Como pasa con los artistas que son difíciles de definir, a la hora de hablar de Soema Montenegro se suele apelar al recurso reduccionista de intentar hacerla calzar dentro de las etiquetas tranquilizadoras de los géneros. Como si encasillarla como cantante folklórica alcanzara para decir algo acerca de su trabajo, de su música y de su voz. Pocos artistas dentro de las diferentes escenas del canto en la Argentina, en el género que sea, tienen una capacidad y una variedad de recursos que pueda equipararse al arsenal sonoro del que dispone Soema. Dueña de una versatilidad incomparable y un voraz espíritu innovador, ella acaba de editar su tercer álbum, Ave del cielo, al frente de su grupo El conjuro que, entre otros, integran el multinstrumentista y productor Jorge Sottile. El disco vuelve a dar una muestra cabal de la amplitud y el carácter excepcional de la voz, el repertorio y las intenciones de esta cantante argentina con más reconocimiento y rodaje en el exterior que en el país.
En las canciones de Ave del cielo es posible reconocer muchos senderos de la música popular argentina, pero también otros provenientes del arco del folklore latinoamericano, incluso también de los europeos y hasta del canto lírico. En sus once canciones el oyente atento reconocerá una buena cantidad de influencias, algunas lógicas y otras sorprendentes, pero siempre filtradas a través de una voz radicalmente propia. En primer lugar debe mencionarse que Soema es, sin dudas, legítima heredera de un linaje de cantoras latinoamericanas que van de Mercedes Sosa o Violeta Parra hasta las grandes cantantes del Tropicalismo brasilero. Pero eso no impide tender puentes con nombres del mundo anglosajón, de Joni Mitchell a Björk. Todo amalgamado y puesto en canción con una naturalidad que no deja de provocar asombro.
La propia Soema experimenta las dificultades que representa hablar de su obra. "La verdad me es difícil definir qué es exactamente lo que hago desde la música. Creo que hoy el rótulo del folklore está visto desde la perspectiva de lo tradicional, y creo que la música folklórica de este tiempo está relacionada con lo que muchos artistas están haciendo, que es reinventarse dentro de toda esa multiplicidad que somos", dice ella. "Este es un momento histórico de sobreinformación y relecturas que permite que una gran cantidad de músicos se animen a tomar todo eso y volcarlo en composiciones de identidad y creatividad muy subjetiva. Hoy me siento en ese lugar y tal vez no haya todavía un nombre específico para rotularnos", completa la cantante antes de admitir que a veces la influencia llega sin avisar y desde el lugar menos esperado. "Me pasó con un disco que me dio un amigo: Escuchá esto, me dijo, te va a encantar. Eran una serie de grabaciones de la poeta uruguaya Marosa Di Giorgio leyendo sus propios cuentos. Estuve semanas escuchándolas y esa experiencia me cambio el mundo de las imágenes y la forma de escribir y cantar".
–Parece inevitable pensar en tus canciones sin tener en cuenta esas influencias. ¿Te reconocés parte de una determinada historia?
–Me siento hermanada con las cantantes latinoamericanas por las temáticas, sonidos, historia. Me encantaría ser parte de un linaje de cantoras, pero todavía me siento chiquita en este mundo de la música latinoamericana. Sería un hermoso regalo si con el tiempo la vida me trajera ese reconocimiento.
–¿En dónde nace esa hermandad de la que hablás?
–Creo que lo distintivo de nuestro canto latinoamericano es eso que nos regalaron Mercedes Sosa, Violeta Parra y otras tantas mujeres a las generaciones que vinimos después, cuando se animaron a cantar en su idioma sin imitar sonidos impuestos por otros estándares de belleza. Ese es un impulso para seguir investigando en nuestras propias raíces sonoras. América Latina sigue siendo una fuente inagotable de nutrición para todos nosotros.
–¿Qué representa Ave del cielo dentro de tu discografía?
–Un placer y una alegría enorme, porque en todas sus canciones pudimos plasmar este nuevo momento de la vida. Siento que desde mi primer disco fui creciendo y que hemos girado por lugares del mundo inesperados. Conocimos muchas personas que nos alentaron y apoyaron, reconfirmando nuestra búsqueda musical. Puedo decir entonces que Ave del cielo es un avance que abre nuevos caminos tanto desde la investigación vocal como instrumental. Siempre hablo en plural, porque no es una experiencia que vivo sola. Con Jorge Sottile, que es uno de los productores de este disco y además mi compañero de la vida, trabajamos mucho en este proyecto y lo vivimos juntos. Sentimos que este disco es un nuevo portal que abrimos.
–¿Cuánto de lo que sos como cantante le atribuís al terreno del don natural y cuánto le corresponde al trabajo, al esfuerzo personal?
–En este momento el parámetro entre capacidad vocal y don natural se me borraron. No sé qué está primero, pero puedo decir que lo primero que apareció fue la pasión, el amor por cantar, el disfrute, y luego las ganas de aprender, de saber. Soy muy estudiosa, me encanta estudiar, experimentar y siempre busqué trabajar la voz, su relación con el cuerpo, las emociones, el arte. Para mí ese espacio es muy importante, porque la voz es parte de mi cuerpo físico, espiritual, emocional, y no sólo un aspecto técnico que se desarrolla gimnásticamente.
–¿A dónde te gustaría llegar en tu carrera? ¿Qué es lo que sigue?
–Me gustaría seguir sintiéndome inspirada como música y cantante, seguir abriéndome a las fronteras de mí misma y de lo que cada tiempo nos vaya trayendo. Mantenerme despierta y capaz de dialogar con los desafíos de cada momento. Como deseos más próximos están los de seguir el año que viene presentando nuestro disco. Hacer las giras que nos quedaron pendientes este año, entre ellas el Festival Womad en Inglaterra, entre otros festivales europeos a los que nos invitaron para el 2015. ¡Y tocar más en Argentina!
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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