer su relación con el público en términos de taquilla sin resignar calidad cinematográfica?
-Creo que al público le está faltando un poco de variedad. Me encantaría que directores como Lisandro Alonso fueran populares, estaría bueno que sus películas llenaran los cines, porque significaría que el público aprendió a mirar de otra forma. No es así y ojalá pueda ser que la cosa vaya por este camino. Fue un gran desafío, aunque no hice la película pensando en qué tenía que hacer para que el público vaya a verla. Pero sí sabía que no quería quedarme sólo con los cinéfilos, sino que también quería que la historia le llegara a mi tía, mi cuñada y el hijo de mi vecino y pudieran acercarse.
-Los géneros ayudan al público a introducirse en la narración y facilitan la identificación con las historias y los personajes.
-Siento que hay una necesidad de ver películas con escenarios propios. Creo que en Córdoba la película pegó mucho porque es la primera que muestra de esa forma a la propia ciudad. La gente se ha sentido muy identificada, tanto los de clase alta como los de clase baja, los chicos que van a los bailes de la Mona. El INCAA vio lo que pasó con la película en Córdoba. Y están muy preocupados por saber cómo volver a la época de oro del cine argentino, cuando el público llenaba los cines para ver películas nacionales.
-La experiencia de ustedes demuestra en todo caso que se puede hacer cine fuera de Buenos Aires y, sobre todo, que se puede ser exitoso fuera de Buenos Aires.
-Mucha gente nos decía que era un riesgo grande estrenar primero en Córdoba, porque estábamos rompiendo la regla de que todas las películas tienen que estrenarse primero en Buenos Aires. Pero nos pareció coherente estrenarla primero en Córdoba y nos la jugamos, a riesgo de que las salas después no nos aceptaran en Buenos Aires.
-De distintas maneras la película fue un desafío: lo fue hacerla en Córdoba; lo fue hacerla sin ceder a la tentación del montaje vertiginoso; lo mismo que estrenarla primero en tu ciudad. ¿El cine para vos es eso, un desafío permanente?
-No lo sé. Yo soy muy conservador en mi forma de vivir, no tengo una vida al límite.
-Por ahí justamente el cine te permite romper con esa tranquilidad.
-Para los próximos proyectos me planteo expandir límites, de jugármela sin pensar si le va a gustar al espectador. En De caravana hay muchos momentos así y me guié por la intuición. Sobre todo en los momentos de humor más callejero o en las escenas más delirantes. Sabía que había personajes que los intelectuales o la gente del cine me los iba a criticar, por subrayados. Pero quería reflejar eso del humor cordobés. Esos “trazos gruesos” son los que más festeja la popular, con los que más se identifica el cordobés. Y yo festejo haberme tomado esa libertad, por más riesgo que representara.
-La película demostró que puede identificar al público cordobés y ahora se estrenó en Buenos Aires. ¿Qué pensás que la película le puede ofrecer al espectador porteño?
-Creo que la película tiene potencial, porque vi como reaccionó la gente de Buenos Aires que ya la vio. Creo que les gustó sorprenderse con un cine argentino que tiene otras tonadas, otros colores, otra música. Y se divirtieron mucho. También, por más que sea de Córdoba, la realidad social de la película tranquilamente puede trasladarse a Buenos Aires. Seguramente se van a enamorar de los personajes, la van a pasar bien y se van a ir con algunas ideas y preguntas. Que te pase todo eso viendo una película creo que es muy lindo. Por ahí queda mal que lo diga yo, pero es lo que recibo de la gente en todos lados.UN BIENVENIDO FEDERALISMO PARA EL CINE
-¿Cómo es en general para los realizadores hacer cine fuera de Buenos Aires?
-Yo pertenezco a la camada de directores cordobeses de Santiago Loza (Rosa Patria, La invención de la carne y Los labios) y Liliana Paolinelli (Por sus propios ojos): ellos decidieron irse a Buenos Aires a los veintipico de años. Esa para mí no era una opción elegir entre mis amigos, mi novia, mi gente, mi ciudad, por mi profesión, y dije: me quedo, me quedo, quiero filmar desde acá. Es muy injusto que me tenga que ir para poder hacer una película. Me demoré un poco, es cierto, pero en el medio me metí en el teatro. Ahí calmé un poco mi ansia creativa, hasta que justo se dio la coyuntura en el momento en que se tenía que dar. Ya tenía el guión de De caravana, lo filmamos. Y hoy por hoy se está por aprobar una Ley de Cine en Córdoba, mi provincia, que en este momento tiene todos los recursos necesarios para hacer una película de manera profesional. Por lo único que nosotros tuvimos que ir a Buenos Aires fue para la mezcla digital de sonido y para el paso de la película a 35 milímetros. Todo lo demás, desde equipo técnico, actores, luces, camiones, en Córdoba hoy por hoy está. No hace falta ir ni traer gente de Buenos Aires. Así que estoy muy contento, porque se han hecho muchas películas, y muchas buenas además, como Yatasto, Criada… Mariano Luque que este año estuvo con su película Salsipuedes en Cannes. Es un momento muy particular en Córdoba, en el que puede ser –y yo tengo fe en que así sea- que se genere un polito de producción importante.
-Vos decís que elegiste no irte, pero que esa elección es la que de alguna manera la que te llega a pagar con esta demora para hacer tu primera película.
-Es así, creo que sí. Pero también mi elección fue meterme en el mundo del teatro; si hubiera insistido en ese momento en seguir filmando no sé qué hubiera pasado. Lo cierto es que las condiciones se dieron ahora, en estos últimos diez años, sobre todo por los avances tecnológicos -las cámaras son hoy más accesibles. Pero en Córdoba también hubo una maduración de las generaciones que iban surgiendo de las facultades y las escuelas. No lo tomo como un pagar tiempo que no estuve produciendo, sino como que este es mi momento de empezar a producir y ojala pueda seguir hasta los noventa años, como Manoel de Oliveira, que todavía sigue produciendo a los ciento y pico. Durante ese tiempo produje mucho teatro y eso me calmó un poco.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario