jueves, 27 de octubre de 2011
CINE - Violeta se fue a los cielos, de Andrés Wood: Violeta Parra, un prisma de espejos
Poeta, cantora, artista plástica y, sobre todo, un espíritu popular, Violeta Parra es parte de una familia de posición social humilde, pero de una intensidad artística infrecuente. Entre los muchos hermanos Parra, Nicanor y ella llegaron a destacarse como dos de los nombres más importantes de la cultura chilena del siglo XX. Dueños de voces poéticas únicas, ambos supieron recoger el sentir de los que crecen desde el barro, encarnando, en oposición a Neruda (una oposición meramente estética, ya que se admiraban mutuamente), una poética del pueblo.
La película comienza con un ojo pardo, de mujer, partido al medio por la luz del sol. Es un primer plano que sin embargo no permite adivinar si allí hay una mirada o si, aunque vivo, ya no hay nadie detrás de ese ojo. Enseguida se comienzan a desandar de manera simultánea diversos segmentos de la vida de esa mujer: Violeta niña; Violeta viajera; Violeta cantando ahí donde quieran escucharla. Violeta vehemente: como artista, como madre, como amante. El relato va montando una suerte de prisma de tiempo donde las edades de Violeta se reflejan entre sí, aportando sentido a la figura definitiva de esta mujer enorme e imprevisible. El trabajo de Wood parece tener como premisa no ceder a la tentación de contar su historia si no es con las mismas herramientas de las que se sirvió Parra para sostenerse en su paso por el mundo: poesía, canción, respeto por las raíces y una pasión desbordada por vivir la vida con intensidad.
El personaje también le sirve a Wood para esbozar el perfil de una época –la de los convulsionados 60, ávidos de igualdad- y de una sociedad que pretendía consumir las manifestaciones del arte popular sin mancharse los pies. (Tal vez la cosa no ha cambiado tanto). En ese escenario, Violeta Parra es un ángel, a veces dulce, a veces furioso, que transita sus pasiones en carne viva; uno de esos seres de luz potente a los que la felicidad siempre les duele. El trabajo de la actriz Francisca Gavilán es fundamental para conseguir una Violeta Parra vívida y poderosa, lejos de cualquier indeseable caricatura. Que Violeta se fue a los cielos sea la película más vista del año en Chile, ayuda a confirmar el éxito de esa resurrección de Violeta en Francisca. Gavilán no sólo consigue una construcción verosímil de Parra desde lo dramático, sino que hasta se atreve a prestarle su propia voz al personaje: es la propia actriz la que canta todas las canciones, cada una más emotiva y hermosa, que dan forma a la banda sonora del film. Los títulos finales corren sobre una delicada versión de "Gracias a la vida", famosa en la Argentina en la voz de Mercedes Sosa, que le sirve al director para dar un cierre perfecto a su retrato. El de una mujer tan viva que no pudo sino, como tantos otros, buscar el amparo de la muerte.
Violeta se fue a los cielos, de Andrés Wood, se proyecta en los cines Gaumont, Lorca, Arteplex Belgrano y en algunos complejos Hoyts, Village y Showcase. También en Cinema Paradiso, en la ciudad de La Plata.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
CINE - Festival de Cine 4+1: El cine como manifestación global
Este año la competencia incluye catorce títulos, muchos de los cuales llegan precedidos por cierta fama de imperdibles, labrada en su recorrido festivalero. Es el caso de Chantrapas, del director georgiano Otar Iosselani, y Outrage, del carismático Takeshi Kitano, ambas programadas en las ediciones 2010 de Mar del Plata y Cannes. Del festival francés también participaron My Joy, de Sergei Loznitza; Belle Épine, de Rebecca Zlotowski; y Nostalgia de la luz, del chileno Patricio Guzmán. La lista de grandes películas -cuya gran mayoría es posible no vuelvan a programarse en el país- también incluye a Morgen, de Marian Crisan; Tilva Ros, de Nikola Lazaic (ambas incluidas este año en la competencia internacional de Bafici); y la francesa Nénnete, de Nicolas Philibert, entre otras. Todas las funciones del Festival 4+1, que se extiende desde hoy y hasta el domingo, se realizarán en el espacio Malba.Cine, Av. Figueroa Alcorta 3415, y la programación puede consultarse en http://www.festival4mas1.com.
martes, 25 de octubre de 2011
CINE - A usted no le gusta la verdad: 4 días en Guantánamo, de Luc Côté y Patricio Henríquez: Un Big Mac en el fondo del pozo
El documental A usted no le gusta la verdad: 4 días en Guantánamo, de Luc Côté y Patricio Henríquez, tiene como protagonista a ese chico, a partir de siete horas de registros de las cámaras de seguridad de la prisión, durante un interrogatorio al que fue sometido en 2003 por parte de una delegación del Servicio de Inteligencia del Canadá. Este material, desclasificado por el gobierno canadiense por orden judicial, muestra la forma en que durante cuatro días los agentes de inteligencia intentan manipular a Omar. Él llegó a Guantánamo como único sobreviviente de una incursión norteamericana en un supuesto campamento terrorista. Aunque se lo encontró malherido e inconsciente, es considerado criminal de guerra, responsable de la muerte de un soldado norteamericano. Una acusación confusa: ¿puede definirse como asesinato a la muerte de un soldado durante un enfrentamiento armado originado por su propia facción?
El primer día el chico se muestra esperanzado ante el primer contacto con su país tras un año de detención. Comiendo un sándwich de la cadena Subway (también le ofrecen un Big Mac para el día siguiente: ¿será que los norteamericanos convierten en shoppings hasta los campo de concentración? Una aberración más), Omar confirma que un día junto a su padre vio a Bin Laden en una boda. Los agentes serán amables y tratarán al chico con cordialidad. No será lo mismo el día siguiente: preocupado, Omar pide protección a los representantes de su país. ¿Protección de qué? De los norteamericanos: el chico revela que su confesión fue emitida bajo tortura, cuando todavía estaba herido en la prisión de Bagram, en Afganistán. Damien Corsetti, un soldado norteamericano que reconoce haber torturado a mucha gente allá (alcanza con googlear su nombre para saber de lo que este tipo fue capaz), admite que otros compañeros no tuvieron reparos a la hora de atormentar a un niño herido. Ante la negativa y el ensañamiento verbal de sus compatriotas, Omar termina la sesión llorando y llamando a su mamá. Sus gemidos repitiendo casi en trance “¡Ya ummi!” (‘mamá’, en lengua árabe), son estremecedores.
Los días siguientes los agentes intentarán comprar su colaboración, ofreciendo ayuda para su familia, para terminar el cuarto día, ante el fracaso, humillándolo con frases despectivas y racista: “la diferencia entre nosotros, es que yo nunca voy a estar en tu lugar” o “prefería estar en la playa que perdiendo el tiempo contigo”. Omar Khadr estuvo preso en Guantánamo hasta 2010, cuando accedió a declararse culpable para evitar una pena de 40 años de prisión, sin que hubiera pruebas de ningún tipo en su contra.
Guantánamo en el cine
Hay otras películas que tratan el tema de la prisión de Guantánamo. El documental Camino a Guantánamo (2006), narra una historia similar: un grupo de jóvenes británicos de ascendencia árabe es capturado en una visita familiar a Afganistán y enviado a esa prisión. Otra es la comedia norteamericana Dos colgados muy fumados (2008), donde dos amigos norteamericanos (de ascendencia árabe uno y oriental el otro), amantes de la marihuana, son detenidos en un vuelo a Holanda y destinados a Guantánamo. Como en el caso de A usted no le gusta la verdad, estas dos películas también hablan de la estigmatización de las razas no sajonas, sobre todo árabes, tras la paranoia post 11-S. Sin embargo, todas ellas parecen coincidir en resaltar el caracter confuso de las víctimas, ciudadanos de países anglosajones con ascendencia extranjera, y apenas rozando al resto de los más de 800 detenidos que aun quedan en Guantánamo, en su mayoría ciudadanos de países árabes. Como si sólo fuese lícito rescatar "a los nuestros" de aquel pozo que el presidente Obama, premio Nobel de la Paz, prometío cerrar en 2009 y todavía no cumplió. Es que el tiempo nunca alcanza...
Artículo publicado originalmente en la sección cultura de Tiempo Argentino.
sábado, 22 de octubre de 2011
ENTREVISTA - Jorge Herralde, fundador y editor de Editorial Anagrama: por amor al libro
Existe una teoría muy extendida, que supone que muchos de los oficios que eligen las personas no son sino sublimaciones de otra cosa, una máscara para ocultar la frustración de un deseo imposible. Para quienes creen en ella, los críticos de cine son directores fracasados; los periodistas deportivos, futbolistas patadura rechazados por todos los clubes; y las mujeres policía son ese hijo varón que nunca vino, que encuentran en ese oficio la única forma de tener, por una vez en a vida, una pistola propia entre sus manos. Tal vez la teoría sea por completo falsa, o quizá sea cierta a medias o sólo en algunos casos. Es que muchas veces la vocación tiene caminos que la razón desconoce y la felicidad puede encontrarse, como tantas otras cosas, en el cajón de los objetos perdidos.
Lo cierto es que hay muchas profesiones y oficios que despiertan la inmediata curiosidad de saber cómo alguien llegó a elegirlos como propios. Eso es lo que pasa con Jorge Herralde, editor literario y fundador hace más de 40 años de Anagrama, una de las editoriales independientes más prestigiosas de Hispanoamérica. Porque si bien es sencillo imaginar a un chico soñando con ser escritor, con el oficio de editor es mucho más difícil imaginar chicos soñando. “De entrada no se sueña con eso, al principio se es lector. Y se es lector voraz”, dice el propio Herralde, quien pasó fugazmente por Buenos Aires hace algunas semanas. “Primero uno es un lector indiscriminado, pero luego vas descubriendo tus vetas de lecturas preferidas. Después sí, en todo caso, se sueña con ser autor y recién en un periodo posterior uno llega a pensar en ser editor”, confiesa el hombre, sin que eso niegue la pasión, el amor y el placer que encuentra en el oficio elegido. “Ser editor, como yo entiendo a un editor literario, es alguien a quien le gusta transmitir sus entusiasmos, y organizar un catálogo coherente y conforme a dichos entusiasmos.” Mientras habla, aunque sus modales y sus gestos son apacibles, sus ojos traducen brutalmente ese entusiasmo a un lenguaje vital, donde las palabras sobran, porque nunca alcanzan. Su mirada, entonces, dice más y lo dice mejor.
