Dentro de los géneros con los que puede ser emparentada la producción iberoargentina Cuando dejes de quererme, se pueden mencionar el policial de investigación, el drama familiar, el romance moderado y, sobre todo, el de las películas que aprovechan algunos hechos traumáticos de la Historia reciente como excusa para la ficción. En este caso es la Guerra Civil Española, cuyos horrores de algún modo también tienen que ver con la Historia argentina, en tanto muchos emigrantes y exiliados a causa de ella hallaron un refugio y un destino en este país. Acá comienza la ópera prima del vasco Igor Legarreta.
Cuando dejes de quererme se centra en Laura, una mujer nacida en un pueblo vasco a finales de los ’60 que vive desde muy chica en Argentina, donde llegó junto a su madre. El relato empieza el día de la muerte de su padre de crianza, cuando a partir de una carta que este le dejó rememora un viaje a su tierra natal, ocurrido 15 años antes. Salvo dos breves escenas, una al inicio y otra al final, todo transcurre en España durante aquel viaje en 2002, con numerosos flashbacks a 1967 para dar cuenta de los hechos originales.
Hasta allá fueron Laura (Flor Torrente) y su padrastro Fredo (Eduardo Blanco) al enterarse que los restos de su verdadero padre aparecieron con un tiro en la cabeza, después de 30 años en los que ella creció creyendo haber sido abandonada. La policía descarta abrir el caso de un crimen prescripto, pero la aparición de una póliza a favor Laura y su madre, firmada poco antes del asesinato, ponen a la joven y a su padrastro en el rol de investigadores.
No tardarán en aparecer cuestiones políticas, con la represión franquista y la ETA como sospechosos. Es ahí donde Cuando dejes de quererme comienza a mostrar puntos en común, tanto en lo argumental como en los recursos que hacen avanzar el relato, con El secreto de sus ojos. Una versión menos truculenta (se trata de una producción más modesta), pero que incluye coincidencias a veces circunstanciales y otras más de fondo. La entrada ilícita al domicilio de un sospechoso, una escena de despedida triste junto a un tren, el uso temerario de la historia de la violencia política (aunque no llegue a los extremos de Campanella y su oscarizado film), la complicidad institucional y un giro sorpresivo con el “amor” como justificación de un crimen y un engaño.
Aunque menos solemne, templada por el papel de Blanco y su habitual composición costumbrista y una historia de amor no tan oscura, Cuando dejes de quererme se afirma en el tono campanelliano. Que, como ocurre con la obra del argentino, acá también da sus mejores frutos por el lado de la intriga policial y se reblandece en un drama que se excede un poco en lo emotivo.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario