El sueco Tomas Tranströmer, poeta, traductor y psicólogo de 80 años, se alzó con el Premio Nobel de Literatura, reconocimiento que no recibía un poeta desde que lo obtuviera la polaca Wislawa Szymborska en 1996, y con el que no se distinguía a un autor sueco desde 1974, cuando se consagró de manera conjunta al poeta Harry Martinson y al narrador Eyvind Johnson. Esta serie de sorpresas que causó su coronación, en realidad no lo fueron tanto, si se considera que el poeta desplazó a Bob Dylan del primer lugar de la lista de favoritos que manejaba la agencia de apuestas británicas Ladbrokers, apenas algunas horas antes de conocerse la noticia. Parece que ahora los apostadores saben más de literatura que unos cuantos. Aunque su nombre se encontraba desde 1993 entre los posibles candidatos, el secretario de la Academia Sueca y titular del jurado encargado de fallar el premio, Peter Englund, aseguró que justamente “la nacionalidad sueca era más bien un obstáculo para Tranströmer” y que “si hubiera tenido otra, habría sido premiado antes”.
A pesar de lo ajeno que pueda sonar su nombre para el gran público aquí en Buenos Aires, la obra de Tranströmer ha sido traducida a más de 50 idiomas y también ha merecido otras importantes distinciones, como los premios Bonnier, Neustadt, o el Petrach de Alemania. Aunque por el momento no conoce ediciones locales, el grueso de su obra ha sido publicada en castellano. Principalmente en España, donde la editorial Nórdica Libros ha publicado dos antologías –El cielo a medio hacer y Deshielo a mediodía– que reúnen el 95% de su trabajo. Muchos de sus títulos también se han editado en algunos países de América Latina, como Chile y Uruguay.
En diálogo con Tiempo Argentino, el primer secretario y agregado cultural de la Embajada de Suecia, Alexander Peyre, señaló refiriéndose al premio de Tranströmer que “desde luego, es una gran noticia para la literatura sueca y estamos muy contentos de que haya sido premiado”. Asimismo destacó que el poeta “ya había figurado otras veces como candidato, y esto se debe a que en Suecia es un escritor con peso propio, y sobre todo, con una muy larga trayectoria”. De la obra de Tranströmer destaca que “existe en ella una combinación única entre sentidos, ideas y el modo en que las expresa, algo que es posible apreciar incluso en las versiones en castellano”.
La premiación de Tomas Tranströmer resulta muy valiosa, en primer lugar por su reconocimiento a la poesía, el más relegado de los géneros literarios. Pero también porque la nominación del sueco fue sostenida por decenas de poetas de todo el mundo, incluyendo a otros premios Nobel, como los poetas Joseph Brodsky, el irlandés Samus Heaney y la mencionada Szymborska, quienes se han declarado admiradores e influenciados por él. En ese sentido, el propio Tranströmer se declaró feliz durante una improvisada conferencia de prensa frente a su vivienda en Estocolmo, y señaló que “sobre todo deseaba que esta vez el premio fuera para un poeta”.
Tomas Tranströmer nació en Estocolmo en 1931. Hijo de un periodista y una maestra, su vocación por la escritura comenzó con la adolescencia: su debut literario tuvo lugar a los 23 años, en 1954, con la publicación del poemario 17 poemas, escrito en su mayoría en verso libre. Durante muchos años, combinó la escritura con su profesión como psicólogo, que le permitió trabajar en la prisión de Roxtuna, en Linköping, en la rehabilitación de jóvenes delincuentes. En 1990 sufrió una hemiplejía que lo dejó semiparalizado y desembocó en una afasia, trastorno que provoca la pérdida progresiva de la capacidad de hablar. Por esta razón, explicó, con ayuda de su esposa Monica Bladh-Tranströmer, que sus últimos trabajos “se reducen a piezas pequeñas”, sobre todo haikus, y que “de momento no sabe si volverá a publicar algo”.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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