-Desde ser lector hasta llegar a editor, atravesando todas esas etapas intermedias, ¿ha tenido que resignar algo en el camino? -No, porque en realidad la vocación de lector la sigo manteniendo y potenciando con mi actividad de editor. Y aunque en mi lejana juventud perpetré algunos cuentos y poemas o algún esbozo de novela, la actividad editorial tal como la vivo es tan intensa que no me da nostalgia ni me pienso como escritor, en tanto escritor de novelas. Aunque he escrito centenares de páginas y contratapas, correspondencia.
-Para alguien como usted, que ha conocido a tantos escritores, ¿el libro de memorias es una tentación?
-Bueno, es que, aunque no soy escritor, he publicado muchos textos en torno a mis actividades de editor y varios de ellos se han ido empaquetando en cuatro o cinco libros. Entre ellos está Por orden alfabético y también El optimismo de la voluntad, que trata sobre mi experiencia como editor en América Latina. En cierta manera forman una suerte de autobiografía fragmentada, y al mismo tiempo una crónica de mis encuentros con escritores y colegas. Allí hay textos dedicados a Copi, a Ricardo Piglia, Alan Pauls y otros.
-Imagino que en estos años ha ido puliendo sus herramientas de editor. ¿Cuáles son las más importantes de ellas para hacer un buen trabajo?
-Creo que lo fundamental es la vocación. Un editor debe vivir intensamente todo el proceso, que consiste en lecturas, la organización de colecciones; tener una curiosidad intelectual permanente, apostar por la excelencia literaria e ir a la búsqueda de las nuevas voces de su tiempo, a la vez que se preocupa por el rescate de libros que han sido descatalogados o negligidos o directamente ignorados. Luego se debe trabajar con emoción artesanal para que el objeto libro sea lo más perfecto posible. Y una vez que se ha conseguido publicar el mejor libro y de la mejor forma posible, intentar que se promocione y se venda del mejor modo. Y siempre pensando en el autor, pues con mejor o peor fortuna, todos ellos ponen sus vísceras en cada libro y es muy triste que esto pase desapercibido.
-Usted menciona como parte del trabajo el criterio de lectura, pero también habla de negocio. Cuando lee alguno de los originales que le llegan: ¿tiene en mente ambas cosas?
-Cuándo leo lo que busco es la calidad literaria. Si además, pues, se puede convertir al libro en un best seller o si el autor tiene potencial para, en obras futuras, convertirse en uno, pues muchísimo mejor. Después hay que trabajar para que lo sea. Para mí –y esta puede ser la diferencia entre un editor independiente o vocacional y otros editores- en el binomio cultura y negocio, pongo mucho más énfasis en la cultura, pero sin perder de vista que una editorial debe, al menos, autofinanciarse. De hecho en el catálogo de Anagrama hemos publicado muchos títulos a sabiendas que se trataba de autores minoritarios. Allí está Copi, de quien hemos publicado seis o siete títulos, o Rodolfo Wilcock y tantos otros enormes autores que difícilmente tengan un gran éxito.
-¿Puede ser frustrante publicar a estos autores de tanta calidad, como Wilcock, pero a los que después es muy difícil vender?
-Sí, lo es. Pero en el caso de Wilcock de todas formas en veintitantos años hemos hecho tres ediciones y vendido unos siete mil ejemplares, de modo que no se trata de un fracaso absoluto. Muchos de ellos son autores que ni en sus países nunca han vendido gran cosa. Es decir, cuando un editor los escoge –un editor con experiencia- ya sabe que lo más probable sea esto, pero de todas formas le gusta tener ese libro en el catálogo porque, aunque se venda poco, atrae a posibles lectores, aunque no sean muchos. Y también a posibles escritores; un ejemplo es el caso de Roberto Bolaño (que cuando lo empecé a publicar más minoritario, imposible). Cuando lo conocí hablábamos muchas horas de literatura, y él me dijo que quería ser escritor de Anagrama porque estaban Rodolfo Wilcock, George Perec y otros autores fundamentales. Quería formar parte de este club, de esta familia.
-Siendo la buena literatura un bien escaso, ¿debe ser muy difícil mantener el catálogo dentro de un buen nivel?
-Pienso que se encuentra buena literatura: nosotros estamos incorporando constantemente nuevos autores. Lo que se vuelve más difícil en momentos de banalización, de triunfo del best seller, es encontrar un libro literario en las listas de más vendidos; pasa una vez cada seis meses. Es decir que para mí no resulta difícil encontrar buena literatura y creo que en los libros que publicamos no hacemos ninguna concesión a la comercialidad sin calidad. Lo que cada vez es más difícil es venderlos.
-Usted habla de la incorporación de nuevos nombres al catálogo, de la dificultad para venderlos, pero a la vez hay nuevas tecnologías y formatos de lectura. ¿Cómo enfrenta Anagrama estos nuevos escenarios?
-Desde el corazón debo decir que soy un fanático del libro tradicional, y en ese sentido me considero un editor de ancien régime. Pero el cerebro me hace actuar teniendo en cuenta también estas mutaciones, cuyo desarrollo abre una incógnita respecto de la profundidad que van a tener, que puede ser mucha. Por ello Anagrama forma parte desde el principio de Libranda (www.libranda.com), que es una plataforma formada por los tres grandes grupos editoriales, que milagrosamente se unieron en un proyecto conjunto, y al que nos invitaron a unos cuantos editores independientes significativos. Pero de momento el arranque del libro electrónico en España es muy lento. De todas formas la editorial aprovecha otras herramientas de la red: tenemos página web, Facebook, Twitter… es decir, la editorial está al día en nuevas tecnologías. Incluso el Facebook lo alimentamos constantemente con críticas, entrevistas, y otros textos. La eficacia de esto es difícil de medir, pero allí estamos, como si nos lo creyéramos.
-Cómo amante declarado del libro tradicional, ¿existe alguna estrategia para su defensa?
-Lo básico para mí es intentar seguir publicando de la forma mejor y más exigente posible. Y luego tener la cintura para intentar adaptarse a estos cambios tecnológicos, conforme se vayan produciendo. Es muy difícil jugar a profetas en ese sentido. Todo el tiempo oigo opiniones de lo más variopintas sobre la duración de este proceso de coexistencia entre el libro tradicional y el electrónico; todo el tiempo surgen nuevas posibilidades de lectura, nuevos aparatos, el pirateo, que es una parte no negligible de la incógnita… no lo sé.
-En la búsqueda de esas nuevas voces, ¿cuál es la forma en que usted se acerca al material de autores que no conoce?
-Al mantener lo que llamamos “Política de autor”, es decir, ir siguiendo la carrera de muchos escritores de otras lenguas, todo lo que publican Martin Amis, Ishiguro, Julian Barnes, Ian McEwan, se incorpora automáticamente. Esto nos deja poco espacio editorial. La recomendación que hacemos a ensayistas y novelistas que no hemos publicado, es que se presenten a nuestros concursos. De allí salen voces nuevas pero que, aunque sean desconocidas, creemos que son buenas literariamente, y entonces se publican. Es el caso del mexicano (Juan Pablo) Villalobos. O del argentino Carlos Busqued. Él se presenta al premio y pasa la primera criba, porque hay lectores con instrucciones literarias severísimas para hacer una primera lectura. Luego lo leo yo y literalmente me entusiasma. Creo que llegó a semifinalista del concurso y yo decidí publicarlo con un currículum prácticamente nulo. Aquí tampoco lo conocía nadie: un escritor por completo ignoto y sin ninguna recomendación. De hecho, yo acabo de conocerlo hace tres días. Es un auténtico hallazgo y un ejemplo muy pertinente de que en la editorial los escritores no necesitan ni padrinos ni nada: simplemente escribir un buen libro.
-¿Qué le queda aun por hacer como editor?
-Qué me queda: simplemente seguir ejerciendo mi oficio con pasión y placer. Este es mi mayor premio. De Borges, Fogwill y otros escritores ajenos
-De los escritores argentinos que no publican con Anagrama, ¿hay alguno al que le gustaría incorporar en su catálogo?
-Te diré una obviedad espantosa: Jorge Luis Borges (risas)
-Eso es trampa: es la respuesta fácil.
-Es que en los años 60, antes de ser editor, tuve mi etapa borgeana. Leí todo Borges, conseguido dificultosamente, porque en aquel momento no circulaba fácilmente su obra en España. Entre los autores nuevos he tenido la fortuna de publicar a Ricardo Piglia, incomprensiblemente desconocido en España. Hoy es una satisfacción haberlo visto crecer tanto: da orgullo contar con uno de los 4 o 5 autores más importantes de América Latina en la actualidad.
-Pero se me está escapando. Dígame algún autor que le guste y no sea de Anagrama.
-Es que muchos de los que más me gustan son absolutamente inaccesibles: Fabián Casas, César Aira. Me parece interesante esta chica de Las teorías salvajes, la Pola Oloixarac. Me gustaba mucho Fogwill…
-¿A pesar de los embates?
-A pesar de ellos. Casi te diría que lo preferiría como lector (risas).
-¿Qué hay de cierto en aquella afirmación tan polémica que Fogwill le atribuye a usted? -¿A mí?
-Claro. ¿No la conoce? -No.
-Él dijo en una entrevista que usted obliga a los escritores argentinos que contrata a incluir al menos un desaparecido por libro como estrategia editorial.
-¿Eso dijo? (risas) Es genial. Esa es su imaginación de publicista (risas). Yo lo vi sólo una vez y me divertí mucho. Estuvo agresivo -como siempre-, pero agresivo en buen rollo. Creo que era una fiesta en la librería Mansalva, hace algunos años. “Herralde, hombre: mira que darle el premio a estos pendejos de Alan Pauls y Martín Kohan”. Pero si están muy bien, le dije. “¡Bah, este premio! A mí me lo deberías dar” (risas). Pero si también se lo hemos dado a Alvaro Pombo, que ahora es uno de los grandes, respondí. “¡Nada! Un desastre.” Pero siempre riendo: él era así. He oído frases suyas muy polémicas, pero una tan ingeniosa como esta de los desaparecidos, nunca. (risas)
-Hemos hablado de lo grato del oficio, de estar cerca de la lectura. Pero supongo que también se habrá ganado algún enemigo.
-Es muy posible. Hay una frase que me gusta mucho de una novela de Paul Auster, que hablando de un editor decía que “el rechazo es la esencia de su trabajo.” Y es verdad: si nosotros publicamos unas 75 novedades al año y recibimos, digamos, 3 mil sugerencias, pues hay 2925 damnificados. Entonces es lógico que una parte de ellos tenga una herida narcisista importante, más o menos (o nada) cicatrizada. Debo decir que la actividad editorial vivida apasionadamente, que es como creo que debe vivirse de modo casi obligatorio, estando en contacto con el ego de los autores (ego imprescindible por otra parte), es un trabajo complicado, aunque tengo muy buena relación con muchos de ellos. También está el factor de los grandes grupos, con anticipos imposibles de igualar; o los agentes literarios azuzando a todo el mundo. Es decir, esto no es un jardín de rosas. O mejor, quizá de rosas pero con conspicuas espinas.
Entrevista publicada originalmente en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino.
lunes, 17 de octubre de 2011
LIBROS- El chueco Fangio, de Daniel Roncoli: Un mito contado a los chicos
La editorial Párrafo aparte acaba de lanzar hace muy poco El chueco Fangio, un siglo de vértigo, una versión para chicos de esa historia fantástica, la del hombre nacido en la ciudad bonaerense de Balcarce que llegaría a convertirse en pentacampeón mundial. Escrito por Daniel Roncoli, con el asesoramiento del periodista Mauro Feito y las magníficas ilustraciones de Fernando Rossia, el libro cuenta todo desde la mirada de un chico cuyo abuelo, un mecánico, conoció al Chueco en su ciudad natal, cuando su carrera comenzaba y todavía no era un ser casi mitológico. Desde esa fascinación infantil que es capaz de creer lo increíble, aun cuando no sea verdad, se cuenta una aventura que bien podría ser fruto de una imaginación frondosa, pero que sin embargo es por completo real. Los coloridos dibujos “fierreros” de Fernando Rossia acentúan cada hazaña relatada del protagonista.
Lo curioso de esta edición, que recoge los cinco campeonatos del mundo obtenidos por Fangio (el único piloto en la Historia en lograr títulos en la categoría con cuatro marcas distintas: Alfa Romeo, Ferrari, Masserati y en dos ocasiones Mercedes Benz), es que también se edita en lenguaje braille, para que los chicos no videntes puedan tener también acceso no solo a la lectura, sino las proezas de este héroe de las pistas de carrera. Un emprendimiento saludablemente inusual, ya que se trata de la primera editorial que edita libros traducidos a este lenguaje de manera seriada. Y aunque esa sola voluntad ya merece ser destacada, El chueco Fangio es una agradable opción para aquellos chicos que aman los autos y para padres que quieran acercarlos a la lectura. ¿No está bueno imaginar que a partir de ahora los chicos jugarán carreras con sus autitos, en las que el Chueco le gana por una rueda al Rayo McQueen?
Un loable esfuerzo editorial
La editorial Párrafo aparte nació de una idea de su editor, Maximiliano Nobili, quien leyendo a sus hijos la historia del pirata Barbarroja se dio cuenta de que esa bien podría ser la del Bocha Bochini. De ese modo, la editorial se dedica a contar para chicos las hazañas de los ídolos e instituciones del deporte. Así llegó el primer título, Las aventuras del mellizo Guillermo Barros Schelotto, y más tarde otro sobre la historia del club Vélez Sarsfield. Lo interesante del emprendimiento es la voluntad incluir a los chicos invidentes entre sus lectores, a partir de ediciones en braille. Una gran idea.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
COMUNICADO - FIPRESCI se pronuncia sobre el despido del crítico de cine Claudio Minghetti del diario La Nación
Por otra parte, en caso de confirmarse las versiones de que el despido de Minghetti obedecería a razones políticas o ideológicas, manifestamos nuestro repudio ante lo que –de ser así– constituiría un serio caso de persecución ideológica.
FIPRESCI, filial Argentina
domingo, 16 de octubre de 2011
LA COLUMNA TORCIDA - Un policial con perspectiva de género
Se detiene frente a la puerta de una de las pocas mansiones habitadas que todavía quedan en la Recoleta y apenas le hace falta golpear. La recibe la mayordoma de la casa, una mujer con cara de pocas amigas que la conduce hasta una biblioteca imponenta, donde ya la espera Rubena Azuruy Goitía, su clienta. Sin decir palabra arroja sobre una mesa la carpeta donde guarda las pruebas reunidas, las definitivas y también las irrelevantas, y mientras Azuruy Goitía estudia cada foja se sirve una medida de bebida escocesa con algunas piecitas de agua helada. Después espera en calma y recorre con la vista toda la sala, tapizada de estanterías que desbordan de novelas fantásticas y hasta de ciencia ficción. Su mirada sagaza reconoce enseguida costosas ediciones de La Mujer Invisibla de Wells; Miguela Strogova, La correa del Zar, de Verne, y Yo Robota de Asimov (la trilogía completa).
