El silencio no existe, no es más que una superstición rural, un fantasma, una leyenda urbana. En caso de que hicieran falta pruebas que demostraran esa inexistencia, pasar un rato con Fernando Noy es la más contundente; él representa la supremacía del sonido, el triunfo del verbo. No se trata del parnásico lugar común en que el poeta le insufla vida a las palabras, sino de la descripción de un hecho concreto: Fernando Noy no se calla nunca. De pie en las escaleras del edificio del Mercado de Abasto, conversa con la gente que pasa, le hace sugerencias al fotógrafo, recita versos sueltos y no deja de contar anécdotas, sin que aparezcan a la vista ni una trama ni un final. Parece utópico sentarse a hacer una entrevista con Noy sin acabar perdido para siempre en su torbellino. Como en los laberintos, se necesita un ovillo que permita la posibilidad de hacer el recorrido inverso; en el caso de Noy el hilo de Ariadna es la poesía.
Fernando Noy es poeta desde siempre, aunque también ha sido y es otras cosas. Escribió letras de canciones para Fabiana Cantilo, trabajó junto al modisto Paco Jamandreau, representó artistas, organizó espectáculos, fue reina del carnaval. Y hay más: “Como poeta también fui periodista, con P de prostituta. Y cobraba caro. Siempre digo que tengo las P más terribles en mi currículum: Puto, Poeta y Peronista.” Sin olvidar la de Periodista y la de Prostituta. “Yo me prostituí en todo, menos en la poesía. Hice todas las atorranteadas posibles. Menos en la poesía. He sido vedette, travesti, bailarina; he hecho todas las armas del placer o del horror, pero en la poesía jamás.” Cuerpo extraño dentro la poética nacional, Noy tiene más de 40 años de carrera, en los que ha compartido tiempo y espacio con todos los nombres posibles dentro de ese universo. De todos ellos, poetas consagrados u olvidados, Fernando Noy tiene más de un verso en su memoria, que es capaz de recitar casi en trance. De algún modo es como esos viejos que se juntan en los barcitos de barrio, a repetir de memoria las formaciones de River y Boca en un clásico que se jugó en 1947, o el equipo completo (suplentes incluidos) del Huracán del 54. “Creo que el conocimiento de lo poético se equipara al del turf o el fútbol”, dice. “Hay todo un argot secreto de conocimientos, de guiños aprehendidos, de nombres que no pueden olvidarse.” Con esa pasión transita Fernando Noy por la poesía.
-Vos de algún modo sos un pedazo de la poesía argentina.-Pero un pedazo impar y aparte, un añico autoliberado de todo el caleidoscopio.
-¿Realmente no existe ningún lazo?-Siento que la estructura de lo poético, como dominios, me hace incluirme en muchos circuitos y no en uno solo. Me siento tan múltiple que no pertenezco a ninguna escuela y no tengo más que la libertad absoluta como tendencia en la poesía.
-¿Cómo se manifiesta esa multiplicidad?-Muchas veces me invitan a dar talleres, y yo creo lo que menos se puede dar es un taller de poesía. Para suplir esa necesidad de transmitir ciertos conocimientos, armé una especie de espectáculo que es como un encuentro con hombres notables, que en mi caso son un grupo de poetas que conocí y que transmito, para que cuando alguien quiera saber cómo o por qué y de qué manera brillante se escribe la poesía, yo pueda decirles "ésta es la forma, ésta es la dimensión". Empiezo con Pizarnik, sigo con Olga Orozco, Amelia Biagioni, Marosa Di Giorgio, y Amelia Prado.
-Tus “hombres notables” son todas mujeres.-¡Ah, viste! Será que es mi otra luna, en la que puedo sentir veneración por las poetas mujeres. Y quiero agregar a Irene Gruss y a María del Carmen Colombo. A veces me pregunto: ¿serán mis otras identidades que surgen; será mi caballero enamorado de la luna, de la poesía mujer? Pero me parece que el sexo tampoco importa en estos casos. Todas estas poetas son al mismo tiempo la poesía. Aunque es verdad, llama la atención que sean todas mujeres. Y está muy bien eso.
-Las mujeres han marcado la poesía argentina.-Si, es verdad: en el devenir de la poesía argentina hay voces muy enormes del género femenino, pero también hay voces masculinas, algunas olvidadas, por ejemplo Raúl Gustavo Aguirre, ese poeta inmenso al que seguramente no conocés, pero que si lo conocieras me darías las gracias. O Miguel Ángel Bustos. Una multitud de olvidos que conforman la poética masculina, y también la femenina.
-Igual debe haber algo muy profundo para que sean de mujer las voces que elegís para recitar.-Creo que elijo a las mujeres porque en ellas soy las que quise ser. Soy el placer de decirlas. No hay orgasmo más sublime para mí que recitar otras voces que no sean las mías. Por eso debe ser, no hay dudas. Porque, de verdad, si yo te digo un poema es porque ha cumplido ciertos requisitos, que son: fascinación, hipnosis, enseñanza, placer. Una cantidad de conjunciones que no provienen solamente del sexo, aunque en mi caso generalmente las mujeres me conmueven. Pero la poesía no está sólo en los libros, la poesía también es un gesto, una actitud, un movimiento, una captación de algo innegablemente poético, que a veces ni se puede decir.
-¿Entonces lo más importante para la poesía es el receptor que la pueda captar?-Y que tiene que dejarse captar por ella, porque también tiene sus trampas, tiene sus redes. Es la poesía la que te obliga a escribir. Seguramente habrá quien la haga como aerobismo, la poesía transgénica que inunda el mercado persa de la literatura, porque de cien poetas impresos, por lo menos ochenta son bluffs.
-La poesía escrita como quien rellena un formulario.-Como diría Saint-John Perse: para al formulario del puerto. Él escribe: "habitarás tú nombre/y esa será tu respuesta a los cuestionarios del puerto". Habitar la poesía es sentir que tenés esa llave -que tampoco es tal-, pero que te hace ver y repetir y hasta que eso no se sublima en un hecho común y corriente, como pasarlo a un papel, nunca te abandona.
-¿Es un poco prostibulario el ambiente poético?-No sé si prostibulario, porque lo prostibulario es tan noble en el fondo. Ni siquiera: son fotocopias mal autenticadas de males que no son más que la ignorancia, la indiferencia, la enajenación, el oscurantismo. No querer ver al par. Hay grandes escritores, grandes novelistas y narradores que no permiten abrir el cortejo a otros y es ahí cuando más te duele. Aun así sospecho que lo poderoso siempre surge. Cuando murió Pizarnik pasaron 20 años en los que nadie hablaba de ella. Porque se suicidó, porque se la encriptó dentro del sistema de la nena buena, santa y judía que se tuvo que suicidar. Nada de eso es verdad. Ahora pasaron 30 años y es una de las primeras voces leídas en toda Latinoamérica, ahora es esa hembra enloquecida y fascinante, que tenía la posibilidad de escribir lo que ella dijo como nadie. Le chirriaban las tabas, pero al mismo tiempo tenía esas alas, que no eran quizá las de Rilke, pero volaba como pocas.
-¿Qué es entonces un poeta?-Un instrumento de la poética, que a su vez es la propia voz que proviene y continúa de un siglo a otro, como un susurro que es casi de reina mendiga. Hay una continuidad y hasta una reencarnación, porque hay voces que se reiluminan, como la de Artaud, que vuelven sucesivamente. Sino por qué nos golpea tanto leer a un Tristán Tzara, a un Francis Picavia o a Enrique Molina. El poeta es aquel que los profetas y los santos precisan para expresarse. Por eso es muy difícil decirse poeta. Y muy riesgoso, porque te pone más allá de la última estrella o más abajo del más terrible agujero.
-¿Es un agobio ese riesgo?-Durante un tiempo uno no se pregunta demasiado sobre el tema, sino que hace aflorar esa capacidad, que es un don raro, porque es devorador.
-¿Cómo reconociste ese don?-Jamás dije que era poeta: siempre me lo dijeron, desde niño. Mirá: como mi abuela querida vivía en Buenos Aires, yo le escribía cartas y cartas, y cuando ella iba al sur, a Río Negro donde yo vivía, me preguntaba de dónde copiaba esas cartas y entonces se daba cuenta de que eran mías. Ese es uno de los libros que tengo prometido hacer: escribir de nuevo las cartas de amor a mi abuela.
-Hablando de proyectos, ¿estás por publicar algo?-Estoy exponiendo mis dibujos en el local de Laura O, en Godoy Cruz 1575, y tengo listo un nuevo libro de poemas, Piedra en flor. Sin embargo en la prosa, que yo escribo mucho y nadie lo sabe, ahí me siento feliz, cómodo. Me pasa con los cuentos de un libro que estoy cerrando para editar, que se llamará Cuentos quemados por el portero: cuando los leo no lo puedo creer, no me reconozco. Es que, por suerte, dentro de la lengua tengo la facilidad de fascinarme con mi prosa y no así con mi poesía. Con el tiempo me enteré que Rimbaud tampoco amaba su poesía, eso me ayudó a entender por qué cuando me piden que recite una poesía mía me siento como un elefante al que le piden que levante la pata.
-¿Te entristece tener esa relación con tu propia poesía?-No, porque pienso que esto va a llegar con el tiempo. Todavía no cumplí 60 años pero sé que antes la viví a la poética y ahora la transmito. Y en un momento todo va a estar tan coagulado que no voy a poder seguir dudando, porque a veces dudo de mi propia manera de decir como poeta. También estoy por editar otro libro que se va a llamar Diario de amnesia, en el que cuento la historia de mi vida, que fue una fábula. Desde que nací hasta hoy siempre me han ocurrido cosas que están en el territorio de la fascinación. Por ejemplo: llamar a una mina porque me gustó su libro y que resulte ser Alejandra Pizarnik.
-¿Cómo es eso?-Encontré un libro de ella con una dedicatoria: lo leí en media hora y a los 10 minutos la estaba llamando. Ella me preguntó “¿A usted quien lo manda?” Nadie, le conteste. Y me dijo: “¡Uy, mejor! Venga ya”. Ella, que había estado con poetas altísimos, como André Pieyre de Mandiargues, me transmitió un poco del horror que tenía con la presencia poética de sus pares. Cuando la conocí, tres años antes de que decidiera autoeliminarse, tenía una enorme melancolía y ningún interés por salir a ver nada. Alejandra también comprendió que el único temor que se puede tener como poeta es que la realidad te quede demasiado apretada, como zapatos muy ajustados, y que necesites estar en la famosa Torre de Marfil de la que tanto habló Rubén Darío.
-Que el mundo se vuelva ajeno y quedar encapsulado...-Pero encapsulado en un diamante que nunca se cierra. Por eso creo que no se puede decir de uno mismo “Soy Poeta”, pero se puede transmitir serlo, que es otra cosa.
-¿Creés que la poesía está determinada por su tiempo, por su momento histórico?-Un poema de Irene Gruss de los años 70 es todavía hoy una novedad, un privilegio. Un poema de Juana Bignozzi es una profecía del 2010. Las cuestiones de décadas no corren tanto en la poesía; sí corren las etapas, los grupos, lo que se conforma como grupal. Se van armando grupos de gente que se convoca, se sostiene, se ilumina. Pero tampoco cuajo en ese asunto de grupos, porque no soy un espíritu de convoy, de estar ensamblado. Soy más bien solitario-plural. Y prefiero eso cada vez más.
-¿Cómo es el presente de la poesía?-Lo bueno sigue floreciendo. Ahora Luisa Futoransky, gran poeta, ha vuelto al ruedo: Lo regado por lo seco es un libro impresionante. Son rescates que valoro mucho, porque son muy grandes voces. Pero es imposible nombrar a uno sin olvidar a muchos: Molinari; o Julián López, un tipo del grupo Carne Argentina: es una maravilla su poesía. Daniel Riera es un gran poeta; o Camilo Sánchez y Daniel Amiano, que son poetas pero laburan de periodistas. Pablo Marchetti es también un gran poeta.
-¿El director de la revista Barcelona?-Sí: es un gran poeta. Son fuerzas, presencias que tienen una energía que supera presente, pasado y futuro, están más allá: ese es el lugar del gran poeta. Cada uno tiene su librito, pero el que los une soy yo, que soy como un mago en mi posibilidad de contar.
-Sos como el hilo del collar.-Sí. Y el agujero de la perla.
-¿Disfrutás de este papel de memoria poética nacional?-Sí, me hace bien, pero cada vez me aleja más de la realidad. Siento que cada vez estoy más necesitado de vacío; de un vacío suntuoso, ornamental. El silencio es para mí el lujo más grande que puede haber. A pesar de que hablo sin parar, “para no permitir que cunda el hastío”, según me dijo alguien.
-Entonces, ¿sos importante?-Quizás. Nunca me lo pregunto.
Silencio.
Una vuelta por los años locos
-Vos no estuviste acá durante los 70.-Yo me autoexilé en San Salvador de Bahía (Brasil) en el 71, 72. Allá la vida se me hizo una poesía tan rutilante y era tan feliz de dejar todo el horror que era Buenos Aires en ese momento. Era bravo estar aquí, en tiempos de anfetamina, con esa policía tan feroz, la “Gaystapo” le había puesto yo: las mataban a las locas, las llevaban presas, las torturaban. Todo por ser puto, viste. Sin embargo mi transcurrir era girar con dos o tres locas. Jugábamos y vivíamos en torno a Tanguito, a Miguel Abuelo, a (Alejandro) Medina, a (Javier) Martínez. Y también una serie de mujeres, que si vos me decís que en mi poesía yo busco mujeres para reconocerme, también en mis canciones, porque yo canto canciones de Silvia Washington. Por eso te digo que mi vida siempre fue de dicha. A los 15 hacía teatro; a los 17 y 18 tenía el circo; y después ahí por Corrientes veo que aparecen unos tipos excéntricos, con pelos largos. Ahí me meto con el Hippismo, las drogas y la anfetamina. De allí sólo puedo salir por medio del viaje a Bahía, que en ese momento atraviesa el Tropicalismo. ¡Es el momento en que vuelven Gilberto Gil y Caetano Veleoso de su exilio en Londres! Justo un año después de que Janis Joplin estuviera ahí: había marcas de rouge que ella había dibujado en la famosa Casa del Sol. Si ponés en YouTube “Chico Buarque Gilberto Gil Cálice censurado”, me vas a ver con el pelo largo, bailando con ellos. Es muy fuerte mi presencia en ese video, que se hizo cuando Chico creó Cáliz y la Iglesia lo prohibió. A mí me pasa que creo tanto en Cristo, que huyo de las iglesias. Ese concepto lo podés traspasar a todo lo demás. Creo tanto en Jesús, porque lo ví, charlé y tomamos un par de vinos y me dio su teléfono celular.
-No puedo dejar de preguntarte de qué hablaron con Jesús.-¡Ah! Con Jesús no se usan las palabras. Una vez, en un programa de radio me llama alguien, de quien no voy a dar el nombre porque es muy famoso, y me dice: “¡Ey, vos que andás diciendo que la conociste a Janis Joplin, si para esa época ya estaba muerta!”. Y yo le contesté: “¿Sabés qué pasa, boludo? Ella estaba muerta, pero yo tuve la dicha de conocer la heroína, boludo, y el ácido. ¿Y sabés lo que pasa después del ácido? Los árboles se transforman en Janis Joplin, en Jimi Hendrix y en Tanguito”. Todo está: lo amado detrás de un velo, que pareciera que es el oxigeno de piedra, que está ocultando todas estas figuras maravillosas.
-¿Extrañás todo eso?-No, porque lo he vivido. Podría extrañarlo si no lo hubiera vivido.
-Pero podés añorarlo.-No, porque después te va quedando. Mirá que cosa loca: las drogas son un aprendizaje por los abismos, como dice Henri Micheaux, pero de todos los laberintos se sale por arriba, dice Marechal. Creo que logré zafar de los abismos por arriba, para poder contarlo desde otro lugar que no fuera el del Dante. Yo no hablo desde el infierno como tal, sino de lo infernal con todas sus maravillas, sin postular lo diabólico ni lo dark.
Nota publicada originalmente en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino.
viernes, 30 de septiembre de 2011
CINE - Festivales de cine Científico y de cine Escandinavo: el cine que no se ve en otra parte
Llega octubre y con el mes de las revoluciones empieza también la temporada de festivales temáticos de cine. Ya en la primera semana dos de ellos ofrecen una programación que muy difícilmente llegue a acceder a los espacios comerciales de exhibición.
La segunda edición del Festival de Cine Escandinavo reúne en su programación una buena cantidad de producciones recientes de la cinematografía nórdica, una de las más significativas de Europa. El festival cuenta además con la visita del director finés Mika Kaurismäki (hermano mayor de Aki Kaurismäki), a quien se homenajeará con una retrospectiva integrada por algunos de sus mejores trabajos.
La intención de este festival -que cuenta con el apoyo del INCAA, el Ministerio de Cultura de la Ciudad y las Embajadas de Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia-, es difundir entre el público local, tradicionalmente cinéfilo, el trabajo de directores jóvenes que están a la vanguardia del panorama cinematográfico actual. El Festival de Cine Escandinavo se desarrolla en el Hoyts Abasto hasta el próximo miércoles y puede consultarse su programación en www.festivalescandinavo.com.ar.Ese mismo día comienza una nueva edición del CINECIEN Festival de Cine y Video Científico del MERCOSUR, que tendrá lugar en la Biblioteca Nacional ubicada en Agüero 2502. Dirigido por José Luís Castiñeira de Dios, CINECIEN fue creado en 2005 por iniciativa del Departamento de Artes Audiovisuales del IUNA en conjunto con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, para promover la divulgación del trabajo de investigadores de todas las áreas del conocimiento a partir de medios audiovisuales. Hasta la fecha se han realizado tres ediciones. La programación puede consultarse en www.cinecien.gov.ar.
La segunda edición del Festival de Cine Escandinavo reúne en su programación una buena cantidad de producciones recientes de la cinematografía nórdica, una de las más significativas de Europa. El festival cuenta además con la visita del director finés Mika Kaurismäki (hermano mayor de Aki Kaurismäki), a quien se homenajeará con una retrospectiva integrada por algunos de sus mejores trabajos.
La intención de este festival -que cuenta con el apoyo del INCAA, el Ministerio de Cultura de la Ciudad y las Embajadas de Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia-, es difundir entre el público local, tradicionalmente cinéfilo, el trabajo de directores jóvenes que están a la vanguardia del panorama cinematográfico actual. El Festival de Cine Escandinavo se desarrolla en el Hoyts Abasto hasta el próximo miércoles y puede consultarse su programación en www.festivalescandinavo.com.ar.Ese mismo día comienza una nueva edición del CINECIEN Festival de Cine y Video Científico del MERCOSUR, que tendrá lugar en la Biblioteca Nacional ubicada en Agüero 2502. Dirigido por José Luís Castiñeira de Dios, CINECIEN fue creado en 2005 por iniciativa del Departamento de Artes Audiovisuales del IUNA en conjunto con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, para promover la divulgación del trabajo de investigadores de todas las áreas del conocimiento a partir de medios audiovisuales. Hasta la fecha se han realizado tres ediciones. La programación puede consultarse en www.cinecien.gov.ar.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
CINE - La vida nueva, de Santiago Palavecino: Buena película con algunas notas al pie
Igual que aquellos magos que en los cumpleaños de antes sorprendían a una audiencia de niños sacando de su boca una serpiente sin fin de pañuelos anudados, como si llevaran el universo dentro del cuerpo, así es la red de relaciones que teje el sólo título de la segunda película de Santiago Palavecino, La vida nueva. Hablar de una vida nueva remite de inmediato a una enormidad de circunstancias habituales en la historia de las personas. Una vida nueva puede ser la del hijo por venir; o la que recibe el moribundo que consigue vencer a la muerte; es la segunda oportunidad que se gana quien, harto de su existencia, se dispone a cambiar para siempre; o es la que se esconde en las esquinas, dispuesta a voltear al desprevenido que es feliz siendo quién es; y también la que prometen ciertos improbables paraísos. Con toda intención, Santiago Palavecino reúne estas nuevas vidas posibles, tal vez más, en los 75 minutos que dura la historia que quiso contar.
Aprovechando esos universos cerrados que son los pueblos de campo, regidos por una lógica ajena a los forasteros, Palavecino construye algo así como un thriller de autor. Parecido a lo que ocurre en las películas de Lucrecia Martel, sobre todo en La mujer sin cabeza, aunque aquí los detalles son menos misteriosos. Laura y Juan (Martina Gusmán y Alan Pauls) están casados y esperan un hijo que ella no quiere. Laura da clases de piano, Juan es veterinario y trabaja para los terratenientes ganaderos de la zona: sus mundos no pueden estar más apartados. Esa distancia es el metro patrón que rige sus vidas y el matrimonio parece cerca del final. Que ella se refugie en su alumna preferida, a quien prepara para concursar por una beca, es un indicio claro de eso. Sus solitarias caminatas nocturnas también. Aun pendiente de su mujer, Juan la busca en la oscuridad por los caminos del pueblo y nunca la encuentra.Toda esa tensa calma tiene una contraparte complementaria en la agresiva vitalidad de los adolescentes del lugar. Se emborrachan, se chicanean con apuestas peligrosas y sólo se divierten si ponen literalmente la vida en cada juego. Como un cable a tierra, los jóvenes parecen ser el punto de descarga de tanta tensión contenida que conecta a la pareja, y que es además el denominador común en las relaciones entre los habitantes de ese pueblo. Tal vez estos chicos sólo busquen con desesperación el borde preciso de ese límite que nadie les pone y acabarán siendo el combustible de la hoguera que pronto arde en el pueblo. Una de las noches en las que sale a buscar a su mujer, Juan los encuentra en medio de la nada, peleando entre sí por uno de sus juegos pesados y pasados. Herido de gravedad, uno de ellos terminará en coma en el hospital.
Esa escena marca un fuerte punto de inflexión dentro de la trama y a partir de ahí, el director irá guiando a sus personajes hacia sus propios abismos. Palavecino arriesga mucho al colocar a 15 minutos del comienzo, lo más parecido a un clímax que hay en la película. Si bien los riesgos en el cine son potencialmente recomendables, en este caso parece desequilibrar un poco la narración; tal vez de un modo que el espectador no alcance a detectar del todo claramente, pero que se percibe con el cuerpo, como una ansiedad fría que genera más distancia que empatía. Amenazado con elegancia, Juan deberá mentir para ocultar al responsable de la agresión, el hijo del hombre fuerte del pueblo. El chico herido, por su parte, resulta ser sobrino de un viejo amor de Laura, Benetti (Palacios), que se colará de nuevo en su vida y en quien ella creerá ver un atajo para salir del hastío.
Con algo de western en la construcción de sus personajes (en especial Juan, solitario y torturado), La vida nueva no deja de ser una película intensa, delicada en su manejo de la imagen (la fotografía es de Fernando Lockett) y en el desarrollo de las emociones que Laura, Benetti y Juan no terminan de tramitar en actos. Sin embargo el riesgo vuelve a jugar en contra con la elección de Alan Pauls como protagonista. No es que el trabajo del escritor y crítico sea bochornoso, ni mucho menos. No. De hecho tiene la fotogenia a su favor y hay escenas donde su presencia funciona (ver el enfrentamiento con el personaje de Palacios, un duelo breve y sutil), pero su falta de experiencia de aquel lado de la cámara se hace evidente. Aunque ni esto ni aquello, ni un final imprevistamente esperanzado, alcance para malograr a La vida nueva, es cierto que la suma de los riesgos interfiere en la tensión de esta buena película, que podría ser mejor.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
Aprovechando esos universos cerrados que son los pueblos de campo, regidos por una lógica ajena a los forasteros, Palavecino construye algo así como un thriller de autor. Parecido a lo que ocurre en las películas de Lucrecia Martel, sobre todo en La mujer sin cabeza, aunque aquí los detalles son menos misteriosos. Laura y Juan (Martina Gusmán y Alan Pauls) están casados y esperan un hijo que ella no quiere. Laura da clases de piano, Juan es veterinario y trabaja para los terratenientes ganaderos de la zona: sus mundos no pueden estar más apartados. Esa distancia es el metro patrón que rige sus vidas y el matrimonio parece cerca del final. Que ella se refugie en su alumna preferida, a quien prepara para concursar por una beca, es un indicio claro de eso. Sus solitarias caminatas nocturnas también. Aun pendiente de su mujer, Juan la busca en la oscuridad por los caminos del pueblo y nunca la encuentra.Toda esa tensa calma tiene una contraparte complementaria en la agresiva vitalidad de los adolescentes del lugar. Se emborrachan, se chicanean con apuestas peligrosas y sólo se divierten si ponen literalmente la vida en cada juego. Como un cable a tierra, los jóvenes parecen ser el punto de descarga de tanta tensión contenida que conecta a la pareja, y que es además el denominador común en las relaciones entre los habitantes de ese pueblo. Tal vez estos chicos sólo busquen con desesperación el borde preciso de ese límite que nadie les pone y acabarán siendo el combustible de la hoguera que pronto arde en el pueblo. Una de las noches en las que sale a buscar a su mujer, Juan los encuentra en medio de la nada, peleando entre sí por uno de sus juegos pesados y pasados. Herido de gravedad, uno de ellos terminará en coma en el hospital.
Esa escena marca un fuerte punto de inflexión dentro de la trama y a partir de ahí, el director irá guiando a sus personajes hacia sus propios abismos. Palavecino arriesga mucho al colocar a 15 minutos del comienzo, lo más parecido a un clímax que hay en la película. Si bien los riesgos en el cine son potencialmente recomendables, en este caso parece desequilibrar un poco la narración; tal vez de un modo que el espectador no alcance a detectar del todo claramente, pero que se percibe con el cuerpo, como una ansiedad fría que genera más distancia que empatía. Amenazado con elegancia, Juan deberá mentir para ocultar al responsable de la agresión, el hijo del hombre fuerte del pueblo. El chico herido, por su parte, resulta ser sobrino de un viejo amor de Laura, Benetti (Palacios), que se colará de nuevo en su vida y en quien ella creerá ver un atajo para salir del hastío.
Con algo de western en la construcción de sus personajes (en especial Juan, solitario y torturado), La vida nueva no deja de ser una película intensa, delicada en su manejo de la imagen (la fotografía es de Fernando Lockett) y en el desarrollo de las emociones que Laura, Benetti y Juan no terminan de tramitar en actos. Sin embargo el riesgo vuelve a jugar en contra con la elección de Alan Pauls como protagonista. No es que el trabajo del escritor y crítico sea bochornoso, ni mucho menos. No. De hecho tiene la fotogenia a su favor y hay escenas donde su presencia funciona (ver el enfrentamiento con el personaje de Palacios, un duelo breve y sutil), pero su falta de experiencia de aquel lado de la cámara se hace evidente. Aunque ni esto ni aquello, ni un final imprevistamente esperanzado, alcance para malograr a La vida nueva, es cierto que la suma de los riesgos interfiere en la tensión de esta buena película, que podría ser mejor.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
lunes, 19 de septiembre de 2011
CINE - Terminó el 3º Festival Nacional de Cine y Video Río Negro Proyecta: Larga vida a Batato
La definición de la competencia Nacional del Festival de Cine de Río Negro resultó tan apasionante como prometía. Finalmente el jurado realizó el sábado una inédita deliberación pública para elegir un ganador. Sus integrantes, los críticos Juan Manuel Domínguez y Quintín, más el director José Campusano, expusieron en orden sus argumentos a favor y en contra de los diez títulos en competencia. Durante dos horas, quienes asistieron al encuentro recibieron una interesante muestra gratis de qué elementos pueden intervenir en la mirada de un buen espectador cinematográfico. Los tres jurados no dudaron en apelar a lecturas sociales, técnicas, teóricas, políticas y hasta una subjetividad apasionada, para hablar en orden de cada película.
Al llegar al primer intervalo, habían sido apartados cinco títulos, y otros cinco mantenían su posibilidad de ganar. El estudiante, de Santiago Mitre; La peli de Batato, de Anchou y Peter Pank, y De caravana, de Rosendo Ruíz, fueron elegidas por unanimidad, mientras que Noche sin fortuna, de Forbes y Cifuentes, y Hachazos, de Andrés Di Tella, rescatadas por al menos uno de los jurados. Descartadas posteriormente estas dos últimas, el jurado resolvió elegir como finalistas a De caravana y La peli de Batato, dejando en suspenso hasta el domingo la elección de la ganadora.
El saldo de esta experiencia novedosa de la deliberación pública del jurado, a pesar de algunas objeciones posibles, es ampliamente positivo. No sólo aportó transparencia a la decisión sino que, a su manera, resultó formativo para quienes intentan ver en el cine una manifestación profunda del alma humana. Y si bien toda la programación del festival ha sido irreprochable y meritoria, no puede sino reconocerse la justicia y validez con que se escogió al ganador de esta edición.
Aunque un poco sorprendió que el domingo a la mañana, al abrir el sobre ante un auditorio expectante y en presencia de las autoridades del festival, la gran ganadora resultara el documental de Pank y Anchou sobre la legendaria estrella del under Batato Barea. Sin que ello le quitara ningún mérito a la película de Rosendo Ruíz, que obtuvo una meritoria mención, ni a ninguna de las otras ocho películas programadas en competencia.
Por otra parte el Festival cerró con las proyecciones de las dos finalistas, junto a la gran película del uruguayo Federico Veiroj, La vida útil.
Frente a este balance que no puede ser más positivo, no es descabellado pensar que, más allá de los eventuales movimientos políticos que puedan producirse a partir de las elecciones de octubre, el 2012 volverá a traer una nueva edición de este magnífico Festival Nacional de Cine y Video Río Negro Proyecta. Será entonces, hasta el año que viene. Salud.
Un premio a los excesos
Si algo se premió al elegir La pelí de Batato como ganadora de esta tercera edición del Festival de Cine de Río Negro, sin duda ha sido el exceso. Pero no el exceso de aquel personaje desbordado que fue Batato Barea, sino la forma en que los directores de este saludablemente caótico documental consiguen reabsorber aquella energía, que desde la muerte de “La Diva del Under”, ha quedado dispersa en el cosmos, huérfana de un héroe digno de portarla. Peter Pank y Goyo Anchou, a partir de un material filmado por el primero de ellos poco antes de la muerte del Batato hace ya veinte años, construyen un laberinto anárquico que es a la vez el retrato de un personaje y el de su época, la no menos desenfrenada década de los 80. Y no sólo lo hacen con eficiencia, sino que consiguen un éxito aun mayor: meter de cabeza al espectador en un universo paralelo: la galaxia Batato. Definida por Quintín, uno de los miembros del jurado, como un film devoto, La peli de Batato irradia la luz de su protagonista y reparte a manos llenas ese amor incondicional que los directores sienten por su personaje.
No puede ser más justa la elección de esta ganadora, porque como ocurrió en las ediciones anteriores, cuando resultaron premiadas Vil romance, de José Campusano, y Orquesta roja, de Nicolás Herzog, que compartió el premio con Los Labios, de Loza y Fund, vuelve a reconocerse el valor de lo filmado sobre el margen de todo, casi fuera de lo que muchos dentro del mundo del cine quisieran reconocer como propio. Como Robin Hood, este Festival de Cine de Río Negro insiste en repartir entre los pobres, porque no sólo desde la perfección es posible hacer buenas películas. Y La Peli de Batato es sin dudas una deliciosa película imperfecta.
Artículo publicado originalmente en las sección Cultura de Tiempo Argentino.
Al llegar al primer intervalo, habían sido apartados cinco títulos, y otros cinco mantenían su posibilidad de ganar. El estudiante, de Santiago Mitre; La peli de Batato, de Anchou y Peter Pank, y De caravana, de Rosendo Ruíz, fueron elegidas por unanimidad, mientras que Noche sin fortuna, de Forbes y Cifuentes, y Hachazos, de Andrés Di Tella, rescatadas por al menos uno de los jurados. Descartadas posteriormente estas dos últimas, el jurado resolvió elegir como finalistas a De caravana y La peli de Batato, dejando en suspenso hasta el domingo la elección de la ganadora.
El saldo de esta experiencia novedosa de la deliberación pública del jurado, a pesar de algunas objeciones posibles, es ampliamente positivo. No sólo aportó transparencia a la decisión sino que, a su manera, resultó formativo para quienes intentan ver en el cine una manifestación profunda del alma humana. Y si bien toda la programación del festival ha sido irreprochable y meritoria, no puede sino reconocerse la justicia y validez con que se escogió al ganador de esta edición.
Aunque un poco sorprendió que el domingo a la mañana, al abrir el sobre ante un auditorio expectante y en presencia de las autoridades del festival, la gran ganadora resultara el documental de Pank y Anchou sobre la legendaria estrella del under Batato Barea. Sin que ello le quitara ningún mérito a la película de Rosendo Ruíz, que obtuvo una meritoria mención, ni a ninguna de las otras ocho películas programadas en competencia.
Por otra parte el Festival cerró con las proyecciones de las dos finalistas, junto a la gran película del uruguayo Federico Veiroj, La vida útil.
Frente a este balance que no puede ser más positivo, no es descabellado pensar que, más allá de los eventuales movimientos políticos que puedan producirse a partir de las elecciones de octubre, el 2012 volverá a traer una nueva edición de este magnífico Festival Nacional de Cine y Video Río Negro Proyecta. Será entonces, hasta el año que viene. Salud.
