Desde su afiche, Cumbia que te vas de ronda se define a sí misma como “una road movie musical”. El concepto, que se justifica como parte del juego promocional, sin embargo resulta insuficiente para describir a la película. Es cierto que una road movie es un relato de viaje que en general se realiza sobre una ruta y en el que el drama tiene lugar en movimiento. Todo eso aparece en la película, en la que su director, el músico Pablo Coronel, sale en busca de respuestas en torno al ritmo tropical del título, que es una de sus pasiones.
Pero ocurre que su viaje se extiende de tal modo, abarcando tres continentes y atravesando dos océanos, que la categoría invocada acaba quedando chica. Por su dimensión, por lo exótico de algunos destinos y por su espíritu explorador, quizá acá corresponda hablar más de travesía que de un simple viaje. Una idea que serviría para pensar a Cumbia que te vas de ronda no tanto como road movie, sino como una verdadera película de aventuras. Una vuelta al mundo en 80 cumbias.
El recorrido comienza en la ciudad de Porto, donde Coronel vive hace algunos años. Ahí integra el grupo Rosa Mimosa, primera y única banda de cumbia de Portugal, en la que él es acordeonista. El hecho de haber llevado un ritmo tan popular en la Argentina y en América latina, hasta una tierra en donde es prácticamente desconocido, no solo representa el primer tramo del viaje, sino que es lo que desencadena muchos de los interrogantes que motorizarán lo que viene. ¿Por qué la cumbia es tan contagiosa? ¿Cómo es que con solo escucharla se ponen a bailar hasta quienes no la conocían e incluso aquellos a los que no les gustan? Es así como Coronel parte en busca de revelar el origen y el secreto de la magia sonora de la cumbia.
Cumbia que te vas de ronda es una película festiva que toma del género musical su carácter maleable, capaz de amoldarse a cualquier situación y paisaje. De ese fervor también nace cierta desprolijidad formal que subraya el carácter de obra desarrollada en tránsito. El primer tramo reformula el clásico viaje iniciático a través de Latinoamérica y da cuenta del profundo arraigo de la cumbia en la región. Pero es la segunda parte, que se desarrolla en el Lejano Oriente, la que resulta más luminosa.
Ahí Coronel no solo revela que la cumbia también es popular en el Japón, sino que demuestra la influencia que tienen sus acordes incluso en el espíritu de quienes los oyen por primera vez. Ver a un grupo de bailarines de hip hop vietnamitas, que sin haber escuchado cumbia nunca antes bailan casi los mismos pasos que un grupo de adolescentes en una bailanta de Morón, resulta casi mágico. Lo mismo ocurre en las calles de Camboya o Filipinas, donde Coronel y su pequeña banda viajera tocan cumbia y los transeúntes no pueden evitar que los piecitos y las caderas se les vayan detrás del ritmo. Pruebas irrefutables del carácter contagioso de ese ritmo popular.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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