Cualquiera sabe que el premio Nobel suele ser mucho más político que otra cosa. Y cada año, cuando un nuevo campeón de las letras se suma a la lista, ahí están quienes se interesan por leerlo todo, queriendo saber qué maravillas o decepciones trae la obra premiada; intentando descubrir qué tan política o cuán literaria ha sido la decisión de los suecos esta vez. En 2009 le ha tocado a la escritora rumana de origen alemán Herta Müller y la gran ventana editorial ha abierto su obra al mundo.
Lo que en principio se suele destacar de la obra de Müller es su carácter de exilada; lo cual es destacar poco de cualquier obra y obliga a levantar la guardia. Una mujer escritora en la Rumania comunista, oponiéndose al tirano Causescu -uno de los tantos satanás que tuvo el fin del siglo- y radicada en Berlín desde 1987, obliga a creer que se trata (de nuevo) de un reconocimiento político. Hay que abrir sus libros para sacarse la duda o confirmar el mal augurio.
En tierras bajas es el primero de ellos, publicado en Rumania en 1982 con numerosos recortes impuestos por la censura del régimen. La versión integra debió esperar dos años y fue editada en Alemania: de esa versión de 1984 desciende la aparecida en nuestro país. Colección de textos muy breves, excepción hecha de aquel que da nombre al volumen, con los que la escritora traza un itinerario posible que atraviesa un pasado como aldeana suaba en Rumania; un camino de memorias abiertas, que abundan en una suerte costumbrismo onírico que da cuenta, a su modo, de la extraña paradoja de ser nativa y extranjera al mismo tiempo.
Memorias como sueños, en los que la vida parece limitada a recorrer la eterna estría del ciclo solar: primavera, verano, otoño, invierno… y otra vez primavera. Sueños de una mujer que evoca con desconfianza aquella mirada inocente de un mundo que nunca lo fue. Relatos rituales que necesitan anotarlo todo para mantener girando ese ciclo solar, reducido a mecanismo de Moebius.
Con narraciones que recorren los nodos de la vida simple, En tierras bajas es, ante todo, un libro en el que no pasa nada porque pasa demasiado. Es esa vida vulgar -la de padres y de hijos aplastados; la del trabajo y la gente de pueblo; la del dolor de una niña que mira con sorpresa los inexplicables dispositivos del mundo-, la que Herta Müller consigue atrapar en sus textos. Que no son cuentos, pero que quizá también sean poesía.
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura del diario Perfil)
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