¿Pero cuál es la lucha de estas mujeres? ¿El derecho a estudiar o a ocupar cargos públicos? ¿Erradicar la violencia física y sexual que reciben de los hombres? ¿La legalización del aborto? ¿La flexibilización del estricto código de vestimenta? Nada de eso. Se trata de las jugadoras de la selección femenina de fútbol de Libia y lo que quieren es que las dejen jugar a la pelota. La acción arranca un año después de la revolución, con el equipo entrenando para un torneo de selecciones árabes que se desarrollará en Alemania. Pero la asociación de fútbol decide no permitir el viaje para evitar que las chicas reciban agresiones de grupos conservadores, como Ansar Al-Sharía. Son estos quienes emiten un comunicado en el que, tomándolas como (mal) ejemplo, rechazan la “occidentalización inmoral bajo el pretexto de la libertad de las mujeres”, ya que esto podría llevar “a otros deportes con aún más desnudez, como la natación o el atletismo”. Nota: la mayoría de las chicas, incluidas las más combativas, entrenan y juegan con pantalones largos y hiyab.
Arebi eligió para Freedom Fields un montaje frenético, que junto al uso permanente de la cámara en mano le dan a la película una estructura visual desprolija, muchas veces incómoda para el espectador. De algún modo, el formato replica el ritmo inquieto con el que occidente identifica a las ciudades árabes, con sus mercados y bazares atestados, el tránsito caótico y una multitud de personas en cada esquina. Pero también le permite a la directora transmitir la forma precaria en la que muchos tramos fueron filmados, corriendo detrás de las protagonistas sin un guión que ordene las acciones, sino tratando de registrar sus vidas tal como ocurren. Y eso incluye no pocas situaciones de riesgo. Resulta ilustrativa la escena en la que el equipo intenta cruzar a Túnez para jugar un partido, pero son detenidas en un retén de frontera, donde los soldados las obligan a volver porque no viajan con un varón que las acompañe. Arebi subraya la sensación de peligro al no incluir las imágenes, mostrando solo una pantalla negra sobre la que se escucha el intimidante audio completo.
Freedom Fields sigue a las chicas durante cinco años, registrando su frustración, su alejamiento del fútbol y la forma en que su vida se desarrolla lejos de la pelota. A las escenas que muestran sus entrenamientos o su vida privada parecen oponerse los reiterados planos en los que se ven las vidrieras de los negocios que venden vestidos de novia, representación del mandato social que se les busca imponer. El film siempre toma como referencia temporal el triunfo de esa revolución que las somete. La insistencia con que se vuelve a la palabra “revolución” no solo sirve para rechazar el significado que se le ha dado en Libia a partir de 2011, sino que Arebi también la recupera y se la apropia, para devolvérsela de forma tácita a sus verdaderas dueñas. Porque la legitimidad de una revolución no está dada por su tamaño, sino por la justicia de la causa que la sostiene.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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