El corrimiento hacia la derecha de la política mundial, en particular en la Argentina, es el eje sobre el cual se mueve La Feliz. Continuidades de la violencia, documental dirigido por Valentín Javier Diment. En él se propone una tesis: que la ciudad de Mar del Plata es, históricamente, uno de los epicentros en los cuales los movimientos de ultraderecha han encontrado su perfecto caldo de cultivo a nivel nacional. Para ello toma como emergente no sólo el triunfo de Carlos Fernando Arroyo, actual intendente de la ciudad, ex funcionario de la Dictadura y fervoroso defensor de los distintos alzamientos carapintada, sino el afianzamiento de agrupaciones ultra nacionalistas e incluso neonazis, que desde hace algunos años se han convertido en protagonistas de permanentes actos de violencia en La Perla del Atlántico.
A partir de ahí el documental de Diment hace foco en dos cuestiones centrales. En primer lugar el aire de familia que vincula a movimientos como la CNU (Concentración Nacional Universitaria), organización de ultraderecha que a comienzos de los años ’70 tuvo sus bases en las ciudades de La Plata y Mar del Plata, con los actuales Foro Patriótico Nacional (FoNaPa) y una miríada de células filonazis y skinheads, como Bandera Negra, La Giachino y otras. En segundo término, el proceso en el que se juzgo a ocho jóvenes acusados de distintos actos de violencia cometidos entre 2013 y 2017.
A través del clásico dispositivo de poner a los entrevistados en pantalla, La Feliz consigue urdir una trama en la que los crímenes cometidos por la CNU –asesinatos de estudiantes universitarios y militantes de izquierda, y un estrecho vínculo con los grupos parapoliciales durante la dictadura— se convierten en antecedentes directos de los crímenes de odio racial o de género, cometidos por miembros de agrupaciones que durante la última década sembraron de violencia la tradicional ciudad balnearia.
El material incluido en el montaje final resulta aterrador en más de un sentido. Desde los relatos de Marta García de Candeloro, quien estuvo secuestrada durante la dictadura en el centro clandestino conocido como La Cueva y cuyo esposo continua desaparecido desde entonces, hasta las expresiones de Carlos Pampillón, fundador de FoNaPa y vértice en el que convergen distintas agrupaciones de ultraderecha que comparten la ciudad.
Sostiene Pampillón, entre otras cosas, que los juicios por la memoria la verdad y la justicia y los 30 mil desaparecidos son “un invento armado para seguir haciendo dinero, porque perdieron la batalla armada y quieren ganar la batalla cultural”. Sostiene Pampillón que Trump es un “referente” para su forma de entender el nacionalismo y reivindica como trabajo social la restauración del monumento a la Policía Federal realizado por integrantes de La Giachino, agrupación de jóvenes neofascistas bautizada así en honor al Capitán Pedro Giachino, primer argentino caído en combate durante la Guerra de Malvinas, pero también acusado de torturar y matar en la base Naval de Mar del Plata, otro de los tantos centros clandestinos que hubo en la ciudad durante la dictadura. Sostiene Pampillón que “los militares se quedaron muy cortos”, porque dejaron “muchos vivos”. Pampillón está libre.
De un lado o del otro, los testimonios son elocuentes. Diment, quien habiendo dirigido en 2010 el documental Parapolicial negro. Apuntes para una prehistoria de la Triple A ya tenía experiencia en esto de vincular presente y pasado de la violencia en la Argentina, realiza un buen trabajo al integrar ese conjunto de voces dispersas en un relato coherente y claro. Y se permite utilizar algunos recursos del cine de género para hacer más atractiva algunas enumeraciones, que de otro modo hubieran resultado tediosas desde lo cinematográfico.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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