La gente comienza a juntarse sobre la ruta, tratando de cerrarle la boca al asfalto. Son hombres y mujeres, y se los ve enérgicos, motivados. Curiosamente, frente a ellos se encuentra la policía: un batallón completo de policías, incluyendo autos, carros hidrantes y muchas caras endurecidas. “Sí, los vamos a sacar a todos, porque esa es nuestra orden”, dice uno de ellos con todo el aspecto de saber bien de lo que habla. Y los sacan, nomás. “¡Paren! ¡Somos los maestros de sus hijos!”, grita asustada una mujer que busca protección dentro de un auto. Unos escapan, otros los persiguen. Todos corren. De pronto, un hombre en el piso y sangre. Con estas imágenes, tomadas de cámaras hogareñas o de la televisión, comienza el documental En obra, en donde los directores Ariel Borenstein y Damián Finvarb intentan contar la historia detrás del asesinato del maestro Carlos Fuentealba en 2007, durante un corte de ruta organizado por el gremio docente de la provincia de Neuquén, durante el gobierno de Jorge Sobisch. Enseguida la película viaja al futuro, para completar la historia desde la actualidad. Un hombre cuenta conmovido el momento en que hieren mortalmente a Fuentealba, porque él, que lo vio retorcerse de muerte exactamente en ese mismo lugar, apenas sabía quién era. “Yo, que conviví con él, no lo conocí”, dice Juan Uribe, portero de la escuela donde daba clases Fuentealba. Y enseguida llora y esconde con vergüenza su dolor, que también es bronca.
Así como Uribe, son muchos los que no pueden sacarse a ese maestro de la cabeza. Llama la atención que quienes lo recuerdan hablan de Fuentealba casi como si hablaran de sí mismos y expresan en primera persona sus recuerdos de lo que le ocurrió al compañero. Ariel Borenstein no es ajeno a la sorpresa que provoca esa involuntaria memoria colectiva. “Además de eso, más de uno hablaba de Carlos en presente. Hay una escena en la que una de sus compañeras que cuando muestra una foto de Fuentealba en la pantalla de su teléfono móvil dice: ‘Mirá, Carlos está igual’. Increíble.” Sin embargo los directores eligieron no contar la historia de esa muerte como un hecho más, el último, en la vida de Fuentealba, sino como una consecuencia de ella. Y, sobre todo, una consecuencia de la historia argentina. En obra es entonces el relato de la vida de un militante, pero también un documental sobre la historia de las luchas sindicales en Neuquén durante casi 3 décadas, y a la vez plantea un itinerario posible por el mapa político de la historia reciente. “Nos parecía imposible hacer una biografía política que no contara el contexto político que lo marcó y que, al mismo tiempo, protagonizó”, sostiene el director. Para ello documentan los procesos sindicales en la fastuosa obra de la represa de Piedra del Águila, que comenzó en 1986 y dio trabajo a más de cinco mil obreros. En ellos participó Fuentealba, quien fue parte del equipo administrativo de gremio de la construcción (UOCRA) entre 1989 y 1991. “Fuentealba se formó en la lucha social, pero al mismo tiempo intervino en ella, fue parte de esa pelea por hacerla avanzar hacia una salida positiva. Lo social no anula la subjetividad de Carlos, pero tampoco un militante como él se explica sin la objetividad que lo impactó”, completa Borenstein.
Dividido en tres partes que abarcan su vida en Piedra del Águila, las luchas como parte de los movimientos de desocupados que dejó el final de esa obra y su vida como docente, este documental es complementario de otro, La crisis causó dos nuevas muertes, codirigida por Finvarb, el otro de los directores de esta, donde se investiga la historia detrá de la cuestionada tapa con que el diario Clarín decidió informar sobre la muerte de los militantes Maxi Kosteky y Darío Santillan en 2003. Entre ambas se puede tener un retrato feroz sobre una forma de hacer política, en donde las razones son impuestas por una fuerza sin conciencia. “Las películas se complementan en el sentido en que a los gobiernos cuando determinados conflictos se les van de la mano, recurren a la represión. Eso mismo explica que luego queden impunes”, dice Borenstein. “Duhalde no fue ni imputado por la Masacre de Avellaneda, al igual que Sobisch en este caso. De la Rúa tampoco pagó judicialmente por los muertos del 20 de diciembre. La condena a Pedraza es un primer paso en el sentido de cómo con la lucha se puede meter presos a responsables políticos”, completa el director, aunque lamenta que “todavía no se logró lo mismo con represiones gubernamentales”.
Aunque sin dudas se trata de una película política, eso no sólo no invalida la mirada que ofrece sobre los hechos que retrata. “En mi caso milito en el Nuevo MAS”, confirma Borenstein, pero aclara que “Damián no milita en ningún partido, aunque tiene una visión política con muchos puntos en común a la mía, como se puede ver en su película anterior”. Borenstein destaca otro curioso punto político en común: “Damián hizo con Patricio Escobar una película contra Clarín [La crisis causó dos nuevas muertes], mientras que yo fui delegado en Clarín y Olé. Fui parte de la interna que echaron en el 2000 y que encabezaba Ana Ale”. A pesar de ese interés político, Borenstein cree que reconocer ese hecho “no significa resignar la importancia del hecho artístico en sí”. “Creemos en una relación dialéctica entre contenido y forma, que parte del contenido, de la política, pero en el que la forma no es un simple vehículo”, dice el director. Un aporte a la idea de que, parafraseando aquella canción redonda, todo cine es político.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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