Un premio a los excesos
Si algo se premió al elegir La pelí de Batato como ganadora de esta tercera edición del Festival de Cine de Río Negro, sin duda ha sido el exceso. Pero no el exceso de aquel personaje desbordado que fue Batato Barea, sino la forma en que los directores de este saludablemente caótico documental consiguen reabsorber aquella energía, que desde la muerte de “La Diva del Under”, ha quedado dispersa en el cosmos, huérfana de un héroe digno de portarla. Peter Pank y Goyo Anchou, a partir de un material filmado por el primero de ellos poco antes de la muerte del Batato hace ya veinte años, construyen un laberinto anárquico que es a la vez el retrato de un personaje y el de su época, la no menos desenfrenada década de los 80. Y no sólo lo hacen con eficiencia, sino que consiguen un éxito aun mayor: meter de cabeza al espectador en un universo paralelo: la galaxia Batato. Definida por Quintín, uno de los miembros del jurado, como un film devoto, La peli de Batato irradia la luz de su protagonista y reparte a manos llenas ese amor incondicional que los directores sienten por su personaje.
No puede ser más justa la elección de esta ganadora, porque como ocurrió en las ediciones anteriores, cuando resultaron premiadas Vil romance, de José Campusano, y Orquesta roja, de Nicolás Herzog, que compartió el premio con Los Labios, de Loza y Fund, vuelve a reconocerse el valor de lo filmado sobre el margen de todo, casi fuera de lo que muchos dentro del mundo del cine quisieran reconocer como propio. Como Robin Hood, este Festival de Cine de Río Negro insiste en repartir entre los pobres, porque no sólo desde la perfección es posible hacer buenas películas. Y La Peli de Batato es sin dudas una deliciosa película imperfecta.
Artículo publicado originalmente en las sección Cultura de Tiempo Argentino.
domingo, 18 de septiembre de 2011
LA COLUMNA TORCIDA - Un lugar sobre la piel
Hay un libro que heredé de una de mis abuelas (la tercera), que es también el primer legado que quiero dejarle a mis hijos. Grande y de tapas duras, como se los hacía antes, ese libro significó para mí el primer acercamiento a la mitología. Se llama simplemente Mitos y Leyendas, y fue publicado en 1968 en España, pero el original en inglés es de la década anterior.
Lo que más recuerdo de él son sus dibujos sin relieve, irrealistas y con algo de bizantino, que imprimieron en mi fantasía la cara de los dioses, el perfil de los héroes y la sombra de los monstruos. Gracias a Alice y Martin Provensen -pareja de ilustradores que trabajaron para el estudio de Walter Lantz y también crearon a Tony, el famoso tigre de los cereales-, no hay otro rostro posible para Teseo. Ni para el Minotauro, que cada vez que alguien abre el libro vuelve a duplicar en tamaño al Égida y aunque parece capaz de aplastarlo, siempre acaba rendido a la prepotencia de la espada, al final de la lectura. Las tripas de Prometeo siguen siendo devoradas por los buitres del mismo modo en que me lo enseñaron ellos, y Beowulf le arranca una y otra vez el brazo a Grendel, que con su horrible boca de piraña no puede evitar que los ojos se le extravíen de dolor, buscando en el cielo la piedad que el gauta nunca le concederá en el papel. Fue este libro el que me hizo respetar a los héroes, pero amar con locura a los derrotados. Los perdedores son los primeros héroes, porque al final tampoco hay héroe que pueda con la muerte. Será por eso que cuando poco después conseguí leer una Ilíada (sin dibujos), fue la dignidad humana de Héctor la que me cautivó.
Mi fascinación por aquel libro no se detuvo con los años y durante mucho tiempo tuve la fantasía de tatuarme en la espalda un Fafnir color rojo coral, una de las criaturas más hermosas de aquellas páginas. En la escena el dragón está boca arriba, ya muerto, tendido a doble página en un bosque de árboles arrancados, con un Sigfrido enano parado junto a él. Mi idea era revivirlo, inmortalizarlo de pie, sin el bosque ni el aguafiestas de Sigurd metiéndose entre nosotros. Nunca cumplí, pero también es cierto que todavía puedo hacerle un lugar a otro perdedor sobre la piel.
Lo que más recuerdo de él son sus dibujos sin relieve, irrealistas y con algo de bizantino, que imprimieron en mi fantasía la cara de los dioses, el perfil de los héroes y la sombra de los monstruos. Gracias a Alice y Martin Provensen -pareja de ilustradores que trabajaron para el estudio de Walter Lantz y también crearon a Tony, el famoso tigre de los cereales-, no hay otro rostro posible para Teseo. Ni para el Minotauro, que cada vez que alguien abre el libro vuelve a duplicar en tamaño al Égida y aunque parece capaz de aplastarlo, siempre acaba rendido a la prepotencia de la espada, al final de la lectura. Las tripas de Prometeo siguen siendo devoradas por los buitres del mismo modo en que me lo enseñaron ellos, y Beowulf le arranca una y otra vez el brazo a Grendel, que con su horrible boca de piraña no puede evitar que los ojos se le extravíen de dolor, buscando en el cielo la piedad que el gauta nunca le concederá en el papel. Fue este libro el que me hizo respetar a los héroes, pero amar con locura a los derrotados. Los perdedores son los primeros héroes, porque al final tampoco hay héroe que pueda con la muerte. Será por eso que cuando poco después conseguí leer una Ilíada (sin dibujos), fue la dignidad humana de Héctor la que me cautivó.
Mi fascinación por aquel libro no se detuvo con los años y durante mucho tiempo tuve la fantasía de tatuarme en la espalda un Fafnir color rojo coral, una de las criaturas más hermosas de aquellas páginas. En la escena el dragón está boca arriba, ya muerto, tendido a doble página en un bosque de árboles arrancados, con un Sigfrido enano parado junto a él. Mi idea era revivirlo, inmortalizarlo de pie, sin el bosque ni el aguafiestas de Sigurd metiéndose entre nosotros. Nunca cumplí, pero también es cierto que todavía puedo hacerle un lugar a otro perdedor sobre la piel.
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Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino.
viernes, 16 de septiembre de 2011
CINE - Festival de Cine de Río Negro, tercer reporte: Un jurado abierto
Siendo un encuentro de cine surgido de la idea de revitalizar el terreno de las competen- cias a nivel nacional, no resulta extraño que la tercera edición del Festival Nacional de Cine y Video Río Negro Proyecta aporte una cuota extra de inesperado atrevimiento, a las audacias estéticas que ya había demostrado en su corta (pero rica) historia. Pero antes de ir a la gran novedad, tal vez convenga empezar por hacer un balance de lo ocurrido hasta aquí. Por empezar, ayer se realizaron las pasadas de los proyectos incluidos en la sección Películas en Construcción (PEC), uno de los puntos fuertes del festival. Ya se destacó la selección realizada por los programadores Pablo Mazzola y Roger Koza, cuyos frutos pueden reconocerse en las dos películas ganadoras en esta misma sección el año pasado, donde no sólo debe mencionarse el exitoso paso de Ausente, de Marco Berger, por el Festival de Berlín, sino que no debe olvidarse que Tierra de los padres, dirigida por Nicolás Prividera y primera mención en la edición 2010, acaba de presentarse en la sección City to city que el Festival de Toronto le dedicó a la ciudad de Buenos Aires. Este año se ha reunido en el PEC a varios directores de prestigio y muchos proyectos que se destacan por su originalidad y solidez. Entre ellos El asombro, de Santiago Loza e Iván Fund; la extrañaMujer Conejo, de Verónica Chen; o Kmpu, la genial idea del director (y crítico cinematográfico) Marcos Vieytes de seguir con una cámara a ese mágico personaje que es José Campusano, director de películas inusualmente vitales como Vil romance o Vikingo.
Pero, proyectados ya todos los trabajos que la integran, la sorpresa viene por el lado de la Competencia de Largos. No por su programación, de la que ya se ha destacado el aporte de juntar en un mismo espacio tiempo el grueso de lo mejor del cine nacional de la temporada. Lo inesperado llega a partir de la novedosa forma en que se resolverá el ganador de esta competencia. Resulta que entre los expositores de un encuentro de críticos y directores para debatir el papel y los espacios de la crítica cinematográfica, se contaba el legendario y polémico Quintín, fundador de la revista El amante cine (una de las publicaciones más importantes dedicadas a la crítica cinematográfica en Latinoamérica) y varios años director del Bafici, jurado aquí en esta tercera edición del Festival. Sin inocencia, Quintín expuso una vieja idea suya de que los debates finales del jurado deberían ser públicos, para obligar a sus miembros a afinar los criterios que soportan su decisión y dotar al proceso de una absoluta transparencia. La idea fue bien recibida por Mazzola y Koza, quienes apoyaron esta extraña experiencia. Lo destacable es que, indagando entre todos los presentes, nadie recordó ningún caso anterior en la historia de los festivales de cine en que el jurado tomara su decisión en estas condiciones. Muchos fueron los que recibieron la idea con entusiasmo, pero también hubo voces críticas, que hicieron notar que el asunto podía volverse una puesta en escena, una mera actuación, con la posibilidad de convertirse en una manifestación innecesaria de crueldad.
Habrá que ver: la deliberación que el jurado realizará este mediodía será entonces frente al público, que si bien no tendrá la posibilidad de participar del debate, ocupará el lugar del espectador, un rol para nada menor dentro de los mecanismos del cine. Tanto Quintín como Campusano y el crítico Juan Manuel Domínguez, que completan la terna de jueces, tendrán entonces la responsabilidad de ser pioneros en territorio virgen. Así, el Festival de Cine y Video Río Negro Proyecta dobla la apuesta y vuelve a demostrar que no le teme a los desafíos. Los que estamos acá sabemos que seremos testigos de lo nunca visto. Bienvenida la experiencia.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
Pero, proyectados ya todos los trabajos que la integran, la sorpresa viene por el lado de la Competencia de Largos. No por su programación, de la que ya se ha destacado el aporte de juntar en un mismo espacio tiempo el grueso de lo mejor del cine nacional de la temporada. Lo inesperado llega a partir de la novedosa forma en que se resolverá el ganador de esta competencia. Resulta que entre los expositores de un encuentro de críticos y directores para debatir el papel y los espacios de la crítica cinematográfica, se contaba el legendario y polémico Quintín, fundador de la revista El amante cine (una de las publicaciones más importantes dedicadas a la crítica cinematográfica en Latinoamérica) y varios años director del Bafici, jurado aquí en esta tercera edición del Festival. Sin inocencia, Quintín expuso una vieja idea suya de que los debates finales del jurado deberían ser públicos, para obligar a sus miembros a afinar los criterios que soportan su decisión y dotar al proceso de una absoluta transparencia. La idea fue bien recibida por Mazzola y Koza, quienes apoyaron esta extraña experiencia. Lo destacable es que, indagando entre todos los presentes, nadie recordó ningún caso anterior en la historia de los festivales de cine en que el jurado tomara su decisión en estas condiciones. Muchos fueron los que recibieron la idea con entusiasmo, pero también hubo voces críticas, que hicieron notar que el asunto podía volverse una puesta en escena, una mera actuación, con la posibilidad de convertirse en una manifestación innecesaria de crueldad.
