¿Cuál es, si la hay, la forma correcta del amor? ¿Existe un modelo, un patrón o un molde cuyo diseño pueda estandarizar la experiencia suprema de la condición humana? Afirmar que la comedia francesa Nosotros tres aspira a responder algunas de estas preguntas tal vez sea una exageración, aunque tampoco se le puede negar la voluntad de avanzar por ese camino. De un modo muy simple, la película da algunos pasos en esa dirección y aunque nunca consiga más que escarbar apenas sobre la superficie del asunto, al menos intenta esbozar algunas ideas al respecto. Pero como ya se sabe, aquel adagio que afirma que “lo que vale es la intención” carece de valor a la hora de analizar una película.
Dirigida y escrita por José Alcala, Nosotros tres se apoya sobre una trama de vínculos amorosos que incluye instituciones como el matrimonio, la paternidad, la amistad y las relaciones entre abuelos y nietos o entre amantes. Es cierto que muchas películas abordan estos ejes, solo que en este caso aparecen todos juntos, comprimidos en 90 minutos. Gilbert (Daniel Auteuil) y Simone (Catherine Frot) llevan casados una eternidad, pero su vínculo se ha enfriado hace rato. Ambos están frustrados por la carga de lo cotidiano. Él, que ha sido un joven liberal, se ha vuelto un viejo hosco y conservador. Y ella se ha dejado someter por ese hombre al que amó por su atrevimiento, pero al que ahora no respeta, aunque le teme. Por eso no es extraño que Simone se haya convertido en amante de Etienne (Bernard Le Coq), el mejor amigo de ambos, que a sus casi 70 vive una segunda juventud en la casa de enfrente.
Alcala le imprime al relato una impronta caricaturesca algo anticuada, pero al menos el trío protagónico, integrado por actores de probadas dotes dramáticas, coincide en abordar a sus personajes bien lejos del naturalismo, evitando que la película se vuelva un cocoliche expresionista. Es decir, todos sobreactúan por igual. En el caso de Auteuil, que es el rostro más conocido de los tres para los espectadores argentinos, se trata además de una constante que abarca algunos de sus últimos trabajos. Incluso se podría arriesgar que en sus exageradas composiciones recientes se esconde la aspiración de convertirse en el Al Pacino francés, siempre over the top, dispuesto a llevar la aguja del vúmetro dramático hasta la zona roja del espectro.
Pero para ser justos, debe decirse que Auteuil también es responsable de lo mejor de Nosotros tres. Es que cuando Simone lo deja para irse con Etienne, el abandonado Gilbert debe hacerse cargo por unos días de un nieto adolescente, al que no conoce porque lleva años peleado con su hija. Si dicha subtrama se convierte en lo más logrado de la película casi sin esfuerzo es justamente por la ternura que Auteuil y el joven Solam Dejean- Lecréole consiguen imprimirle a la construcción del vínculo. Cuando están juntos en pantalla la película brilla un poco más y hasta consigue que el espectador se preocupe un poco por el destino del abuelo y el nieto. Algo es algo...
Artículo publicado originalmente en la sección espectáculos de Página/12.
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