Guerra, arte y el inconsciente colectivo. Malvinas 1982 sigue siendo un momento fundamental de la historia Argentina por motivos más próximos al horror que a la gloria, y por eso arrastra un peso simbólico que difícilmente pueda ser vaciado de sentidos. A pesar de semejante valor, el cine nacional no ha abordado el tema con asiduidad ni el nivel de calidad que el mismo exige –y que debe entenderse antes en términos narrativos que técnicos-, y no son muchos los títulos que se destacan. Sin embargo cabe preguntarse si es ese (o sólo ese) el verdadero motivo por el cual Malvinas es un tópico cinematográfico infrecuente, o si hay alguna otra cuestión que excede lo artístico y que tal vez tenga que ver con el trauma colectivo que convierte a la cuestión en un tabú, suerte de bolsa sin fondo de cuestiones aun por resolver.
Al momento de declararse la guerra tanto Argentina como Gran Bretaña atravesaban etapas de crisis y curiosamente esto dio a los eventuales enemigos una excusa para hacer exactamente lo mismo. Fue iniciada aquí, en completa ausencia del estado de derecho, por un gobierno monstruosamente opresor y asesino que ansiaba legitimarse por otros medios. En ese contexto no es ilógico que un pueblo brutalmente reprimido se agarrara de la primera válvula que prometiera aliviar los miedos y miserias acumulados durante seis años, y llenara la Plaza de Mayo intentando desligar en un culpable ajeno y lejano, los pecados y las culpas propias.
En el Reino Unido la crisis era larga y venía deteriorando la estabilidad económica y social en el centro mismo del Imperio. Basta recordar hechos habitualmente limitados al rubro de la cultura joven, pero que rsultan un indicador muy claro. Desde los años 70 diferentes movimientos juveniles como Punks o Skinheads venían canalizando a través de diversas manifestaciones, el enorme descontento y la falta de expectativas de los adolescentes que crecían sin opciones frente las enormes tasas de pobreza y desocupación. Alcanza con ver cualquier documental rockero para saber que esa coyuntura social, política y económica fue el caldo de cultivo de esos movimientos, que no por casualidad hicieron suya la consigna del “No Future”. Entre ellos puede mencionarse Joe Strummer: The Future Is Unwritten, donde el gran Julien Temple narra los orígenes de los míticos The Clash, o Joy Division, del director Grant Gee sobre la conocida banda de Manchester.
Argentina y el Reino, ahora enemigos irreconciliables, sin embargo se encontraban unidos por necesidades urgentes que debían ser resueltas en los frentes de sus propias políticas internas. La guerra resultaba una contingencia oportuna, una tapadera útil con la cual los gobiernos de Tatcher y Galttieri quisieron ocultar con un dedo el sol de de sus respectivas crisis.
La juventud perdida: the paradise lost. Partiendo de esa coincidencia, es curioso ver como el cine argentino y el británico también repiten los temas elegidos para representar el trauma que ambos pueblos comparten, cada uno con sus motivaciones. Aunque en ningún caso la producción es abundante, es cierto que ha habido diferentes maneras de retratar los hechos en torno al conflicto del Atlántico Sur. Se lo ha hecho desde el campo de batalla en la reciente Iluminados por el fuego (2005, Tristán Bauer) o la inconseguible Resurrected (1989, Paul Greengrass), o con la realización de documentales como Hundan al Belgrano (1996, Federico Urioste) o Return to the Falklands (2012, Ruth Gray), que intentan echar luz sobre diversos aspectos surgidos a ambos lados del enfrentamiento, desde la explicación de los motivos a la aceptación de las consecuencias.
Pero puestos a buscar intersecciones, hay dos películas que permiten encontrar una mirada en común mucho más esencial, partiendo desde lugares bien diversos. Se trata de Los chicos de la guerra, clásico del cine nacional dirigido por Bebe Kamín en 1984, con la herida todavía en carne viva, y la intensa This is England, de Shane Meadows. Ambas coinciden en intentar un retrato de las víctimas que en cada nación dejó aquella guerra, el eslabón más débil de la cadena: la juventud. Lo curioso es que en contextos tan diferentes, en ambos casos fueran los jóvenes los primeros y más afectados por la guerra. Cualquiera conoce el rol que entonces le tocó desempeñar a la juventud argentina: ser carne de cañón. La película de Kamín traza una representación posible de ese hecho. Carente de un ejército de formación profesional, la necesidad militar argentina de 1982 convirtió a conscriptos de apenas 18 años de edad en la improvisada primera línea en el frente de batalla. Ante el número de muertos y la alta tasa de suicidios ocurridos entre los veteranos de guerra en estos 30 años, no caben dudas que en la Argentina el daño más grande lo recibieron aquellos niños nacidos en 1962, 63 o 64, las generaciones de nuestros santos inocentes. La situación británica es por supuesto muy distinta. Imperio basado y sostenido por siglos de cultura bélica, Gran Bretaña realizó en Malvinas el movimiento de tropas más grande desde la Segunda Guerra Mundial. La diferencia fundamental es que esos ejércitos estaban integrados por soldados formados para actuar con eficiencia en esta clase de conflictos. Pero aunque esto obliga a buscar las víctimas en otra parte, el director Shane Meadows ha sabido dar con el lugar correcto en el cual encontrarlas.