Habrá que ver: la deliberación que el jurado realizará este mediodía será entonces frente al público, que si bien no tendrá la posibilidad de participar del debate, ocupará el lugar del espectador, un rol para nada menor dentro de los mecanismos del cine. Tanto Quintín como Campusano y el crítico Juan Manuel Domínguez, que completan la terna de jueces, tendrán entonces la responsabilidad de ser pioneros en territorio virgen. Así, el Festival de Cine y Video Río Negro Proyecta dobla la apuesta y vuelve a demostrar que no le teme a los desafíos. Los que estamos acá sabemos que seremos testigos de lo nunca visto. Bienvenida la experiencia.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
jueves, 15 de septiembre de 2011
CINE - Sin escape (Der Räuber), de Benjamin Heisemberg: Robar sin aliento
Enfrentarse a una película nueva desde la perspectiva del género en la cual se inscribe lleva más o menos siempre al mismo lugar: ¿qué puede haber de novedoso en otro western/ thriller/ comedia/ lo que sea? Cualquier respuesta tendrá el inconveniente de terminar cayendo en generalizaciones, reducciones o comparaciones, que arrinconan cualquier análisis posible en callejones dialécticos de nula o escasa salida. Por eso, si bien puede obtenerse mucho desde ahí, a veces conviene bajarse a tiempo de esa pregunta. En el caso de Sin escape, film austríaco- alemán dirigido por Benjamin Heisemberg, nada mejor que olvidar, al menos en principio, que se trata de un policial. Alejándose de la generalización simplificadora, quizá sea conveniente hacer el camino inverso y empezar hablando de su protagonista y de las motivaciones que lo empujan a persistir en determinados hábitos o conductas, para ver qué puede aportar el caso de un individuo en particular a una visión más amplia de la sociedad que lo ha moldeado.
Johann Rettemberger (o Hans para los íntimos) está preso desde hace algunos años por intento de robo bancario, tiempo en el que no ha dejado de correr. Literalmente se ha pasado cada día dando vueltas como un perro loco por el perímetro alambrado del patio de la prisión. Y cuando debe volver a su pequeña celda, no se detiene y corre en una cinta que le permiten tener como excepción. Desde las primeras escenas queda claro que en esa necesidad de movimiento hay algo ferozmente vital, del orden de la supervivencia. Hans corre sin parar del mismo modo en que los tiburones nadan desde que nacen hasta su muerte, para no hundirse en el abismo, simplemente para seguir vivos. Pero mientras esa pulsión lo empuja a la explosión, por otra parte Hans demuestra una conducta hostil y recelosa de todo contacto social. Lejos de oponerse, esa dualidad de carrera sin fin y misantropía pueden tener una raíz común.
A punto de recobrar su libertad después de tanto tiempo, el oficial a cargo de supervisar su reinserción todavía desconfía del hermetismo de Hans. Luego de instalarse en una pensión, tan barata y despojada que recuerda bastante a su diminuta celda, lo primero que hace Hans es retomar su entrenamiento y casi al mismo tiempo, robar un banco. Con sólo una máscara de goma, una escopeta y un auto también robado, los asaltos que irá cometiendo pueden verse como la continuidad de su carrera sin fin. Veloces, casi sin palabras, apenas una fotografía en movimiento, Hans entra, roba y corre. Al mismo tiempo se anota en la tradicional maratón de Viena y para sorpresa de todos, no sólo triunfa sino que marca un nuevo record nacional para la prueba. Pero a él sólo parece importarle el momento: del mismo modo en que guarda en una bolsa bajo la cama los botines que va juntando, tampoco lo conmueve el triunfo. La vida se reduce a robar y correr, funciones que parecen estar para él a la misma altura que comer o respirar. La pulsión vital definiendo su conducta. Una vez más.
Algo parece cambiar cuando se reencuentra con Erika, una joven a la que conoce desde antes, sin que la película se preocupe (con buen tino) por desenterrar aquel pasado: como su protagonista, Sin escape transita la brevedad del instante, siempre en riguroso presente. La relación con ella aparece desde el principio como una desviación. Tal vez por eso, por temor, Hans reuye el primer contacto: si para cualquier soltero el comienzo de una relación sentimental tiene siempre detrás el fantasma del “sentar cabeza”, esa presencia se vuelve para el protagonista una amenaza, la posibilidad mortal de la quietud. Como resistencia ante eso, Hans parece redoblar sus esfuerzos: corre y roba a un ritmo frenético. En una escena magistral, luego de fallar en un primer asalto, Hans corre por la ciudad con su máscara y escopeta en mano, en busca de otro banco que robar, para terminar huyendo a pie de la policía que sin éxito lo sigue con sus autos.
Cuando Hans le cuenta a Erika un sueño recurrente, en el que tiene tanta energía que es capaz de volver de la muerte, “sólo por resistir”, su suerte parece estar echada. En la intensidad de su protagonista está la fuerza de Sin escape, por eso no conviene encerrarla en la celda de los géneros. Reducirla con torpeza a su carácter policial equivaldría a limitar la riqueza de una mirada social que parece querer hablar de la necesidad del individuo moderno de vivir sin historia y sin futuro. Encerrado, sin aliento, en un agobiante presente continuo.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
Johann Rettemberger (o Hans para los íntimos) está preso desde hace algunos años por intento de robo bancario, tiempo en el que no ha dejado de correr. Literalmente se ha pasado cada día dando vueltas como un perro loco por el perímetro alambrado del patio de la prisión. Y cuando debe volver a su pequeña celda, no se detiene y corre en una cinta que le permiten tener como excepción. Desde las primeras escenas queda claro que en esa necesidad de movimiento hay algo ferozmente vital, del orden de la supervivencia. Hans corre sin parar del mismo modo en que los tiburones nadan desde que nacen hasta su muerte, para no hundirse en el abismo, simplemente para seguir vivos. Pero mientras esa pulsión lo empuja a la explosión, por otra parte Hans demuestra una conducta hostil y recelosa de todo contacto social. Lejos de oponerse, esa dualidad de carrera sin fin y misantropía pueden tener una raíz común.
A punto de recobrar su libertad después de tanto tiempo, el oficial a cargo de supervisar su reinserción todavía desconfía del hermetismo de Hans. Luego de instalarse en una pensión, tan barata y despojada que recuerda bastante a su diminuta celda, lo primero que hace Hans es retomar su entrenamiento y casi al mismo tiempo, robar un banco. Con sólo una máscara de goma, una escopeta y un auto también robado, los asaltos que irá cometiendo pueden verse como la continuidad de su carrera sin fin. Veloces, casi sin palabras, apenas una fotografía en movimiento, Hans entra, roba y corre. Al mismo tiempo se anota en la tradicional maratón de Viena y para sorpresa de todos, no sólo triunfa sino que marca un nuevo record nacional para la prueba. Pero a él sólo parece importarle el momento: del mismo modo en que guarda en una bolsa bajo la cama los botines que va juntando, tampoco lo conmueve el triunfo. La vida se reduce a robar y correr, funciones que parecen estar para él a la misma altura que comer o respirar. La pulsión vital definiendo su conducta. Una vez más.
Algo parece cambiar cuando se reencuentra con Erika, una joven a la que conoce desde antes, sin que la película se preocupe (con buen tino) por desenterrar aquel pasado: como su protagonista, Sin escape transita la brevedad del instante, siempre en riguroso presente. La relación con ella aparece desde el principio como una desviación. Tal vez por eso, por temor, Hans reuye el primer contacto: si para cualquier soltero el comienzo de una relación sentimental tiene siempre detrás el fantasma del “sentar cabeza”, esa presencia se vuelve para el protagonista una amenaza, la posibilidad mortal de la quietud. Como resistencia ante eso, Hans parece redoblar sus esfuerzos: corre y roba a un ritmo frenético. En una escena magistral, luego de fallar en un primer asalto, Hans corre por la ciudad con su máscara y escopeta en mano, en busca de otro banco que robar, para terminar huyendo a pie de la policía que sin éxito lo sigue con sus autos.
Cuando Hans le cuenta a Erika un sueño recurrente, en el que tiene tanta energía que es capaz de volver de la muerte, “sólo por resistir”, su suerte parece estar echada. En la intensidad de su protagonista está la fuerza de Sin escape, por eso no conviene encerrarla en la celda de los géneros. Reducirla con torpeza a su carácter policial equivaldría a limitar la riqueza de una mirada social que parece querer hablar de la necesidad del individuo moderno de vivir sin historia y sin futuro. Encerrado, sin aliento, en un agobiante presente continuo.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
CINE - Festival de Cine de Río Negro: cartoneros, árboles y Batatos.
Para el desprevenido que no levante la vista para ver el horizonte blanco e irregular de los cerros, más allá de los primeros bosquecitos, Bariloche puede ser Villa Gesell, como en la última X Men. La ciudad que recibe una vez más al Festival de Cine y Video Río Negro Proyecta aparece gris, con sus veredas alfombradas por esa arenita mutante que geología y viento se empecinan en amontonar a este lado de la cordillera. Aun así no pierde su encanto y los responsables del Festival acertaron en mantener la sede aquí: es ahora, en las malas, cuando la perla de la provincia necesita más ayuda que nunca. Esos fueron los motivos que esgrimió el Sub Secretario de Cultura de Río Negro, Amadeo Gentili, para soportar la decisión política de realizar esta tercera edición en Bariloche.
La apertura del Festival se realizó el martes con la proyección de Escondidos al oeste del Pichi Leufu, de Natalia Cano, que combina de manera despareja documental y ficción, para contar la historia de la conquista del desierto desde sus víctimas. Su mayor mérito reside ahí, en la decisión de hacerlo a partir de los sobrevivientes de aquellos pueblos que fueron “civilizados” a fuerza de masacre y cautiverio.
Ayer se realizó la presentación de la Competencia Nacional de Cortos, donde los realizadores convocados coincidieron en resaltar la poca difusión que tiene el formato, poniendo el acento en el incumplimiento de la Ley del Cine. La misma determina que todas las funciones comerciales deben incluir la presentación de un corto antes de la proyección de la película principal. Una irregularidadlos que los propios espacios INCAA se encuentran en camino de resolver a la brevedad, pero que nace sobre todo de las dificultades técnicas de su implementación.
También comenzó la Competencia Nacional de Largometrajes, con la proyección de varias películas. En primer lugar de Yatasto, documental de Hermes Paralluelo, bien recibida en la última edición del BAFICI, donde a partir del simple dispositivo de montar la cámara fija sobre el carro de una familia de cartoneros de la ciudad de Córdoba, se ubica al espectador en un lugar de privilegio para conocer en primera persona una realidad dura, pero no exenta de una ternura complejamente humana. La peli de Batato, por su parte, consigue un retrato de infrecuente profundidad del mítico clown y poeta Batato Barea, a partir del material rodado antes de la muerte del artista por el músico y performer Peter Pank, uno de los directores, junto con Goyo Anchou. Finalmente Las Acacias, de Pablo Georgelli, premiada este año en Cannes, completó el trío de películas en competencia.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
La apertura del Festival se realizó el martes con la proyección de Escondidos al oeste del Pichi Leufu, de Natalia Cano, que combina de manera despareja documental y ficción, para contar la historia de la conquista del desierto desde sus víctimas. Su mayor mérito reside ahí, en la decisión de hacerlo a partir de los sobrevivientes de aquellos pueblos que fueron “civilizados” a fuerza de masacre y cautiverio.
Ayer se realizó la presentación de la Competencia Nacional de Cortos, donde los realizadores convocados coincidieron en resaltar la poca difusión que tiene el formato, poniendo el acento en el incumplimiento de la Ley del Cine. La misma determina que todas las funciones comerciales deben incluir la presentación de un corto antes de la proyección de la película principal. Una irregularidadlos que los propios espacios INCAA se encuentran en camino de resolver a la brevedad, pero que nace sobre todo de las dificultades técnicas de su implementación.
