Si algo vuelve a exponer una película como Un sueño extraordinario (Astronaut, Shelagh McLeod) es la desigualdad que existen entre hombres y mujeres en la industria del cine. ¿Cuántas películas hay en los que una mujer de más de 75 todavía es la protagonista exclusiva? No muchas, pero con hombres unas cuantas. La cosa no varía demasiado si se baja la vara hasta los 65 y la diferencia sigue siendo grande (aunque cada vez menos) si se piensa en protagonistas de más de 50. Como un reflejo de los códigos que imperan en el resto de la sociedad, el fin de la juventud (y con ella, el de un ideal de belleza) es una pérdida que las mujeres pagan muy caro en el mundo del cine. En cambio para los hombres representa casi una cualidad que les asegura cierta continuidad laboral, una suerte de segunda vida.
En esa etapa se encuentra Richard Dreyfuss, que encarna al inquieto Angus con la simpatía que es habitual en este actor, que ganó un Oscar por su protagónico en La chica del adiós (1977) y fue el fetiche de Steven Spielberg en varias de sus primeras películas, como Tiburón (1975) y Encuentros cercanos del tercer tipo, también estrenada en el ‘77. Pero además hay algo en Angus que lo emparienta con Roy Neary, el personaje obsesionado con los extraterrestres que Dreyfuss interpretaba en esa última. No solo porque la relación con lo cósmico vincula a las dos películas, sino porque esos anhelos transformados en obsesión son los que acaba convirtiéndose en la pulsión vital que motoriza a ambas criaturas.
Un sueño extraordinario es como Angus, una película simpática, amable e incluso capaz de expresar algunas reflexiones válidas en torno a la vejez y el rol pasivo que en el mundo moderno se les trata de imponer a quienes llegan hasta ella. Pero a diferencia del trabajo de Spielberg, que además de un gran entretenedor es un maestro en el manejo de las emociones a través del cine, la película de McLeod recurre a ciertos excesos para subrayar sus intenciones. El más notorio es el de una banda sonora tan omnipresente como torpe, pero también la sobreabundancia de personajes estereotípicos, de escenas costumbristas y de mensajes anunciados con flechas y neones.
Artículo publicadooriginalmente en la sección Espectáculos de Pägina/12.
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