La virulencia de la pandemia de Covid-19 resultó una cachetada para la sociedad moderna, convencida de que la civilización por fin había domesticado a la salvaje naturaleza a través de la tecnocracia. Los resultados están a la vista: el único medio eficaz para evitar los contagios y la propagación masiva de la enfermedad es el aislamiento. Es decir, el mismo método que los hebreos usaron hace 3500 años para resguardarse de las siete plagas de Egipto. Dicho así, parece que esta enfermedad ha tomado al individuo del siglo XXI por sorpresa y sin herramientas que lo ayuden a comprender a qué se enfrenta y cuáles son las mejores armas para defenderse de ella. Sin embargo no es así.
Desde hace más de 50 años el cine viene escribiendo una enciclopedia libre que de forma velada y siempre desde el territorio de lo fantástico, nos ha ido familiarizando con el contexto actual. Se trata de las películas de zombies, que más allá de las diferencias obvias que las separan de la realidad, han puesto al espectador en contacto cercano con la idea de que una crisis sanitaria podría estar a la vuelta de la esquina. Pero también es posible encontrar en ellas un manual de supervivencia para mantenerse saludables en un mundo infectado.
Por supuesto que el coronavirus no convierte a la gente en zombies y está claro que la cura para la enfermedad no es un tiro en la cabeza del infectado (aunque a Donald Trump la idea tal vez ya se le cruzó). Más allá de los detalles espectaculares, los recaudos que toman los protagonistas de esas películas para sobrevivir no son muy distintos de aquellas recomendaciones que buscan planchar la curva de contagios del coronavirus. Los estudiosos del género recordarán que en casi todas las películas de zombies, incluida la fundacional La noche de los muertos vivos (George Romero, 1968), los personajes están a salvo mientras se mantienen encerrados, evitando el contacto directo con los enfermos. Acá también es uno el que se expone al virus cada vez que sale de su casa.
El distanciamiento social es igual de importante para evitar a los zombies. Alcanza con mantenerse fuera del alcance de sus dientes para no convertirse en muerto vivo. En la reciente comedia australiana Little Monsters (2019), una maestra de jardín interpretada por Lupita Nyong’o debe proteger a sus alumnitos de una invasión zombie que se desata durante una excursión. Los personajes utilizan rastrillos, palos o cualquier otro elemento que sirva para imponer distancia entre ellos y los voraces cadáveres ambulantes. Claro que a la vista de lo que cualquiera debe enfrentar cada vez que sale a hacer las compras, da la impresión de que es más fácil mantener a raya a un zombie que a los salames que se te pegan en la cola del supermercado. Parece mentira, pero tras 50 días de cuarentena todavía hay personas que no entienden la importancia de respetar ese metro y medio de separación. Irse encima de los otros es típico de zombies.
La solidaridad también es importante a la hora de evitar ambas infecciones. En la película coreana Tren a Busán (2018) un grupo de personas atrapadas en un tren lleno de zombies se mantienen unidas para cuidarse. Enfrentados a un enemigo desconocido y difícil de contener, los protagonistas entienden enseguida que lo que marca la diferencia entre buenos y malos es el espíritu comunitario. Por supuesto que no todos los buenos se salvarán, pero el público siempre disfruta cuando los que mueren son los egoístas y los individualistas. En las películas de zombies esos no zafan nunca.
Por último pero no menos importante: la conciencia. Es eso lo que separa al humano del zombie y lo que puede hacer la diferencia entre la salud y la enfermedad en cualquier contexto. Conciencia es lo que tiene el protagonista del corto australiano Cargo (2013), quien al saberse infectado idea un ingenioso dispositivo similar al del burro y la zanahoria, para salvar a su hijo. Sólo que en lugar de zanahoria se cuelga delante una bolsa con vísceras, que una vez convertido en zombie serán el cebo que lo mantendrá en movimiento, al mismo tiempo que lo distraen del bebé que carga en una mochila sobre su espalda. Esa conciencia es la que permite establecer un orden de prioridades, sabiendo que cuidar la salud de cada uno es también lo mejor para la comunidad. A pesar de lo que digan los zombies.
Muertos vivos, pero distintos: Tres películas para buscar y ver
Cargo (Ben Howling y Yolanda Ramke, 2013): premiado corto australiano en el que un padre infectado salva a su bebé de sí mismo. Puede verse completo y de forma gratuita en YouTube. En 2018 Netflix estrenó un largometraje basado en él.
Los hambrientos (Les Affamés. Robin Aubert, 2017): película canadiense cuyos zombies, lejos del modelo tradicional del muerto viviente idiota, son individuos que parecen capaces de cierto tipo de organización, volviéndose más peligrosos.
Los muertos no mueren (Jim Jarmush, 2019): último trabajo del prestigioso cineasta, repleto de citas que abarcan distintas variantes del género con humor seco e ingeniosos juegos meta cinematográficos. Bonus: Iggy Pop hace de zombie.
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