La acción de This is England transcurre en un barrio obrero de Inglaterra durante 1983 y cuenta la historia de Shaun, un chico de 12 años con padre muerto en Malvinas, hecho que lo convierte en blanco de las burlas de sus compañeros de escuela. El pequeño comienza a ser apañado por una banda de skinheads que le permite ir encontrando un espacio de pertenencia. Pero Shaun será cooptado por el discurso violento y nacionalista del ala más radical del movimiento, aquella que actuó como fuerza de choque del ultraderechista National Front, y acabará siendo arrastrado a una espiral de violencia creciente. This is England pone en actos la esencia detrás del “No hay futuro” que recitaban como un mantra los jóvenes ingleses de aquel tiempo, condenados a representar la violencia a la que eran empujados por la falta de oportunidades y por una guerra incomprensible que, al otro lado del mundo, lejos de casa, los dejaba sin padres.
Fin (de la inocencia). Lejos de profundizar las diferencias y sin proponérselo, como un acto fallido puesto en acción, el cine de uno y de otro lado ha sabido indagar en busca del verdadero horror de un conflicto al que aun hoy es difícil encontrarle explicación. Nada es más imperdonable que maltratar, mutilar (física y mentalmente) y hasta condenar a muerte a toda una generación de chicos. Mucho más cuando 30 años después podemos decir, ya sin dudas, que tanto dolor no fue sino una herramienta de manipulación política. Los chicos de la guerra y This is England dejan bien claro quiénes son las víctimas y quiénes los asesinos en este caso. Pero el crímen sigue sin resolver.
Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino.
sábado, 31 de marzo de 2012
jueves, 29 de marzo de 2012
CINE - La suerte en tus manos, de Daniel Burman: Obsesiones y compulsiones a la hora de amar
A esta altura puede decirse que Daniel Burman es el más prolífico de aquella generación de directores que explotó a finales de la década del ’90 con los cortos reunidos para la primera versión de Historias breves. De ese proyecto participaron varios de los directores que pocos años después se convertirían en los más importantes del cine nacional de los últimos 25 años, como Lucrecia Martel o Adrián Caetano, a quienes por diferentes motivos habría que sumar a Trapero, Campanella, Alonso y algún otro. Sin embargo, ninguno de ellos logró mantener la asombrosa constancia de estrenar un nuevo film cada dos años, con un estándar cualitativo alto y homogéneo. Siguiendo con esta tradición que comenzó en 1998 con su debut Un crisantemo estalla en cincoesquinas, Burman presenta La suerte en tus manos, film en el cual vuelve a insistir con ciertos temas que, extendiéndose a lo largo de su filmografía, ya pueden calificar como obsesión.
Interesado en retratar núcleos sociales cerrados, micromundos siempre vueltos sobre sí mismos, o en abordar la complejidad de las relaciones y los vínculos amorosos y de familia, Burman logra en cada título aportar un nuevo ángulo para observar sus objetos de interés. Si en la trilogía integrada por El abrazo partido (2004), Derecho de familia (2006) y El nido vacío (2008) intentaba (y conseguía) deconstruir y reconstruir la compleja red de lazos paterno-filiales, yendo de hijos a padres de ida y de vuelta, en Dos hermanos, su film de 2010, optó por salir de los sistemas de vínculos verticales para sumergirse en la relación horizontal de los hermanos del título, una vez que ellos se veían liberados del peso simbólico de la generación anterior, tras la muerte de la madre. En La suerte en tus manos todos estos tópicos regresan pero, además, con el propio director ya próximo a cantar sus 40, hace su aparición la crisis de la mediana edad.