–Su esposo tiene una amanta–, le dice sin que medien preguntas.
Ahora de pie, abatida y sin ocultar su pena, Azuruy Goitía parece insignificanta, pero aun así no deja de ser una mujer sumamente sensuala.
–Sabía que él mentía...–, se lamenta y lágrimas le nublan las pupilas.
–No–, la interrumpe Oscara. –Los hombre nunca mienten… engañan.
Veloza, toma a su clienta por la cintura y la besa con pasión. Rubena, furiosa, la aparta y la abofetea. Una gota de sangre mancha la alfombra.
-La mentira, igual que la verdad, son femeninas-, dice Oscara sin perder la compostura. -Pero el engaño... ese es coso de hombres.
Columna publicada en la contratapa del suplemento Cultura de Tiempo Argentino.
jueves, 13 de octubre de 2011
CINE - Comenzó el DocBuenosAires: Un cine de lo real
Como en ediciones anteriores, esta versión 2011 reúne grandes estrenos y nombres dentro de su programación. Dividido en secciones que agrupan las películas a partir de un tópico en común, en esta edición se destaca la que homenajea al ruso Alexander Sokurov. La misma incluye quince films inéditos en el país del director de Madre e hijo y El arca rusa. La lista incluye varias de sus Elegías y su último trabajo hasta la fecha, Necesitamos felicidad, de 2010. La otra de las secciones que representa un homenaje personal, es la que se le dedica al narrador y poeta François Caillat, de quien se proyectarán cuatro filmes, incluyendo su último film, en carácter de película aun en construcción.
También habrá secciones dedicadas a cinematografías nacionales, como la que se ocupa del cine documental francés u otra, llamada "Perspectiva Suiza". No son menos interesantes las proyecciones especiales, que se presentan por fuera del marco ordenador de las secciones. Entre ellas el duro film de apertura, A usted no le gusta la verdad: 4 días en Guantánamo, de Patricio Henríquez y Luc Côté, que reconstruye el interrogatorio a un chico de 16 años en la prisión norteamericana del Caribe, a partir de los registros de las cámaras de seguridad. También se proyectarán Genpín, último documental de la japonesa Naomi Kawase, y Ni Alá ni Amo, donde la directora tunecina Nadia El Fani reivindica la libertad de conciencia en su país. Una programación amplia e inteligente, para vivir en plenitud la experiencia del cine de lo real.
El DocBuenosAires se extenderá hasta el 22 de Octubre y sus sedes serán la sala Lugones del Teatro San Martín y la Alianza Francesa.
domingo, 9 de octubre de 2011
LIBROS - Julio Cortázar, la biografía, de Mario Goloboff: Leerlo otra vez
Tomarse la libertad de decir que los años terminados en 1 fueron muy importantes en la vida de Julio Cortázar (autor argentino que recientemente ha ganado notoriedad al ser desconocido por los participantes de la última edición de Gran Hermano), es una mera excusa para escribir sobre él. Una excusa falsa en todo caso, atendiendo a que seguramente esos años habrán sido tan importantes como los terminados en 4 (el escritor nació en 1914 y murió en 1984), o en 3 (se casó con Aurora Bernardes en 1953 y publicó Rayuela diez años más tarde). Lo cierto es que tratándose de excusas todo vale. Y decir que los años terminados en 1 fueron importantes en la vida de Cortázar -quien se instaló definitivamente en París en 1951, el mismo en que publicó Bestiario, su primer libro de relatos, e hizo su primer viaje a Cuba diez años después-, sirve como introducción para hablar de la biografía del escritor, a cargo de Mario Goloboff, que acaba de editar en un año terminado en 1 (pero cinco o seis décadas después) la revista Sudestada, dentro de su colección "Cuadernos".
La decisión de publicar un libro que monte sobre una línea de tiempo la vida de Julio Cortázar no deja de ser interesante. Porque aunque el escritor se haya dedicado, quién sabe si de manera conciente, a dejar una suerte de autobiografía registrada en sus inmensos catálogos de correspondencia (publicados recientemente), las curvas, intersecciones y referencias que se pueden detectar en su vida son tan ricas que quizás con eso no alcance. Y si sus volúmenes de cartas son un excelente material para curiosos, voyeuristas literarios y adictos cortazarianos, esta biografía compuesta por Goloboff ofrece no solamente una simple tabla de doble entrada, donde es posible intersecar años y hechos, sino que se permite relacionar los acontecimientos vitales más importantes de Julio Cortázar con los diferentes hitos de su obra. El biógrafo lo confiesa: “Durante la hechura del libro fui conociendo a otro hombre diferente al que yo había imaginado y hasta tratado en vida. A través de cartas, testimonios y documentos diversos, vi a un Cortázar que, siendo famoso, se ocupaba y preocupaba por los problemas de los demás de una manera muy generosa y humana.”