También comenzó la Competencia Nacional de Largometrajes, con la proyección de varias películas. En primer lugar de Yatasto, documental de Hermes Paralluelo, bien recibida en la última edición del BAFICI, donde a partir del simple dispositivo de montar la cámara fija sobre el carro de una familia de cartoneros de la ciudad de Córdoba, se ubica al espectador en un lugar de privilegio para conocer en primera persona una realidad dura, pero no exenta de una ternura complejamente humana. La peli de Batato, por su parte, consigue un retrato de infrecuente profundidad del mítico clown y poeta Batato Barea, a partir del material rodado antes de la muerte del artista por el músico y performer Peter Pank, uno de los directores, junto con Goyo Anchou. Finalmente Las Acacias, de Pablo Georgelli, premiada este año en Cannes, completó el trío de películas en competencia.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
CINE - Comienza la tercera edición del Festival Nacional de Cine Río Negro Proyecta: Memoria y balance anual del cine argentino
Con septiembre aparece una sensación difícil de reconocer al principio, pero que más temprano, que tarde se acaba por identificar. Primer mes del último tercio del año, lo que llega con septiembre es una incipiente sensación de clausura, de final que se aproxima, y que empuja a escarbar en la memoria para ir preparando los balances y los cierres. En septiembre también tiene lugar el Festival Nacional de Cine y Video Río Negro Proyecta, cuya tercera edición comienza hoy, ya definitivamente instalado en San Carlos de Bariloche, la ciudad más famosa de la Patagonia argentina. De a poco y sin proponérselo, este festival va camino a convertirse en una celebración que también tiene algo de resumen anual, de antología que convoca en un mismo espacio a lo mejor del año en materia cinematográfica.
Pero no sólo porque su programa incluye a las películas nacionales que se destacaron en los dos grandes festivales de la Argentina (Mar del Plata y Bafici) junto a las que fueron cosechando logros por el mundo, sino porque muchos de estos films que ahora regresan triunfantes, pasaron antes por la sección de Cine en Construcción aquí en Río Negro. Es el caso de Ausente, la nueva película de Marco Berger, ganadora de ese premio en la edición 2010 y que luego obtuviera el prestigioso premio Teddy en el Festival de Berlín. O Yatasto, el documental de Hermes Paralluelo sobre los chicos cartoneros en Córdoba, que cautivó durante el último Bafici. O Escondidos al oeste del Pichi Leufú, de Natalia Cano, que abre hoy esta tercera edición del festival.
Se verán también Las acacias, de Pablo Giorgelli, ganadora de la Cámara de Oro en Cannes; El estudiante, un apasionante thriller político de Santiago Mitre, premiada en el Bafici; Hachazos, el más personal de los trabajos de Andrés Di Tella, especialista en hacer películas personales; De caravana, de Rosendo Ruiz, una ficción ambientada en el mundo del cuarteto cordobés, de gran repercusión en Mar del Plata. O La peli de Batato, de Peter Pank y Goyo Anchou, que se interna en el mito del actor y performer under Batato Barea, fallecido en 1991. Completan la lista de la competencia nacional Noche sin fortuna, de Forbes y Cifuentes; Cracks de Nácar, de Casabé y Dieleke; y La vida nueva, de Santiago Palavecino, en carácter de première mundial.
¿Es casualidad que un festival reúna entre sus películas en construcción, algunas de las que luego triunfarán por el mundo? ¿O que su competencia nacional resulte tan variada como exigente? No, sin dudas: detrás de un estándar de calidad tan alto existe la voluntad de apostar por un festival como este, apuntalado desde la ub secretaría de Cultura de esta provincia. Pero sobre todo por la capacidad y el trabajo de sus dos programadores, Pablo Mazzola y Roger Koza. Esa unión, que se sostiene en la idea de que el cine es un espectáculo, pero sobre todo una importante expresión artística y cultural, hace posible la existencia de este Festival Nacional de Cine y Video Río Negro Proyecta, que recién va por su tercera edición, pero ya se va ganando el derecho de ser la memoria y el balance anual del cine argentino.
Publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
Pero no sólo porque su programa incluye a las películas nacionales que se destacaron en los dos grandes festivales de la Argentina (Mar del Plata y Bafici) junto a las que fueron cosechando logros por el mundo, sino porque muchos de estos films que ahora regresan triunfantes, pasaron antes por la sección de Cine en Construcción aquí en Río Negro. Es el caso de Ausente, la nueva película de Marco Berger, ganadora de ese premio en la edición 2010 y que luego obtuviera el prestigioso premio Teddy en el Festival de Berlín. O Yatasto, el documental de Hermes Paralluelo sobre los chicos cartoneros en Córdoba, que cautivó durante el último Bafici. O Escondidos al oeste del Pichi Leufú, de Natalia Cano, que abre hoy esta tercera edición del festival.
Se verán también Las acacias, de Pablo Giorgelli, ganadora de la Cámara de Oro en Cannes; El estudiante, un apasionante thriller político de Santiago Mitre, premiada en el Bafici; Hachazos, el más personal de los trabajos de Andrés Di Tella, especialista en hacer películas personales; De caravana, de Rosendo Ruiz, una ficción ambientada en el mundo del cuarteto cordobés, de gran repercusión en Mar del Plata. O La peli de Batato, de Peter Pank y Goyo Anchou, que se interna en el mito del actor y performer under Batato Barea, fallecido en 1991. Completan la lista de la competencia nacional Noche sin fortuna, de Forbes y Cifuentes; Cracks de Nácar, de Casabé y Dieleke; y La vida nueva, de Santiago Palavecino, en carácter de première mundial.
¿Es casualidad que un festival reúna entre sus películas en construcción, algunas de las que luego triunfarán por el mundo? ¿O que su competencia nacional resulte tan variada como exigente? No, sin dudas: detrás de un estándar de calidad tan alto existe la voluntad de apostar por un festival como este, apuntalado desde la ub secretaría de Cultura de esta provincia. Pero sobre todo por la capacidad y el trabajo de sus dos programadores, Pablo Mazzola y Roger Koza. Esa unión, que se sostiene en la idea de que el cine es un espectáculo, pero sobre todo una importante expresión artística y cultural, hace posible la existencia de este Festival Nacional de Cine y Video Río Negro Proyecta, que recién va por su tercera edición, pero ya se va ganando el derecho de ser la memoria y el balance anual del cine argentino.
Publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
domingo, 11 de septiembre de 2011
LIBROS - Edward Lear: El juego de ordenar el mundo desde el sinsentido
EL ORDEN SINSENTIDO. De los relatos tribales, donde era el brujo quien orientaba el universo para hacerlo comprensible al resto de su comunidad, hasta llegar al supremo refinamiento que supone la construcción literaria, digamos, a la altura del siglo XIX, esa búsqueda de sentido fue perdiendo su carácter juguetón, para convertirse en cosa seria. El sentido fue la necesidad de un dios para las religiones, la materia de análisis de la filosofía, la cifra áurea en la matemática, la quimera del oro anhelada por la alquimia. En el trayecto se perdió aquel primitivo anhelo, más cercano al juego del chico que clasifica piedritas por colores, por tamaños o por cuanta categoría se le ocurra (en los niños las categorías son infinitas), que al empeño racional propio de la madurez, que es a la vez la del individuo y la de la historia.
Ante un progreso que con vanidad pretendía haber hallado el orden definitivo del mundo, y que por eso mismo se sentía insuperable –una de las formas en que se puede juzgar al período victoriano y a su correlato científico, el positivismo, desde el futuro–, no es raro que apareciera Edward Lear.
UN TIPO RARO. Tampoco es extraño que en aquel pico de civilización que representó la hegemonía del Imperio Británico durante el siglo XIX, surgiera también una poderosa fascinación por el absurdo. Edward Lear no sólo no fue ajeno a esta tendencia, sino que resultó a la vez su precursor y principal exponente. Nacido en 1812, Lear “era el menor de veinte hermanos, lo que ya tiene algo de absurdo”: la frase pertenece a un exquisito texto de César Aira, titulado justamente Edward Lear. Y por cierto que es certera: relegado en una cadena en la que tenía 19 eslabones previos, Lear fue criado por una tía. Ya a los 14 años empezó a ganarse la vida como dibujante, actividad en la que se desarrolló de manera autodidacta. Esa fue su puerta de entrada al mundo de la aristocracia británica. Lear realizó sus dibujos de animales (sobre todo aves) para asociaciones naturalistas o coleccionistas de animales y logró un notable desarrollo en su trabajo, llegando a darle clases a la joven reina Victoria. Pero también tenía extrañas limitaciones como dibujante: nunca fue capaz de representar la figura humana con igual eficiencia.
UN TIPO RARO. Tampoco es extraño que en aquel pico de civilización que representó la hegemonía del Imperio Británico durante el siglo XIX, surgiera también una poderosa fascinación por el absurdo. Edward Lear no sólo no fue ajeno a esta tendencia, sino que resultó a la vez su precursor y principal exponente. Nacido en 1812, Lear “era el menor de veinte hermanos, lo que ya tiene algo de absurdo”: la frase pertenece a un exquisito texto de César Aira, titulado justamente Edward Lear. Y por cierto que es certera: relegado en una cadena en la que tenía 19 eslabones previos, Lear fue criado por una tía. Ya a los 14 años empezó a ganarse la vida como dibujante, actividad en la que se desarrolló de manera autodidacta. Esa fue su puerta de entrada al mundo de la aristocracia británica. Lear realizó sus dibujos de animales (sobre todo aves) para asociaciones naturalistas o coleccionistas de animales y logró un notable desarrollo en su trabajo, llegando a darle clases a la joven reina Victoria. Pero también tenía extrañas limitaciones como dibujante: nunca fue capaz de representar la figura humana con igual eficiencia.
Aun más hábil, Lear era un exquisito malabarista de palabras. Su conversación y sentido del humor eran muy apreciados por sus amigos, a quienes también escribía maravillosas cartas. Sus trabajos literarios son esencialmente infantiles, basados en los recursos del absurdo, del llamado non-sense. Sus obras más conocidas son las series de limericks, breves artificios donde invariablemente Dios es máquina. Se trata de poemas de cinco versos donde los dos primeros riman con el último, que por lo general repite la estructura del primero, mientras que el tercero y el cuarto lo hacen entre sí. Los limericks, como cuenta Aira, se originan en los tradicionales cantitos de cantina o de marineros, pero refieren historias inverosímiles, en apariencia intrascendentes, que siempre ocurren a personas de las más excéntricas partes del mundo. El limerick, para Aira, podría leerse como una anécdota del colonialismo, donde el exotismo geográfico suma tanto al sinsentido como a una sonoridad inesperada para el inglés. Así surge la historia del viejo de Moldavia que dormía sobre una mesa; o la de la joven de Mesina que se subía a los árboles para ver el mar, cada una ilustrada con toscos dibujos que acentúan el carácter infantil del conjunto, siempre en presente continuo.
MIRADA DE NIÑO. En sus manos, el limerick es una suerte de Aikido literario: Lear aprovecha la potencia de 10 mil años de literatura para devolver un golpe que en el mismo instante en que demuele, construye. “Había un viejo de Nepal, tuvo una horrible caída de su caballo; pero, aunque roto en dos pedazos, con un pegamento fuerte arreglaron a ese hombre de Nepal”. ¿Por qué un autor como Aira se interesaría por escribir sobre otro como Lear, cuya lectura puede resultar una pérdida de tiempo para adultos sin remedio?: porque hay mucho de Lear en la prosa de Aira. “El trabajo de Lear, más que la destrucción del sentido (en la que nada importa), es la construcción del sinsentido (donde todo importa)”, escribe el argentino. Y no puede sino recordarse el aquelarre final de La guerra de los gimnasios, o la carrera de moto contra chico en bicicleta de Un sueño realizado, para ir sonriendo una respuesta. Es posible imaginar que si algo admira Aira de Lear, es su capacidad para volver a mirar al mundo como un montón de piedritas a las que se puede ordenar por tamaño, por color o por el sonido que hacen al rebotar contra el agua.
Artículo Publicado originalmente en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino.
viernes, 9 de septiembre de 2011
CINE - El estudiante, de Santiago Mitre: Charla con el candidato a vicepresidente Cristian Castillo
Es cierto que el cine nacional abunda en cine político, que se producen películas interesantes que desbordan materia política, social, ideológica. También es cierto que la ficción política es casi inexistente. Esa es una de las buenas noticias que trae el estreno de El estudiante, opera prima de Santiago Mitre, conocido sobre todo por los guiones escritos para las dos películas más exitosas de Pablo Trapero, Leonera y Carancho. Como en ellas, El estudiante se desarrolla en un microcosmos pasible de inumerables fantasías para los no iniciados. Si Leonera tenía lugar en el infierno carcelario y Carancho en un bajo mundo que reunía abogados y médicos en torno a los accidentes de tránsito, en El estudiante Mitre nos propone un paseo no menos sórdido por los laberintos de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde el estudio va de la mano del sexo y sobre todo de la política. “El origen de la idea fue mi necesidad de retratar el espacio de la universidad pública” dice Mitre, “porque hay algo de lo arquitectónico y del movimiento que tiene la institución que me interesaba y me parecía filmable, casi como un estudio fotográfico.” Pero es imposible pasar por la UBA sin que la política salga de inmediato al cruce. Eso lo saben todos los que han concurrido a tomar clases en cualquiera de sus facultades y es exactamente lo que le pasó a Mitre. “Imaginé a Roque Espinosa, una especie de muchacho medio perdido, medio seductor, que está más preocupado por las chicas que por el estudio”, confirma el director. “Con él apareció la idea de mezclarlo con el ambiente de la facultad y la política es algo muy presente para alguien que llega por primera vez ahí.”
La película transcurre en la Facultad de Sociales, entre la multitud de agrupaciones militantes que abarrotan los pasillos con afiches, pintadas, consignas y banderas de todas las orientaciones políticas posibles. Y de allí pasa a los grandes acuerdos subterráneos donde las camarillas se reparten los espacios de poder. El estudiante es definitivamente un gran thriller político, género infrecuente en la cinematografía local, capaz de atrapar al espectador en su red de pactos y contrapactos, de convicciones firmes pero también de lealtades traicionadas. El seductor personaje de Roque Espinosa (y el gran trabajo de Esteban Lamothe en su interpretación) es fundamental para hacer de El estudiante un relato cautivante.
Cristian Castillo es sociólogo y profesor universitario. Pero además es candidato a vicepresidente por el Frente de Izquierda en las elecciones de Octubre próximo, en formula con Jorge Altamira. Y empezó su carrera política justamente como militante en la Facultad de Sociales. Nadie más oportuno que él para ver la película de Mitre desde una perspectiva interna y poner a prueba los verosímiles y mitologías que en ella pudieran jugarse. “La película muestra que en la universidad hay dos formas de hacer política” afirma Castillo. “Una donde se maneja la gestión y otra, que quizá está más esbozada en la primera mitad del relato, que es la de la militancia contestataria frente a ese orden. Uno, con muchos años de trabajo universitario, sabe que efectivamente la forma en que la película muestra cómo se hacen los acuerdos en la gestión universitaria son parte de la realidad, que es la forma corriente en el que se acuerda el reparto de los lugares de poder”, completa el candidato a vicepresidente. Y concluye: “creo que si uno mira a la sociedad completa, esas dos formas también están presentes.” Invitados a debatir sobre El estudiante, director y político accedieron a compartir una charla.
-¿El mundo de la política universitaria es una muestra que refleja fielmente la forma de hacer política en la Argentina?
Castillo-Refleja un aspecto. Si analizás la política en el movimiento obrero y los sindicatos, también verías un contraste entre la burocracia fuertemente corrupta, ligada a los negocios, y del otro lado una militancia de base que trata de sacárselos de encima. Un ejemplo claro de por dónde se corta el hilo entre uno y otro extremo dentro de la UBA es la diferencia que existe entre los salarios de los cargos de gestión y los de docencia. Los que están en la gestión llegan a cobrar el doble o más del que está en los cargos de docencia. Ese atornillarse en los sillones tiene una base material importante: detrás hay un estatus económico conseguido que no se quiere perder.
-¿Creen que el ingreso a la vida política es parte de la formación que provee al individuo la institución universitaria?
Mitre-Hay muchos prejuicios en torno a los militantes fuera de la facultad, pero también dentro de ella hay mucha gente que no los soporta. Creo que la película logra derribar unos cuantos de esos prejuicios. A pesar de que el protagonista no es específicamente alguien que se destaca por su retórica o capacidad intelectual, ves que está rodeado de tipos que son cuadros un poco más formados. Incluso ese personaje más combativo, que parece pertenecer a una agrupación de izquierda, es capaz de discutir con los docentes con argumentos. Durante la investigación que hice antes de rodar, comprobé que muchos de los dirigentes de las agrupaciones son alumnos destacadísimos en sus carreras.
-¿Cómo ves el retrato que hace la película acerca del modo en que la universidad también forma a sus alumnos en política?
C- Formación y también deformación, porque como te decía, no hay una sola política. Eso es expresado por los personajes centrales de la película. De hecho para el radicalismo la universidad funcionaba como plataforma para una carrera política, del mismo modo que los sindicatos lo son para el peronismo: hasta el 2001 más o menos, lo que tallaba fuerte en la política universitaria era la Franja Morada. Después hubo una implosión post De La Rúa y el juego se abrió más. Pero el sistema sigue siendo completamente anti democrático y oligárquico, donde muy pocas personas tienen una capacidad de decisión política enorme y los más acomodados, los más conservadores, tienen la mayor capacidad de representación. La película muestra muy bien como se hace esa negociación y eso me parece un hallazgo. Porque más allá del elemento de ficción que evidentemente tiene, uno sabe que las cosas en la política universitaria se negocian así. Se trata de un sistema de fuerte cooptación, que el protagonista consigue romper a través del rechazo en el momento determinante de la película.
M-Pero lo que el protagonista rechaza no es la política, sino ese modo de hacer política que se le propone, porque sabe que por ese camino a la larga se llega a la traición.
C-No es un rechazo a la política en general.
M-Claro, porque el camino que ha hecho el tipo hasta ahí lo convirtió en alguien que se da cuenta de que la política lo apasiona, y seguramente seguirá haciendo política, aunque es muy posible que no del mismo modo.
-¿Por qué el peronismo es marginal en la película?
M-Sobre todo porque desde su creación la Universidad es tradicionalmente radical, como dijo Cristian. Entonces narrar a esta institución era un poco narrar también ciertos aspectos del radicalismo. Si la narración hubiese sido en un sindicato, seguramente se hubiese narrado el peronismo. Pero la realidad es que en la Universidad el peronismo casi no existía hasta hace muy poco. Yo mismo lo viví durante el rodaje: en las asambleas no había agrupaciones Nac&Pop hasta después de la muerte de Kirchner. De hecho, vi como chiflaban a agrupaciones ligadas al kirchnerismo.
C-Lo que pasa es que el radicalismo durante el gobierno de Alfonsín logra cooptar un sector del progresismo muy importante, un sector que incluso estaba históricamente ligado al Partido Comunista, que pasa a formar parte de la gestión de la UBA con Shuberoff. Por eso el personaje del referente Acevedo es absolutamente verosímil: el progresista que acuerda con el más conservador a cambio de un espacio de poder. Pero también sé que una película es una película y sería un error mirarla con otros ojos. No podemos perder de vista que estamos mirando una película donde se entremezclan elementos de la ficción y de la realidad.
-¿Cómo te sentiste, Cristian, viendo desde afuera ese mundo que para vos es cotidiano?
C-Resultó interesante como sociólogo, porque pude estar del otro lado, frente a cómo nos ve alguien que no estudió en la UBA, ver cómo es la mirada de alguien que nos estuvo investigando. A mi juicio ha captado muchos elementos de manera certera: creo que muchos se van a ver interpelados y eso no les va caer simpático.
-Llama la atención la elección de los nombres de algunos personajes, sobre todo el nombre de Viñas.
M-Son nombres que surgieron de asuntos personales. Pero puedo decirte que empecé trabajando con la estructura de un cuento de Borges…
-Claro, Acevedo es un nombre borgeano.
M- Bueno, sí. En ese caso es por un personaje de ese cuento que se llamaba Acevedo Bandeiras.
-De todas formas me quedan dudas de que el nombre de Viñas aparezca de forma inocente. Sobre todo viendo que ese personaje representa lo más conservador de la política universitaria, es decir lo opuesto del Viñas real.
M-Es que realmente es inocente y nos sorprendió mucho la asociación.
-No debería sorprenderte: Viñas es un nombre muy fuerte dentro de la historia de la UBA.
M-Pero cuando escribí el guión e incluso durante el rodaje, la verdad que Viñas era una figura que no estaba muy presente en la escena pública o intelectual. Pero desde que falleció volvió a tener la envergadura que tenía. Entonces ahora la película también se puede leer en ese sentido.
-Qué creés que le aporta tu película a la forma de mirar la política.
M-Me parece interesante que haya ficciones que problematicen la política y su práctica. El cine tiene la capacidad de ser un objeto accesible, todo el mundo está acostumbrado a consumir materiales audiovisuales, entonces que haya un material de este tipo, que sirva como objeto de discusión para ámbitos más amplios, me parece algo interesante que el cine argentino hizo bastante poco. Y cuando lo hizo, fue de manera militante. Esta película tal vez es un poco más abierta y eso puede ser lo que le da esa condición un poco polémica.
-Y vos Cristian, ¿creés que la ficción es una buena herramienta para empezar a hablar de política?
C-Desde ya. La ficción es una herramienta para pensar desde temas políticos hasta grandes problemas filosóficos. Siempre que no lo queramos ver como una lectura directa de la realidad, porque en medio está el trabajo del creador. Creo que el gran mérito es que El estudiante logra captar el modo en qué funciona la política desde arriba en la universidad. Yo tal vez la leo así porque formo parte de la respuesta y la crítica a ese sistema.
-Tratando de correrte del Castillo político: ¿qué dice el Castillo cinéfilo?
C-Que me gustó la película y desde ya la recomiendo.
LOS MISTERIOSOS CLAUSTROS UNIVERSITARIOS
El estudiante cuenta la historia de Roque Espinosa, un muchacho que llega a Buenos Aires para empezar una carrera en la facultad de Sociales de la UBA, pero su preocupación pasa por las chicas antes que por el estudio. Tras comenzar una relación sentimental con Paula Castillo, una joven profesora que milita activamente en la agrupación Brecha, Roque comenzará a descubrir que lo que lo apasiona es la política. En las reuniones de Brecha conoce a Acevedo, el líder y referente de la agrupación y a partir de pequeños encargos, comenzará a crecer en la organización, hasta convertirse en su hombre de confianza. Santiago Mitre considera que su película “es un relato básico bastante universal: la historia de alguien que llega a un lugar que desconoce, entra en contacto con una serie de reglas que va aprendiendo y va ascendiendo en esa estructura, hasta verse enfrentado a una decisión final.” Y con algo de orgullo cuenta un dato curioso que ayuda a entender el carácter mítico de su relato: “Hace poco escribieron en un medio norteamericano que el protagonista era “una especie de Anakin Skywalker universitario”.
