martes, 8 de noviembre de 2011

CINE - Comenzó el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: 26 páginas de cine


El Festival Internacional de cine de Mar del Plata comenzó el sábado a la noche su edición número 26: la apertura estuvo a cargo de ¡Vivan las antípodas!, del director ruso Victor Kossakovsky, una de las películas incluidas en la Competencia Internacional. La pelícla propone el viejo juego de reflejar los opuestos, a partir de elegir 4 pares de lugares en el mundo que se encuentren entre sí en el exacto lado opuesto del planeta: Argentina y China; Chile y Rusia; España y Nueva Zelandia, y Botswana con Hawai. Con un notable manejo de cámara y virtuosismo fotográfico que muchas veces casi llega a pecar de excesivo, el film de Kossakovsky va encontrando lazos entre estos sitios en apariencia desconectados. Esos lazos aveces son legítimos y otras un poco forzados, tal vez por ello la película oscile entre los aciertos y la intrascendencia, al punto de darle mayor prescencia a alguna de sus secciones en detrimento de otras, que apenas tienen un desarrollo mínimo. El gran acierto: el duo de gauchos entrerrianos que con su ingenio inocente parecen comunicarse con breves frases que muchas veces parecen haikus surrealistas.
Dentro de la competencia Latinoamericana se ha podido ver el film colombiano Porfirio, de Alejandro Landés. El título refiere al nombre de su protagonista, un hombre de clase baja de la ciudad de Bogotá, que ha quedado paralítico al recibir accidentalmente un disparo militar en la columna. La película –una docuficción interpretada por sus protagonistas reales–, reconstruye la vida cotidiana de Porfirio Ramírez, sus dificultades diarias para cuestiones tan básicas como asearse, ir al baño o hacer el amor. El relato crece a partir del atractivo de su protagonista, este Porfirio que sobrelleva su dolor como va pudiendo, aunque también es cierto que en tren de buscar la naturalidad caiga algunas veces en ciertos desbordes innecesarios. Otro film de esta competencia es la salvadoreña El lugar más pequeño, de la directora Tatiana Huezo Sánchez, que sigue a un grupo de personas que relatan el regreso a su pueblo en la selva, luego de la tremenda guerra civil que azotó a El Salvador entre 1979 y 1992. El film consigue conmover con recursos tan válidos y tan sencillos como sus propios personajes, un grupo de campesinos tenaces y adoloridos.
Dentro de la competencia Argentina impactó Diablo, dirigida y escrita por el periodista Nicanor Loreti y protagonizada por Juan Palomino. Diablo se interna en el cine de género, combinando de modo lúdico humor absurdo y violencia, y tanto remite al cine de Robert Rodríguez y Tarantino, como al del inglés Guy Ritchie. Interesante emergente de un género que viene creciendo y que puede funcionar para capturar una porción del público joven que rehúye al cine nacional. Obvia candidata al premio de la gente.
Claro que la programación del festival no se reduce a sus competencias principales, sino que incluye una interesante lista de opciones. El rescate de los clásicos es una de las especialidades de la casa. Se ha proyectado en 16 mm Crimen en París, película de 1947 de Henri-Georges Clouzot, director conocido como “El Hitchcock francés”, o la irrepetible Los Traidores, de Raymundo Gleyzer, a quien vuelve a homenajearse. Dentro de los cines marginales, puede verse la sección Las venas abiertas… (de América Latina), que se sumerge en el pantano oscuro de la cinefilia: el cine de género latinoamericano. Uno de los grandes atractivos de esta sección no oficial es Juan de los muertos, promocionada como la primera película cubana en abordar la temática zombie. Material siempre dispuesto a ofrecerse a nuevas metáfora, el director Alejandro Brugués –nacido en la Argentina pero formado en la famosa escuela de cine de San Antonio de los Baños de Cuba–, se sirve de los muertos vivos para atravesar la compleja situación política de la isla, sin privarse ni de humor ni de efectos especiales. Puede decirse entonces: Habemus Festival.

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