Uriel (el cantautor uruguayo Jorge Drexler, en su debut como actor) es un cuarentón recién divorciado y padre de dos hijos preadolescentes, con una marcada tendencia a las obsesiones y las compulsiones. Dentro de las primeras se cuentan su firme decisión de practicarse una vasectomía y su fijación con los albergues transitorios y hoteles en general. Dentro del segundo grupo pueden mencionarse el poker y la mentira, dos costumbres que parecen llevarse bien entre sí. Aunque en apariencia menos neurótica, Gloria también tiene lo suyo. Con residencia en París, de novia desde hace años con un francés estreñido que ya ni le toca un pelo, y conmovida por la muerte de su papá, ella decide volver a Buenos Aires, donde la espera (es un decir) su madre, una intelectual pretenciosa, fría y dominante. Uriel y Gloria salieron juntos años atrás y ella lo dejó por aburrimiento, por lo que suponía una falta de compromiso de parte de él. Pero el destino vuelve a cruzarlos en Rosario, a donde él fue a matar dos pájaros de un tiro: hacerse la operación y jugar un torneo de cartas profesional. Como en una suerte de versión concentrada del díptico del norteamericano Richard Linklater Antes del atardecer / Antes del amanecer, Uriel y Gloria caminarán por Rosario, volverán a conectarse, pero él no querrá confesar que sigue trabajando en la financiera que heredó de su padre y se inventará el rol de promotor artístico a cargo de reunir a la trova rosarina, con Baglietto, Garré, Goldín y Abonizio. Todo marchará bien hasta que el juego de la mentira se le vuelva imposible.
Hay algo woodyallenesco en la metódica producción cinematográfica de Burman, pero esa familiaridad también se traslada a las historias, protagonistas y detalles que componen sus películas, mucho más allá de la permanente referencia al imaginario judío. De las criaturas de Burman, el Uriel compuesto por Drexler es sin dudas el que más se acerca al personaje estereotípico del director estadounidense. El uruguayo sale airoso en su debut como actor y parece evidente que para su composición por un lado se ha inspirado en los trabajos de Allen, pero también en los de su compatriota Daniel Hendler, “Chico Burman” de El abrazo partido y Derecho de familia. Hábil para hacer rendir cada recurso, Burman aprovecha la labor de Drexler que, junto al carisma natural de Valeria Bertuccelli (en otro papel a su medida), son la base para que la película resulte un cuento agradable aunque más lineal que otros de sus trabajos. Incluso en los últimos 20 minutos cede a los mecanismos del realismo mágico norteamericano, para recargar la felicidad de un happy ending casi a la Disney Channel. En el balance final y puestos a comparar, La suerte en tus manos se queda algo atrás de la trilogía integrada por sus películas de 2004, 2006 y 2008, que continúan siendo lo mejor de su filmografía.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
Interesado en retratar núcleos sociales cerrados, micromundos siempre vueltos sobre sí mismos, o en abordar la complejidad de las relaciones y los vínculos amorosos y de familia, Burman logra en cada título aportar un nuevo ángulo para observar sus objetos de interés. Si en la trilogía integrada por El abrazo partido (2004), Derecho de familia (2006) y El nido vacío (2008) intentaba (y conseguía) deconstruir y reconstruir la compleja red de lazos paterno-filiales, yendo de hijos a padres de ida y de vuelta, en Dos hermanos, su film de 2010, optó por salir de los sistemas de vínculos verticales para sumergirse en la relación horizontal de los hermanos del título, una vez que ellos se veían liberados del peso simbólico de la generación anterior, tras la muerte de la madre. En La suerte en tus manos todos estos tópicos regresan pero, además, con el propio director ya próximo a cantar sus 40, hace su aparición la crisis de la mediana edad.
Uriel (el cantautor uruguayo Jorge Drexler, en su debut como actor) es un cuarentón recién divorciado y padre de dos hijos preadolescentes, con una marcada tendencia a las obsesiones y las compulsiones. Dentro de las primeras se cuentan su firme decisión de practicarse una vasectomía y su fijación con los albergues transitorios y hoteles en general. Dentro del segundo grupo pueden mencionarse el poker y la mentira, dos costumbres que parecen llevarse bien entre sí. Aunque en apariencia menos neurótica, Gloria también tiene lo suyo. Con residencia en París, de novia desde hace años con un francés estreñido que ya ni le toca un pelo, y conmovida por la muerte de su papá, ella decide volver a Buenos Aires, donde la espera (es un decir) su madre, una intelectual pretenciosa, fría y dominante. Uriel y Gloria salieron juntos años atrás y ella lo dejó por aburrimiento, por lo que suponía una falta de compromiso de parte de él. Pero el destino vuelve a cruzarlos en Rosario, a donde él fue a matar dos pájaros de un tiro: hacerse la operación y jugar un torneo de cartas profesional. Como en una suerte de versión concentrada del díptico del norteamericano Richard Linklater Antes del atardecer / Antes del amanecer, Uriel y Gloria caminarán por Rosario, volverán a conectarse, pero él no querrá confesar que sigue trabajando en la financiera que heredó de su padre y se inventará el rol de promotor artístico a cargo de reunir a la trova rosarina, con Baglietto, Garré, Goldín y Abonizio. Todo marchará bien hasta que el juego de la mentira se le vuelva imposible.
Hay algo woodyallenesco en la metódica producción cinematográfica de Burman, pero esa familiaridad también se traslada a las historias, protagonistas y detalles que componen sus películas, mucho más allá de la permanente referencia al imaginario judío. De las criaturas de Burman, el Uriel compuesto por Drexler es sin dudas el que más se acerca al personaje estereotípico del director estadounidense. El uruguayo sale airoso en su debut como actor y parece evidente que para su composición por un lado se ha inspirado en los trabajos de Allen, pero también en los de su compatriota Daniel Hendler, “Chico Burman” de El abrazo partido y Derecho de familia. Hábil para hacer rendir cada recurso, Burman aprovecha la labor de Drexler que, junto al carisma natural de Valeria Bertuccelli (en otro papel a su medida), son la base para que la película resulte un cuento agradable aunque más lineal que otros de sus trabajos. Incluso en los últimos 20 minutos cede a los mecanismos del realismo mágico norteamericano, para recargar la felicidad de un happy ending casi a la Disney Channel. En el balance final y puestos a comparar, La suerte en tus manos se queda algo atrás de la trilogía integrada por sus películas de 2004, 2006 y 2008, que continúan siendo lo mejor de su filmografía.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
viernes, 23 de marzo de 2012
A 35 años de la muerte y desaparición de Rodolfo Walsh: Dolores que nunca más.
De entre los días tristes de la historia argentina, el 24 de marzo de 1976 tal vez sea de los más amargos. No sólo porque une a casi todos en el repudio de los hechos que se precipitaron a partir del golpe cívico militar que usurpó el poder por más de siete años , sino porque esos acontecimien- tos significan el desguace de algunas de las generaciones más activas e idealistas que haya alumbrado esta nación. Y no sólo en lo político: la actividad social, la cultura y las artes fueron también espacios desde los cuales se quiso cimentar un futuro más justo, en el que libertad, igualdad y fraternidad fueran valores capaces de alcanzar cada vez a más personas y por eso, necesariamente mejor. Entre las decenas de miles de muertes que deben lamentarse de aquel horror delirante, sin dudas la de Rodolfo Walsh es emblemática y su pérdida, una de las más dolorosas. No porque haya un orden de castas para las víctimas, dentro del cual pudiera decidirse que algunas valen más o menos que otras. Pero sucede que el dolor también puede ser democrático y la ausencia de Walsh es una herida repartida en muchos corazones, capaz de doler de modos muy distintos que se multiplican entre sí. El dolor exponencial.
Mañana se cumplirán 35 años del asesinato y desaparición de Rodolfo Walsh que, sí, fue un activista comprometido con su causa, un hombre de principios que lo llevaron a combatir al fuego con el fuego. Pero mucho antes que eso fue escritor, uno de los más grandes que haya dado el siglo XX en la Argentina, lo cual no es poco. Por eso, sin olvidarnos del todo, aquí preferimos recordarlo por su obra literaria, la parte. Que es cierto, tiene muchas encrucijadas con su obra política –un libro como Operación Masacre alcanza para comprobarlo-, pero es más que sólo ese aspecto. Capaz de escribir enormes relatos policiales o un texto soberbio como Nota al pie, Walsh era un narrador sin par. Relatos como Los oficios terrestres o Irlandeses detrás de un gato, donde retoma sus días de alumno pupilo en una escuela de curas irlandeses -el Instituto Fahy en Moreno-, no sólo son un retrato exquisito de la infancia salvaje, sino que cuentan con exactitud la vida en un internado. Doy fe de ello, porque fui pupilo en ese mismo colegio y no puedo sacarme de la cabeza la posibilidad de haberme sentado tantas veces, en las aulas o el comedor, muy cerca de su fantasma; de mear los mismos mingitorios o descansar en la misma cama que él pudo haber usado 50 años antes. Un fantasma que todavía debe estar leyendo (novelas policiales, ¿qué otra cosa va a leer?) en la biblioteca del colegio que desde hace algunos años lleva su nombre.
Por todos esos cuentos, memoria escrita para ser releída eternamente, su muerte le suma al 24 de marzo otro motivo para ser el día más triste de nuestra historia: además de todo, es la víspera de la desaparición de Rodolfo Walsh. Dolores que nunca más.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
Mañana se cumplirán 35 años del asesinato y desaparición de Rodolfo Walsh que, sí, fue un activista comprometido con su causa, un hombre de principios que lo llevaron a combatir al fuego con el fuego. Pero mucho antes que eso fue escritor, uno de los más grandes que haya dado el siglo XX en la Argentina, lo cual no es poco. Por eso, sin olvidarnos del todo, aquí preferimos recordarlo por su obra literaria, la parte. Que es cierto, tiene muchas encrucijadas con su obra política –un libro como Operación Masacre alcanza para comprobarlo-, pero es más que sólo ese aspecto. Capaz de escribir enormes relatos policiales o un texto soberbio como Nota al pie, Walsh era un narrador sin par. Relatos como Los oficios terrestres o Irlandeses detrás de un gato, donde retoma sus días de alumno pupilo en una escuela de curas irlandeses -el Instituto Fahy en Moreno-, no sólo son un retrato exquisito de la infancia salvaje, sino que cuentan con exactitud la vida en un internado. Doy fe de ello, porque fui pupilo en ese mismo colegio y no puedo sacarme de la cabeza la posibilidad de haberme sentado tantas veces, en las aulas o el comedor, muy cerca de su fantasma; de mear los mismos mingitorios o descansar en la misma cama que él pudo haber usado 50 años antes. Un fantasma que todavía debe estar leyendo (novelas policiales, ¿qué otra cosa va a leer?) en la biblioteca del colegio que desde hace algunos años lleva su nombre.
Por todos esos cuentos, memoria escrita para ser releída eternamente, su muerte le suma al 24 de marzo otro motivo para ser el día más triste de nuestra historia: además de todo, es la víspera de la desaparición de Rodolfo Walsh. Dolores que nunca más.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
jueves, 22 de marzo de 2012
CINE - El vagoneta en el mundo del cine, de Maximiliano Gutiérrez: La sonrisa imperceptible como estado de animo
De entre los sueños más típicamente argentinos (y por ello también humanos), el de vivir sin trabajar se encuentra entre los más asiduos. Conseguir el “currito” que permita al afortunado disfrutar del dolce far niente es, sin dudas, el anhelo de quien se precie de pertenecer a alguna de estas dos especies. Un tema del que ya antes se ha ocupado el cine, pero que regresa en El vagoneta en el mundo del cine, un film nacional modesto en términos de producción, apéndice fílmico de una exitosa serie web, que con algunas buenas ideas -que no por buenas dejan de ser también modestas- consigue lo que a otros con mayores presupuestos y pretensiones se les suele escapar: la sonrisa del espectador. Cabe aclarar que muchas veces se trata de sonrisas que ni siquiera llegan a los labios, pero está claro que sonreír es, antes que otra cosa, un estado de ánimo y esta película, ópera prima de Maximiliano Gutiérrez, transita ese tono.
Cuatro amigos, muchachos de barrio a quienes las frustraciones de la realidad los empujan tras el sueño antes mencionado, deciden asociarse para instalar un enorme cartel de publicidad fija en la terraza de uno de ellos y vivir del alquiler de ese espacio. Ocurre que ninguno parece ni muy voluntarioso ni demasiado lúcido como para dedicarle tiempo e ingenio al asunto y cinco años después se encuentran con una orden oficial para retirar el bendito cartel, que en todo ese tiempo nunca estuvo ocupado. El problema de los sueños es que al despertarse se terminan: los cuatro amigos en bavia se encuentran de pronto en el compromiso de salvar su proyecto, como si toda esperanza se les fuera en ello. A partir de los problemas y personalidades de cada uno, El vagoneta encuentra en estos amigos la posibilidad de representar distintas formas en que la sociedad actual vacía de estímulos a la juventud. Desempleado crónico, Matías tiene ideas pero se deja atrapar con igual comodidad por la ilusión de las soluciones mágicas y la sabiduría módica de frases impresas en sobrecitos de azúcar. El gordo Walter es una masa de nervios y tensiones contenidos siempre a punto de desbordar, que ama a su mujer pero no puede sacarse de encima la carga de un suegro prepotente. Rama por su parte es inseguro, una suerte de Zelig que tanto le teme a tomar cualquier decisión como a contrariar a los demás con sus opiniones. Ponce en cambio es fanfarrón, mujeriego y mentiroso, aunque sostiene que la verdad es siempre la mejor opción. Los cuatro no son sino adolescentes crecidos que mantienen los traumas y las taras de aquella edad. Personajes que si pertenecieran a un film norteamericano, sin dudas encajarían en las películas de Apatow o Greg Mottola, pero son argentinos y en lugar de la extroversión del norte tienen la melancolía del Río de la Plata.