Goloboff también destaca en su libro la otra faceta importante en la vida de Cortázar, su mirada y su activismo político. Un Cortázar tal vez inimaginable desde textos como "Casa tomada" o "La banda", pero al que la biografía le encuentra un sendero y una lógica interna que explican ese proceso de cambio. Cortázar “actuaba en la sociedad y en la política por absoluta convicción”, continúa Goloboff, “algunas veces con ingenuidad, pero siempre con sinceridad y desprendimiento.” Allí está para probarlo su elogio al Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal, un escritor y un libro que habían sido despreciados por los cenáculos literarios y antiperonistas de la Buenos Aires culta de 1948, pero que Cortázar (también antiperonista) defendió casi en soledad, en “un gesto de independencia intelectual y política.”
En esa dualidad cortazariana el libro de Goloboff enriquece la lectura de su biografiado. Amigo del escritor, el director de cine Manuel Antín ha sabido ilustrar muy claramente esa polaridad al hablar de "Los dos Cortázar": el lampiño y el de la barba. El primero muy concentrado en la creación de una obra (el que escribió sus mejores libros, agrega Antín), y el segundo, más preocupado por la construcción de una mirada comprensiva del mundo. En el camino Goloboff no se priva de urdir las tramas esperables, pero no por ello menos sorpresivas, donde una infancia rodeado de mujeres (su madre, sus tías y su hermana) constantemente se cuela en sus mejores cuentos. Es que tal vez, como escribió George Bernard Shaw en su libro autobiográfico Dieciséis esbozos de mí mismo, “si un hombre es un escritor profundo, entonces todas sus obras son confesiones.” Y ese es el punto fuerte de esta biografía propuesta por Mario Goloboff: confirma que la mejor manera de conocer a Cortázar es regresar una vez más, con placer, a sus libros.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
viernes, 7 de octubre de 2011
NOBEL - Y el premio es para... ¡La poesía!: El sueco Tomas Tranströmer recibió el Nobel de Literatura
A pesar de lo ajeno que pueda sonar su nombre para el gran público aquí en Buenos Aires, la obra de Tranströmer ha sido traducida a más de 50 idiomas y también ha merecido otras importantes distinciones, como los premios Bonnier, Neustadt, o el Petrach de Alemania. Aunque por el momento no conoce ediciones locales, el grueso de su obra ha sido publicada en castellano. Principalmente en España, donde la editorial Nórdica Libros ha publicado dos antologías –El cielo a medio hacer y Deshielo a mediodía– que reúnen el 95% de su trabajo. Muchos de sus títulos también se han editado en algunos países de América Latina, como Chile y Uruguay.
En diálogo con Tiempo Argentino, el primer secretario y agregado cultural de la Embajada de Suecia, Alexander Peyre, señaló refiriéndose al premio de Tranströmer que “desde luego, es una gran noticia para la literatura sueca y estamos muy contentos de que haya sido premiado”. Asimismo destacó que el poeta “ya había figurado otras veces como candidato, y esto se debe a que en Suecia es un escritor con peso propio, y sobre todo, con una muy larga trayectoria”. De la obra de Tranströmer destaca que “existe en ella una combinación única entre sentidos, ideas y el modo en que las expresa, algo que es posible apreciar incluso en las versiones en castellano”.
La premiación de Tomas Tranströmer resulta muy valiosa, en primer lugar por su reconocimiento a la poesía, el más relegado de los géneros literarios. Pero también porque la nominación del sueco fue sostenida por decenas de poetas de todo el mundo, incluyendo a otros premios Nobel, como los poetas Joseph Brodsky, el irlandés Samus Heaney y la mencionada Szymborska, quienes se han declarado admiradores e influenciados por él. En ese sentido, el propio Tranströmer se declaró feliz durante una improvisada conferencia de prensa frente a su vivienda en Estocolmo, y señaló que “sobre todo deseaba que esta vez el premio fuera para un poeta”.
Tomas Tranströmer nació en Estocolmo en 1931. Hijo de un periodista y una maestra, su vocación por la escritura comenzó con la adolescencia: su debut literario tuvo lugar a los 23 años, en 1954, con la publicación del poemario 17 poemas, escrito en su mayoría en verso libre. Durante muchos años, combinó la escritura con su profesión como psicólogo, que le permitió trabajar en la prisión de Roxtuna, en Linköping, en la rehabilitación de jóvenes delincuentes. En 1990 sufrió una hemiplejía que lo dejó semiparalizado y desembocó en una afasia, trastorno que provoca la pérdida progresiva de la capacidad de hablar. Por esta razón, explicó, con ayuda de su esposa Monica Bladh-Tranströmer, que sus últimos trabajos “se reducen a piezas pequeñas”, sobre todo haikus, y que “de momento no sabe si volverá a publicar algo”.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
martes, 4 de octubre de 2011
CINE - Pina, de Wim Wenders: No es danza filmada, es cine bailado
FOTOGRAFÍA EN MOVIMIENTO. Mucho se discute sobre la frontera, a veces difícil detectar, que separa al cine del teatro filmado. Ambas disciplinas comparten el drama, pero son muchas más las particularidades que las alejan. De algún modo la cuestión revive con Pina. La película se compone de fragmentos de diferentes coreografías creadas por la Bausch –interpretadas por su compañía de danza, la Tanztheater Wuppertal–, entre los que se intercalan los primeros planos vivos de cada bailarín contando su experiencia con la maestra. Wenders decide elidir toda biografía; quienes vean la película no saldrán del cine sabiendo quién fue Pina Bausch, sino que conocerán algo aun más valioso: la inmensurable dimensión de las obras de arte. Allí está el acierto de Wenders como narrador y lo mejor de este trabajo: Pina no es una biopic ni danza filmada. Es cine bailado.
