A 30 años de haber obtenido el primer Oscar que recibió el cine argentino, el regreso a las salas comerciales de La historia oficial, de Luis Puenzo, es un ejemplo extraordinario de cuál es el lugar del cine en tanto expresión cultural. Porque no caben dudas de que su reestreno, que tendrá lugar el jueves 24 de marzo, cuando también se cumplan cuatro décadas exactas del último golpe militar que marcó el comienzo de la era más oscura y trágica de la Argentina, es un acontecimiento cultural que excede el ámbito cinematográfico. Aunque tal vez hasta sea posible discutir algunas de las decisiones estéticas o narrativas que entonces tomó Puenzo (sin que ello signifique negar ninguno de sus méritos), es indiscutible que se trata de una de las cuatro o cinco películas más importantes de la historia del cine nacional. Por el alcance de su recorrido internacional; por la trascendencia de su tema; por el inigualable desempeño de su elenco completo; pero, sobre todo, por el momento histórico en el que se escribió, rodó y estrenó. La combinación de todos esos elementos teniendo lugar apenas un año después de la asunción del doctor Raúl Alfonsín como primer presidente de la nueva democracia argentina, el 10 de diciembre de 1983 (La historia oficial se estrenó en abril de 1985), convierten a la película de Puenzo en un acontecimiento político e histórico imposible de soslayar.
En efecto, el lugar que este film ocupa en la Historia trasciende al cine. Protagonizada por Norma Aleandro, Héctor Alterio y la increíble Analía Castro (que durante el rodaje en 1984 tenía apenas 4 años), La historia oficial narra el proceso de una mujer que durante el final de la dictadura comienza a sospechar que Gabi, la nena que adoptaron con su marido, gerente de una empresa vinculada tanto al ejército como a capitales estadounidenses, es en realidad hija de desaparecidos. Pero lo narra ahí mismo, menos de un año después de aquellos años de terror, cuando todavía no era posible saber si se trataba de un verdadero final o, apenas, de un nuevo oasis democrático en medio de la larga cronología de dictaduras que violaron las instituciones republicanas desde 1930. Sin embargo basta recordar la desaparición de Julio López, ocurrida hace apenas diez años (apenas pero nada menos), para hacerse una idea mínima de lo que pudo haber representado participar de este proyecto en aquel momento de la historia argentina.
Ayer, durante la presentación a la prensa de la nueva copia restaurada y digitalizada de su película, Puenzo afirmó que la historia no se mide en años, sino en períodos más largos y que seguimos dentro de la misma era histórica de la dictadura que secuestró, torturó, asesinó e hizo desaparecer a decenas de miles de personas. Sin embargo, agregó, hay otras formas de medir cuánto se hizo desde entonces por la memoria y la justicia en la Argentina. Cuando Puenzo escribió el guión de La historia oficial junto a Aída Bortnik y la filmó, entre 1983 y 1984, las Abuelas de Plaza de Mayo recién habían conseguido restituir la identidad de tres de sus niños apropiados. Hoy van por el 119 y no es descabellado afirmar que La historia oficial ha sido una herramienta fundamental en esa lucha. 30 años y 116 nietos recuperados después.
Artículo publicado en la sección Cultura del diario Tiempo Argentino, en lucha por falta de pagos desde hace tres meses y medio, y realizado únicamente con el esfuerzo de sus trabajadores y la colaboración solidaria de miles de personas.
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