Evitando un punto de vista omnisciente, el relato avanza siempre a la par del protagonista y el espectador “nunca sabe ni más ni menos que él”, una acertada elección narrativa que acentúa el entramado de acuerdos que ocurren fuera de campo. “A partir de eso la película toma cierta forma de thriller, aunque me llamó la atención cuando la empezaron a llamar así, porque nunca la pensé de esa manera”, se sorprende el director. “Es que hay algo de la práctica política”, concluye, “de la tensión que genera, de ciertas intrigas en el manejo de la información, que colocan a la película en ese punto”. Intriga política, entonces: una bienvenida aparición entre los géneros abordados por el cine argentino.
Versión aumentada del artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
La película transcurre en la Facultad de Sociales, entre la multitud de agrupaciones militantes que abarrotan los pasillos con afiches, pintadas, consignas y banderas de todas las orientaciones políticas posibles. Y de allí pasa a los grandes acuerdos subterráneos donde las camarillas se reparten los espacios de poder. El estudiante es definitivamente un gran thriller político, género infrecuente en la cinematografía local, capaz de atrapar al espectador en su red de pactos y contrapactos, de convicciones firmes pero también de lealtades traicionadas. El seductor personaje de Roque Espinosa (y el gran trabajo de Esteban Lamothe en su interpretación) es fundamental para hacer de El estudiante un relato cautivante.
Cristian Castillo es sociólogo y profesor universitario. Pero además es candidato a vicepresidente por el Frente de Izquierda en las elecciones de Octubre próximo, en formula con Jorge Altamira. Y empezó su carrera política justamente como militante en la Facultad de Sociales. Nadie más oportuno que él para ver la película de Mitre desde una perspectiva interna y poner a prueba los verosímiles y mitologías que en ella pudieran jugarse. “La película muestra que en la universidad hay dos formas de hacer política” afirma Castillo. “Una donde se maneja la gestión y otra, que quizá está más esbozada en la primera mitad del relato, que es la de la militancia contestataria frente a ese orden. Uno, con muchos años de trabajo universitario, sabe que efectivamente la forma en que la película muestra cómo se hacen los acuerdos en la gestión universitaria son parte de la realidad, que es la forma corriente en el que se acuerda el reparto de los lugares de poder”, completa el candidato a vicepresidente. Y concluye: “creo que si uno mira a la sociedad completa, esas dos formas también están presentes.” Invitados a debatir sobre El estudiante, director y político accedieron a compartir una charla.
-¿El mundo de la política universitaria es una muestra que refleja fielmente la forma de hacer política en la Argentina?
Castillo-Refleja un aspecto. Si analizás la política en el movimiento obrero y los sindicatos, también verías un contraste entre la burocracia fuertemente corrupta, ligada a los negocios, y del otro lado una militancia de base que trata de sacárselos de encima. Un ejemplo claro de por dónde se corta el hilo entre uno y otro extremo dentro de la UBA es la diferencia que existe entre los salarios de los cargos de gestión y los de docencia. Los que están en la gestión llegan a cobrar el doble o más del que está en los cargos de docencia. Ese atornillarse en los sillones tiene una base material importante: detrás hay un estatus económico conseguido que no se quiere perder.
-¿Creen que el ingreso a la vida política es parte de la formación que provee al individuo la institución universitaria?
Mitre-Hay muchos prejuicios en torno a los militantes fuera de la facultad, pero también dentro de ella hay mucha gente que no los soporta. Creo que la película logra derribar unos cuantos de esos prejuicios. A pesar de que el protagonista no es específicamente alguien que se destaca por su retórica o capacidad intelectual, ves que está rodeado de tipos que son cuadros un poco más formados. Incluso ese personaje más combativo, que parece pertenecer a una agrupación de izquierda, es capaz de discutir con los docentes con argumentos. Durante la investigación que hice antes de rodar, comprobé que muchos de los dirigentes de las agrupaciones son alumnos destacadísimos en sus carreras.
-¿Cómo ves el retrato que hace la película acerca del modo en que la universidad también forma a sus alumnos en política?
C- Formación y también deformación, porque como te decía, no hay una sola política. Eso es expresado por los personajes centrales de la película. De hecho para el radicalismo la universidad funcionaba como plataforma para una carrera política, del mismo modo que los sindicatos lo son para el peronismo: hasta el 2001 más o menos, lo que tallaba fuerte en la política universitaria era la Franja Morada. Después hubo una implosión post De La Rúa y el juego se abrió más. Pero el sistema sigue siendo completamente anti democrático y oligárquico, donde muy pocas personas tienen una capacidad de decisión política enorme y los más acomodados, los más conservadores, tienen la mayor capacidad de representación. La película muestra muy bien como se hace esa negociación y eso me parece un hallazgo. Porque más allá del elemento de ficción que evidentemente tiene, uno sabe que las cosas en la política universitaria se negocian así. Se trata de un sistema de fuerte cooptación, que el protagonista consigue romper a través del rechazo en el momento determinante de la película.
M-Pero lo que el protagonista rechaza no es la política, sino ese modo de hacer política que se le propone, porque sabe que por ese camino a la larga se llega a la traición.
C-No es un rechazo a la política en general.
M-Claro, porque el camino que ha hecho el tipo hasta ahí lo convirtió en alguien que se da cuenta de que la política lo apasiona, y seguramente seguirá haciendo política, aunque es muy posible que no del mismo modo.
-¿Por qué el peronismo es marginal en la película?
M-Sobre todo porque desde su creación la Universidad es tradicionalmente radical, como dijo Cristian. Entonces narrar a esta institución era un poco narrar también ciertos aspectos del radicalismo. Si la narración hubiese sido en un sindicato, seguramente se hubiese narrado el peronismo. Pero la realidad es que en la Universidad el peronismo casi no existía hasta hace muy poco. Yo mismo lo viví durante el rodaje: en las asambleas no había agrupaciones Nac&Pop hasta después de la muerte de Kirchner. De hecho, vi como chiflaban a agrupaciones ligadas al kirchnerismo.
C-Lo que pasa es que el radicalismo durante el gobierno de Alfonsín logra cooptar un sector del progresismo muy importante, un sector que incluso estaba históricamente ligado al Partido Comunista, que pasa a formar parte de la gestión de la UBA con Shuberoff. Por eso el personaje del referente Acevedo es absolutamente verosímil: el progresista que acuerda con el más conservador a cambio de un espacio de poder. Pero también sé que una película es una película y sería un error mirarla con otros ojos. No podemos perder de vista que estamos mirando una película donde se entremezclan elementos de la ficción y de la realidad.
-¿Cómo te sentiste, Cristian, viendo desde afuera ese mundo que para vos es cotidiano?
C-Resultó interesante como sociólogo, porque pude estar del otro lado, frente a cómo nos ve alguien que no estudió en la UBA, ver cómo es la mirada de alguien que nos estuvo investigando. A mi juicio ha captado muchos elementos de manera certera: creo que muchos se van a ver interpelados y eso no les va caer simpático.
-Llama la atención la elección de los nombres de algunos personajes, sobre todo el nombre de Viñas.
M-Son nombres que surgieron de asuntos personales. Pero puedo decirte que empecé trabajando con la estructura de un cuento de Borges…
-Claro, Acevedo es un nombre borgeano.
M- Bueno, sí. En ese caso es por un personaje de ese cuento que se llamaba Acevedo Bandeiras.
-De todas formas me quedan dudas de que el nombre de Viñas aparezca de forma inocente. Sobre todo viendo que ese personaje representa lo más conservador de la política universitaria, es decir lo opuesto del Viñas real.
M-Es que realmente es inocente y nos sorprendió mucho la asociación.
-No debería sorprenderte: Viñas es un nombre muy fuerte dentro de la historia de la UBA.
M-Pero cuando escribí el guión e incluso durante el rodaje, la verdad que Viñas era una figura que no estaba muy presente en la escena pública o intelectual. Pero desde que falleció volvió a tener la envergadura que tenía. Entonces ahora la película también se puede leer en ese sentido.
-Qué creés que le aporta tu película a la forma de mirar la política.
M-Me parece interesante que haya ficciones que problematicen la política y su práctica. El cine tiene la capacidad de ser un objeto accesible, todo el mundo está acostumbrado a consumir materiales audiovisuales, entonces que haya un material de este tipo, que sirva como objeto de discusión para ámbitos más amplios, me parece algo interesante que el cine argentino hizo bastante poco. Y cuando lo hizo, fue de manera militante. Esta película tal vez es un poco más abierta y eso puede ser lo que le da esa condición un poco polémica.
-Y vos Cristian, ¿creés que la ficción es una buena herramienta para empezar a hablar de política?
C-Desde ya. La ficción es una herramienta para pensar desde temas políticos hasta grandes problemas filosóficos. Siempre que no lo queramos ver como una lectura directa de la realidad, porque en medio está el trabajo del creador. Creo que el gran mérito es que El estudiante logra captar el modo en qué funciona la política desde arriba en la universidad. Yo tal vez la leo así porque formo parte de la respuesta y la crítica a ese sistema.
-Tratando de correrte del Castillo político: ¿qué dice el Castillo cinéfilo?
C-Que me gustó la película y desde ya la recomiendo.
LOS MISTERIOSOS CLAUSTROS UNIVERSITARIOS
El estudiante cuenta la historia de Roque Espinosa, un muchacho que llega a Buenos Aires para empezar una carrera en la facultad de Sociales de la UBA, pero su preocupación pasa por las chicas antes que por el estudio. Tras comenzar una relación sentimental con Paula Castillo, una joven profesora que milita activamente en la agrupación Brecha, Roque comenzará a descubrir que lo que lo apasiona es la política. En las reuniones de Brecha conoce a Acevedo, el líder y referente de la agrupación y a partir de pequeños encargos, comenzará a crecer en la organización, hasta convertirse en su hombre de confianza. Santiago Mitre considera que su película “es un relato básico bastante universal: la historia de alguien que llega a un lugar que desconoce, entra en contacto con una serie de reglas que va aprendiendo y va ascendiendo en esa estructura, hasta verse enfrentado a una decisión final.” Y con algo de orgullo cuenta un dato curioso que ayuda a entender el carácter mítico de su relato: “Hace poco escribieron en un medio norteamericano que el protagonista era “una especie de Anakin Skywalker universitario”.
Evitando un punto de vista omnisciente, el relato avanza siempre a la par del protagonista y el espectador “nunca sabe ni más ni menos que él”, una acertada elección narrativa que acentúa el entramado de acuerdos que ocurren fuera de campo. “A partir de eso la película toma cierta forma de thriller, aunque me llamó la atención cuando la empezaron a llamar así, porque nunca la pensé de esa manera”, se sorprende el director. “Es que hay algo de la práctica política”, concluye, “de la tensión que genera, de ciertas intrigas en el manejo de la información, que colocan a la película en ese punto”. Intriga política, entonces: una bienvenida aparición entre los géneros abordados por el cine argentino.
Versión aumentada del artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.