Y OTRA VEZ PRIMAVERA. 1) Como el título de aquella película del coreano Kim Ki-duk, la proyección comienza con una mujer recitando el paso de las estaciones del año, a cada una de las cuales le corresponde un ademán que la identifica. La secuencia de todos estos movimientos conforma en sí misma un paso de baile minimalista, que una extraña procesión irá repitiendo una y otra vez mientras avanzan en hilera por la escena. Y así recorrerá toda la película, apareciendo por sorpresa siempre en escenarios distintos, que van desde el interior del teatro a la cima de una colina.
2) Las bailarinas se desplazan sobre un escenario cubierto de tierra. Cada movimiento carga una sensualidad entre ominosa e inocente: dan unas ganas voyeuristas de que no aparezcan los hombres a contaminarlo todo. Pero los hombres aparecen, y en contra del miedo aportan a la escena un carácter marcial, una disciplina que entra en tensión con aquella delicadeza de mujer. El enfrentamiento es real, sexual, y uno está allí, dentro de la pantalla. El ingenioso recurso de filmar algunos planos generales encuadrando a las primeras filas de espectadores en la parte inferior del cuadro potencia el efecto inclusivo: el auditorio real se prolonga dentro de la pantalla y allí estamos. ¿O son ellos los que bailan entre nosotros?
Pina parece guionada en 3D y esa es la diferencia con el resto de las películas filmadas de este modo. Como si hubieran sido repensadas para incluir a la cámara dentro de la danza, cada una de las coreografías incorpora al espectador, recuperando el slogan con el que se promocionaba a esta tecnología en sus orígenes: “¡La película sale de la pantalla!” Como Buster Keaton en Sherlock Jr.; como el explorador enamorado de La rosa púrpura del Cairo; como la Muerte de El séptimo sello, pero en El último gran héroe, las escenas se derraman sobre el auditorio.SIGA EL BAILE. 3) Un hombre se presenta delante de varias mujeres. Frente a cada una de ellas se deshace en una ceremonia de movimientos y siempre acaba bajándose los pantalones. Enseguida se los sube con una actitud que está entre la dignidad y la vergüenza, y repite todo frente a la siguiente. Cada composición cobra sentido a partir de reiteraciones como esa. A veces en duetos, otras en ensambles grupales, los bailarines parecen neuróticos obsesivos con síndrome de Tourette, condenados a repetir de manera ritual siempre el mismo circuito motor, montados sobre un colchón musical que va de lo clásico a lo contemporáneo, de lo étnico a lo pop, y hasta un tecno casi industrial, con abrumadora naturalidad. Como cada repetición es más perfecta que la anterior, el rito deviene maravilla.
4) Una mujer con el pelo cubriéndole la cara tiene un almohadón en la mano. Se mueve como robot y lucha con el almohadón igual que un chico. Acompaña cada movimiento con ruidos maquinales que ella misma hace con la boca y todo ocurre dentro del vagón de un monorriel. Wenders lleva su cámara por diferentes espacios urbanos, en una ciudad que aparenta no tener pasado. Algunas esquinas, una pileta pública, una fábrica monumental; ese vagón: todo es pasible de ser convertido en escenario y en todos ellos hay inesperada belleza. Cada uno parece diseñado para ser el telón de fondo de las creaciones de Pina Bausch.
5) En una esquina un hombre baila tap con un charleston de fondo. Sonríe de manera exagerada mientras un perro histérico le ladra e intenta morderle las botamangas. Como este paso de comedia casi de cine mudo, los registros coreográficos parecen inagotables. De la candidez de la marcha de las estaciones y la tensión sexual del baile sobre la tierra, se pasa de un salto a una danza mecánica a ojos cerrados, en un cuarto repleto de sillas, y de ahí a un cuadro plural bajo una tormenta que llueve dentro del teatro. Humor, angustia, deseo: cada sentimiento se contagia y dan ganas de saber bailar.
MUJER FANTASMA. La figura de Pina sólo aparece joven, a través de registros fílmicos que hacen las veces de flashbacks. O en la memoria de sus bailarines, que la recuerdan con veneración mística. ¿Pero dónde está ella? Wenders elige no responder preguntas y no estaría bien traicionar ese espíritu. En tal caso, la película está viva y ofrece, valiéndose del arsenal completo de los recursos del cine, todo lo que se necesita conocer sobre Pina Bausch: su danza.
Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino.