miércoles, 24 de junio de 2015

CINE - "Vampiraje. Crónica de una contaminación anunciada", de Lauro Campos: Una historia argentina llena de vampiros

"En la alta baranda de un barco que cruza el océano, dos hombres luchan con el revolucionario de mayo.
-¡Quieto! 
-¡No! 
-¡Quieto, digo! ¡Que te calles, perro! 
-¡Dejadme! 
-¡Que no! ¡Que en el Plata pronto han de saber que hemos terminado contigo, basura! ¡Bebe de una vez! 
-¡No! 
-¡Bebe, maldito! 
-¡Ah! 
Luego de forzarlo a beber, del gemido y la caída sobre la madera de la cubierta, el silencio. Un tercer hombre pregunta si está hecho. La respuesta es afirmativa. Es una pena. Se ha tenido que apresurar el trámite por órdenes recibidas desde el Plata. Y el trabajo que ha tenido que llevarse a cabo ha sido un trabajo sucio. Y habrá una recompensa por eso.
Los planes eran otros. Los planes eran simplemente escoltarlo hasta altamar. Y en alta mar el barco se cruzaría con un barco europeo que transportaría a quien solucionaría definitivamente la situación. Un pasajero de lujo. El conde Alucard, conocido vampiro de Transilvania. El se encargaría de trasladar al prócer de mayo al mundo de las tinieblas."

De esta manera comienza el cuento “Exceso de agua potable”, encargado de abrir el libro Vampiraje. Crónica de una contaminación anunciada, una colección de relatos en la que el escritor rosarino Lauro Campos se encarga de releer la historia argentina a través del filtro del popular mito. En ese primer cuento, en donde lo que se recrea es la muerte de Mariano Moreno, siempre sospechada de asesinato, a bordo de la fragata inglesa Fame, Campos deja bien claras las reglas del juego y el lugar que comenzarán a ocupar los vampiros dentro del contexto particular de nuestra historia. Que es el lugar de quienes de a poco comienzan a apoderarse del relato histórico, para hacerlo coincidir con determinados intereses que nunca son “los de la Patria”, un detalle que se hace explícito en el subtítulo del libro. De ahí a hacer coincidir a la figura del vampiro con la clásica imagen del “chupasangre”, referida esta última a aquellas personas que, como los parásitos, se dedican a vivir del esfuerzo y la energía ajena, apenas hay un paso. 
Así, Campos va de Moreno a las tertulias de Mariquita Sánche de Thompson, y de ahí a la poco conocida pero escalofriante figura de Fortunata García, esposa y madre de dos gobernadores unitarios de Tucumán, pasando por el romance de Camila O’Gorman y el padre Ladislao o los últimos días José de San Martín en Boulogne-Sur-Mer. Para cumplir con la tarea de reescribir la historia, Campos también se permite algunos recursos que potencian el efecto buscado, como el humor o diferentes anacronismos que le permiten a algunos personajes históricos mirar el canal TN o leer a Lanata, del mismo modo en que el Padre de la Patria tiene como ama de llaves a Catita, entrañable creación de la enorme Niní Marshall. 
 “La idea surge de una premisa que es muy mía, y que vengo manejando desde hace muchos años desde el humor”, explica Campos antes de entrar en detalle. “Creo que en determinado momento de la historia del mundo, un ser de las tinieblas comenzó a tener una vida normal dentro de la civilización de los mortales y así se fue generalizando esta contaminación que llevó al mundo conocido a practicar esto de chupar la sangre al prójimo mientras se lo violaba, si era posible, que es la esencia del vampirismo. Esto de la violación te lo diría de otra manera si no fuera tan antiguo y mayo”, aclara con picardía el escritor. Sin embargo aclara que no hubo un criterio específico más allá del interés personal en determinados episodios históricos a la hora de vertebrar esta versión vampírica de la historia argentina. “Según mis hijos soy una persona sin criterio”, bromea Campos y sigue. “Elegí esos personajes porque me fascinaron y porque de alguna manera, al ser principalmente dramaturgo, cuando elijo personajes los veo inmediatamente interpretados por actores y actrices. En este caso, al ser personajes históricos argentinos, los he imaginado encarnados por nuestras figuras del cine nacional. Ha sido maravilloso imaginar a Fortunata García en la piel de Zully Moreno, por ejemplo.” 
Tal vez por esa falta de programa se explique la ausencia del peronismo en el libro. Sobre todo teniendo en cuenta que dentro del mismo hay hechos y presencias que parecen ideales para ser releídos desde el vampirismo, como el embalsamamiento de Evita o la figura de López Rega. Campos no tiene una explicación para esa ausencia, aunque enseguida se entusiasma con la idea, imaginando un segundo volumen de cuentos. Pero aprovecha para manifestar su “desilusión inevitable hacia la desnaturalización del peronismo”, que de alguna manera confiesa en el anteúltimo y breve cuento sobre los hijos de Martín Fierro. “Pero en verdad, al ser un humorista y al ser esta suerte de vacilaciones en la interpretación de la palabra de Perón a lo largo de la historia algo que vivo con inevitable dolor, tal vez esta circunstancia me impidió ahondar en el tema”, redondea. “Es lógico que, teniendo en cuenta todo lo que ha pasado en la historia del peronismo, el narrador del libro, que hace humor y que se ríe de sí mismo y con la gente, se apartara del tema frente a lo que le hacía daño.”
Aunque la metáfora de leer literalmente el vampirismo mítico como vampirismo social en clave lucha de clases no es nueva (llegando a atar la supervivencia de la clase alta al rito vampírico de manera explícita en el cuento “La historia de Tía Camila”: “papá, después de beber la sangre de varios empleados de la fábrica”), Vampiraje consigue algunos efectos novedosos al hacer foco sobre la oposición de unitarios contra federales. “No adhiero a doctrinas basadas en la lucha de clases. Lo que señalás es algo que desde una postura política sensata, y basada en el bien común, pareciera lo correcto. Pero en verdad no es algo que se desprenda de mi postura filosófica frente a lo social, frente a la vida”, se apresura Campos a aclarar. Sin embargo también deja abierta la posibilidad de que el vampirismo fuera en realidad un instrumento que no se encuentra atado a una única clase social, sino que se trata de una herramienta válida para todos una vez desatada las luchas por el poder. Eso consta en el final del cuento “Who are they?”, en el que una institutriz le explica a dos niños bien que “así como Yrigoyen chupaba la sangre de ustedes” la llegada de Uriburu volverá a poner las cosas en su lugar. “Esto es exactamente lo que pienso, pero en cualquier momento, no a partir de una lucha de clases. A partir de cualquier circunstancia en que pueda aparecer, en cualquier estamento social, un atisbo de dominación o poder”, termina por acordar, satisfecho, el escritor. 
En el libro también se aborda otras versiones del mito, como la figura del vampiro gótico y romántico apenas anterior al Drácula de Stoker, más cercano al espíritu de aquella noche que reunió a al matrimonio Shelly con lord Bayron y Polidori en Suiza, y que Campos parece aprovechar en el cuento “El triangulo”, protagonizado por el dúo suicida de Quiroga y Storni, junto a Salvadora Onrubia, esposa de Natalio Botana. Sin embargo vuelve a resultar curiosa otra ausencia, la de Lugones, otro suicida famoso, amigo de los dos primeros. “Es que ese cuento no tiene que ver con suicidas, porque no creo que el suicidio tenga que ver con el vampirismo. Preferí meter a Salvadora, que era íntima amiga de Alfonsina (quien fue enterrada primariamente en el panteón de los Botana), porque me pareció más divertido que esa mujer que había viajado tanto, que tan cerca había estado del poder, fuera la heredera de la receta del licor con que muere Horacio Quiroga.” 
Otro detalle que llama la atención es el uso reiterado de los anacronismos, recurso que le permite al autor reunir en un mismo plano temporal a personajes muy distantes entre sí en la línea histórica. Herramienta que aprovecha con humor, como en el caso del cuento en que Mariquita Sánchez se guardan de no perder la línea para “que las futuras figuritas de Billiken no sean impiadosas” con ella. “En la presentación de mi libro en Rosario mi amigo Pepe Donati expresó que tales circunstancias habían aliviado ciertas tensiones matinales cuando comenzó a leer el libro. A mí me divierte mucho el anacronismo y creo que a muchas personas también les resulta un buen chiste. Unir a esa mucamita argentina llamada Niní con José de San Martín en sus últimos momentos y hacerla utilizar la forma o la manera “canalle” que utilizaba Niní Marshall, resulta simplemente de mi condición de comediógrafo y creo que ese cuento es uno de los más divertidos del libro”, reconoce Campos. “Todos los personajes de mis cuentos, de alguna manera, piensan de manera premonitoria en lo que será el futuro de ellos en un mundo distinto, porque al ser vampiros, permanecerán por siempre.” 

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo.

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