sábado, 20 de febrero de 2010
CINE - Los hombres que no amaban a las mujeres (Män som hatar kvinnor), de Niels Arden Oplev: Cuando el secreto de los ojos se vuelve obsesión
Durante la función de prensa, mientras esperan el inicio de la proyección, dos colegas conversan en la sala acerca de la reencarnación. Ella es una mujer joven que manifiesta su intriga por saber hasta qué punto el cine respetará al libro original; en cambio él, el más maduro de los hombres habituales en esas funciones, se muestra indiferente. Lo que pasa es que yo estoy con la palabra escrita y vos con el lenguaje cinematográfico, dice ella arriesgando un argumento que justifique la discrepancia, pero a la vez alcance a sofocar la incomodidad de la confortable oposición. Él ni lo piensa:
-A mí también me gusta la palabra escrita. Pero esto es como la bebida: conviene no mezclarlas…
Los libros, las películas; libros que se vuelven películas, que vuelven en más libros: el asunto renace ante cada adaptación cinematográfica de obras escritas. Lo curioso es que esta vez no se trata de otra versión de Los miserables o La guerra y la paz, sino de Los hombres que no amaban a las mujeres, título que comparten el film del director danés Niels Oplev y la copiosa novela del periodista sueco Stieg Larsson, perteneciente a ese enorme éxito editorial (que incluye otros dos volúmenes) agrupado bajo el colectivo de La saga Millenium. Promocionada como el resurgir de la novela negra, la serie sin embargo está más cerca de un suceso de marketing como El código Da Vinci que de la obra de Dashiell Hammett.
El tronco de la historia es más o menos el mismo: un periodista pierde un juicio por difamación, iniciado a partir de una investigación publicada en la revista Millenium, ante un poderoso hombre de negocios. Pero antes de purgar su condena es contactado por un viejo industrial, quien le encarga resolver un inesperado enigma que lo obsesiona: el posible asesinato de una de sus sobrinas en 1966. En paralelo se desarrolla la historia de una joven marginal dedicada a la investigación privada. Con un tortuoso pasado, la chica debe lidiar con su sórdido presente: por fortuna, para ella y para el relato, cuenta con un arsenal tecnológico y el carácter necesario para hacerlo.
De tono oscuro y opresivo, la película sigue con bastante obediencia al original. Aunque en su versión corta (la del cine) gana en agilidad con la poda y unificación de subtramas, exponiendo al mismo tiempo la hipertrofia de la novela. Incluso el guión accede a realizar varios cambios en la evolución de la trama, que suministran a quien haya leído el libro un motivo mínimo para volver a dudar. Tan real como que ciertos pormenores operan como máquinas divinas, sorprendiendo con evidencia que el propio espectador no tiene forma de anticipar (¿alguien dijo traición?). En el camino se permite adelantar algún detalle de la segunda novela (y película) de la serie.
Quienes se hayan acercado al cine para ver lo más taquillero de 2009, quizá se encontrarán arriesgando pronto que la clave de todo el misterio se encuentra en el secreto ahogado en la mirada de una fotografía. Será que esta película comparte con la de Campanella varios elementos narrativos, además de su condición de adaptación de exitosos best sellers.
Artículo publicado originalmente en la revista Ñ del diario Clarín.
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