En busca de un cliente para salvar el cartel, llegarán al mundo del cine, yendo tras el productor de la película Un tanque, éxito de taquilla en la ficción. Para firmar el contrato, los cuatro deberán ir a Mar del Plata, en un viaje de algún modo iniciático, donde se lleva adelante el tradicional Festival de Cine. Un acierto de El vagoneta es permitirse oscilar en estilos de humor diverso, y tanto puede recordar ligeramente a los folletines de Olmedo y Porcel, o parodiar otros géneros cinematográficos (la escena del duelo entre Walter y su suegro es un agradable remedo de Spaghetti Western), pasando por diálogos truncos y silencios prolongados que parecen reírse un poco de ciertos clichés del Nuevo Cine Argentino. Aunque peque de reiterativa, luzca más cerca de la estética televisiva, cargada de cameos al tono (Francella, Víctor Bo, Silvina Luna, Karina Jelinek, Pocho la Pantera y varios otros), y sin ser una maravilla, El vagoneta en el mundo del cine es una apuesta infrecuente y no negativa.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
Cuatro amigos, muchachos de barrio a quienes las frustraciones de la realidad los empujan tras el sueño antes mencionado, deciden asociarse para instalar un enorme cartel de publicidad fija en la terraza de uno de ellos y vivir del alquiler de ese espacio. Ocurre que ninguno parece ni muy voluntarioso ni demasiado lúcido como para dedicarle tiempo e ingenio al asunto y cinco años después se encuentran con una orden oficial para retirar el bendito cartel, que en todo ese tiempo nunca estuvo ocupado. El problema de los sueños es que al despertarse se terminan: los cuatro amigos en bavia se encuentran de pronto en el compromiso de salvar su proyecto, como si toda esperanza se les fuera en ello. A partir de los problemas y personalidades de cada uno, El vagoneta encuentra en estos amigos la posibilidad de representar distintas formas en que la sociedad actual vacía de estímulos a la juventud. Desempleado crónico, Matías tiene ideas pero se deja atrapar con igual comodidad por la ilusión de las soluciones mágicas y la sabiduría módica de frases impresas en sobrecitos de azúcar. El gordo Walter es una masa de nervios y tensiones contenidos siempre a punto de desbordar, que ama a su mujer pero no puede sacarse de encima la carga de un suegro prepotente. Rama por su parte es inseguro, una suerte de Zelig que tanto le teme a tomar cualquier decisión como a contrariar a los demás con sus opiniones. Ponce en cambio es fanfarrón, mujeriego y mentiroso, aunque sostiene que la verdad es siempre la mejor opción. Los cuatro no son sino adolescentes crecidos que mantienen los traumas y las taras de aquella edad. Personajes que si pertenecieran a un film norteamericano, sin dudas encajarían en las películas de Apatow o Greg Mottola, pero son argentinos y en lugar de la extroversión del norte tienen la melancolía del Río de la Plata.
En busca de un cliente para salvar el cartel, llegarán al mundo del cine, yendo tras el productor de la película Un tanque, éxito de taquilla en la ficción. Para firmar el contrato, los cuatro deberán ir a Mar del Plata, en un viaje de algún modo iniciático, donde se lleva adelante el tradicional Festival de Cine. Un acierto de El vagoneta es permitirse oscilar en estilos de humor diverso, y tanto puede recordar ligeramente a los folletines de Olmedo y Porcel, o parodiar otros géneros cinematográficos (la escena del duelo entre Walter y su suegro es un agradable remedo de Spaghetti Western), pasando por diálogos truncos y silencios prolongados que parecen reírse un poco de ciertos clichés del Nuevo Cine Argentino. Aunque peque de reiterativa, luzca más cerca de la estética televisiva, cargada de cameos al tono (Francella, Víctor Bo, Silvina Luna, Karina Jelinek, Pocho la Pantera y varios otros), y sin ser una maravilla, El vagoneta en el mundo del cine es una apuesta infrecuente y no negativa.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
sábado, 17 de marzo de 2012
LA COLUMNA TORCIDA - El origen sin nombre
Hace muchos años una mano tuvo hijitas y una de ellas pronto empezó a gatear, mientras las demás todavía dormían, cada una en su bolsillo. Muy pronto ella aprendió a moverse sobre los cinco dedos como una ranita (pero sin saltar) y después más derecha, aunque todavía encorvada como si cargara con un peso. Al tiempo consiguió por fin andar erguida por completo e incluso, ya con un brazo, un codo y hasta con un hombro, lucir un poco más formal.
Un buen día, convertida ahora en cuerpo completo, de tanto ir yendo descubrió la televisión y rendida ante ella, no tuvo mejor idea que sentarse a verla. Así fue que no tardo en volverse laxa y flácida, y cuando intentó pararse, apenas pudo hacerlo sin verse obligada a regresar al piso de inmediato. La situación la preocupó tanto, que pronto decidió que lo mejor era volver a caminar y así lo hizo. Caminó hasta encontrar un lugar vacío y una vez ahí, dijo: “tengo una idea”, y sin alzar la voz empezó a correr en círculos. Tanto corrió, que al cabo de los años pudo ver que sus pasos habían dejado una huella y bautizó a aquel rastro propio con el nombre de “pista”. Como el ejercicio había conseguido adelgazarla, la mano convertida en cuerpo regresó a ver la tele y ella le reveló la existencia de un árbol de cual brotaban hojas gigantes. Maravillada por la profecía y aprovechando su reciente habilidad para la carrera, fue corriendo hasta ese árbol y de él se robó todas las hojas, para luego abandonarlo en evidente desnudez.
Mientras tanto la historia no se detuvo a esperar. Otras manos habíanse convertido también en cuerpos y todos codiciaban aquellas mismas hojas del árbol impúdico. Acostumbrada a estar sola y creyendo que le pertenecían por legítimo derecho, ella tomó para sí todas las hojas robadas, confeccionó con ellas un esmoquin y así vestida siguió corriendo. Más adelante en su camino también inventaría la máquina a vapor, los neumáticos de caucho, la plusvalía y por supuesto, el kung fú.
Un buen día, convertida ahora en cuerpo completo, de tanto ir yendo descubrió la televisión y rendida ante ella, no tuvo mejor idea que sentarse a verla. Así fue que no tardo en volverse laxa y flácida, y cuando intentó pararse, apenas pudo hacerlo sin verse obligada a regresar al piso de inmediato. La situación la preocupó tanto, que pronto decidió que lo mejor era volver a caminar y así lo hizo. Caminó hasta encontrar un lugar vacío y una vez ahí, dijo: “tengo una idea”, y sin alzar la voz empezó a correr en círculos. Tanto corrió, que al cabo de los años pudo ver que sus pasos habían dejado una huella y bautizó a aquel rastro propio con el nombre de “pista”. Como el ejercicio había conseguido adelgazarla, la mano convertida en cuerpo regresó a ver la tele y ella le reveló la existencia de un árbol de cual brotaban hojas gigantes. Maravillada por la profecía y aprovechando su reciente habilidad para la carrera, fue corriendo hasta ese árbol y de él se robó todas las hojas, para luego abandonarlo en evidente desnudez.
Mientras tanto la historia no se detuvo a esperar. Otras manos habíanse convertido también en cuerpos y todos codiciaban aquellas mismas hojas del árbol impúdico. Acostumbrada a estar sola y creyendo que le pertenecían por legítimo derecho, ella tomó para sí todas las hojas robadas, confeccionó con ellas un esmoquin y así vestida siguió corriendo. Más adelante en su camino también inventaría la máquina a vapor, los neumáticos de caucho, la plusvalía y por supuesto, el kung fú.
(Manuscrito anónimo redactado con tinta azul lavable en una hoja de carpeta número tres, hallada frente a la puerta de un colegio primario).
Para ver otras Columnas Torcidas, haga click acá.
Columna publicada en el suplemento Cultura del diario Tiempo Argentino.
miércoles, 14 de marzo de 2012
CINE - Primer Festival de Cine Creative Commons: Cine abierto
Bajo la consigna Deja que tu película ruede libre, comenzó ayer en Buenos Aires la primera edición del Festival de Cine Creative Commons, que se llevará a cabo hasta este viernes. Con una programa- ción que sólo incluye obras cuyos derechos de reproducción se encuentran liberados por sus creadores, este encuentro itinerante ya se realizó en las ciudades más importantes de España, como Madrid y Barcelona (donde lleva dos ediciones), y de a poco comienza su periplo por Latinoamérica, donde ya encontró su lugar en las ciudades de Medellín y Barranquilla, en Colombia.
El eje sobre el que gira este festival son las complejas situaciones y conflictos derivados de la cada vez más amplia y compleja utilización de Internet para compartir todo tipo de material, desde aquellos restringidos al ámbito de lo privado, hasta las obras limitadas por los derechos de autor. Justamente las licencias Creative Commons (CC) permiten que los creadores de música, audiovisuales, software, diseño, fotografía y otras áreas creativas puedan compartir sus trabajos libremente con todo aquel que las desee usar, siempre y cuando se guarden los derechos morales de la autoría y creación pero alcanzando una difusión mucho más amplia por las facilidades en cuanto a su distribución. Una tendencia que va en contra de las iniciativas que en conjunto proponen los estados nacionales y las grandes corporaciones dedicadas al llamado negocio del entretenimiento, como las ya famosas Ley Sinde en España, o las también conocidas SOPA (en castellano: Acta de cese a la piratería en línea) y PIPA (Acta de protección de la propiedad intelectual), en los Estados Unidos.
En ese sentido, la programación incluye material que por distintos motivos es emblemático del uso de las CC, como el documental sobre propiedad intelectual ¡Copiad, malditos!, de Stéphane M. Grueso, que es el primer contenido bajo este tipo de licencia que se emitió en Televisión Española. El mismo, como la mayoría de las obras incluidas en este festival, puede descargarse libremente de la red. Dentro de las películas programadas tampoco falta material producido en la Argentina. Entre ellas se cuentan los largometrajes Mi fiesta de casamiento, de Horacio Muschietti, Stephanie, de Maximiliano Gerscovich, la primera película nacional estrenada en Internet, en el popular portal de cine online Cuevana, o el corto documental Viaje a la tierra del quebracho, de Manuel Quiñones.
Un festival oportuno que propone discutir con seriedad los alcances de la libertad aplicada a una herramienta tan joven como Internet. Continuará…
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
El eje sobre el que gira este festival son las complejas situaciones y conflictos derivados de la cada vez más amplia y compleja utilización de Internet para compartir todo tipo de material, desde aquellos restringidos al ámbito de lo privado, hasta las obras limitadas por los derechos de autor. Justamente las licencias Creative Commons (CC) permiten que los creadores de música, audiovisuales, software, diseño, fotografía y otras áreas creativas puedan compartir sus trabajos libremente con todo aquel que las desee usar, siempre y cuando se guarden los derechos morales de la autoría y creación pero alcanzando una difusión mucho más amplia por las facilidades en cuanto a su distribución. Una tendencia que va en contra de las iniciativas que en conjunto proponen los estados nacionales y las grandes corporaciones dedicadas al llamado negocio del entretenimiento, como las ya famosas Ley Sinde en España, o las también conocidas SOPA (en castellano: Acta de cese a la piratería en línea) y PIPA (Acta de protección de la propiedad intelectual), en los Estados Unidos.
En ese sentido, la programación incluye material que por distintos motivos es emblemático del uso de las CC, como el documental sobre propiedad intelectual ¡Copiad, malditos!, de Stéphane M. Grueso, que es el primer contenido bajo este tipo de licencia que se emitió en Televisión Española. El mismo, como la mayoría de las obras incluidas en este festival, puede descargarse libremente de la red. Dentro de las películas programadas tampoco falta material producido en la Argentina. Entre ellas se cuentan los largometrajes Mi fiesta de casamiento, de Horacio Muschietti, Stephanie, de Maximiliano Gerscovich, la primera película nacional estrenada en Internet, en el popular portal de cine online Cuevana, o el corto documental Viaje a la tierra del quebracho, de Manuel Quiñones.
Un festival oportuno que propone discutir con seriedad los alcances de la libertad aplicada a una herramienta tan joven como Internet. Continuará…
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
viernes, 9 de marzo de 2012
CINE - Entrevista con Daniel Santoro, director de arte de "Zenitram": Jugar con el peronismo
Hay que mirar dos veces la dirección anotada en un papelito para convencerse de que esa es la puerta, una como cualquier otra del barrio de Congreso: sólida, con la pintura herida que desnuda la madera ahí detrás. Pero cuando esa puerta se cierra a espaldas del visitante, Buenos Aires desaparece y uno también teme estar perdido. No hay cartografía que registre ese páramo al que se accede por escaleras de pesadilla, por un túnel empinado entre paredes infestadas de imágenes de una realidad extraña. Los escalones terminan pero el mal sueño se prolonga en una sala angosta, con estanterías que ocupan paredes completas en donde libros prolijamente destartalados resisten el asedio de un millar de muñequitos de famosos personajes de ficción. También hay familias enteras de mariposas empaladas sobre telgopor y una colección de cangrejos gigantes que, estoy seguro, provocarían nausea al propio H. R. Giger. En cada rincón de ese infierno, el rodete de Evita se multiplica en infinitos retratos y parece controlar todo: ahora sé que de verdad estoy perdido.
Del fondo aparece un hombre de melena revuelta color ceniza y un gran bigote apenas domesticado. Viene rengueando y el detalle provoca en él un raro efecto; es como si un científico loco se hubiera fundido a su ayudante contrahecho, en un experimento fatal. Imagino que es un truco para espantar visitas indeseables, pero no me dejo asustar. Perdón: quise decir engañar. Es Daniel Santoro, artista plástico, hacedor de una obra que se obsesiona en distintos juegos deformantes con la iconografía clásica del peronismo. Con la excusa de charlar sobre su trabajo junto a Martín Oesterheld como director de arte en la película Zenitram – Hay un argentino que vuela, dirigida por Luis Barone sobre cuento original de Juan Sasturain, Santoro me ha invitado a su casa y ahora me ofrece asiento al lado de los cangrejos. Necesito decir algo… “Lindo bicho”, digo, y señalo con el mentón al crustáceo alienígena, pero enseguida me arrepiento. Santoro se ríe y toda la sala se pone a vibrar con malicia ante la orden de su carcajada. ¿Por qué habrán llamado a este loco para hacer una película?, pienso. “Porque estaban buscando para Zenitram una estética que tuviera una especie de identidad argentina”, dice Santoro en voz alta. La certeza de que este hombre me está leyendo la mente me invade como el dolor que produce pisar una chinche con el talón. Decido que lo mejor es seguirle la corriente, como si todo esto fuera lo más natural.
-Pero Zenitram transcurre en la Argentina, ¿por qué subrayarlo?
-La productora española quería que este tema del agua y del superhéroe tuviera un anclaje fuerte con lo argentino. Y el argumento más interesante que encontraban era el del peronismo como estética. Así caí yo en la producción, como posibilidad de expresar ese mundo.
-Trabajar sobre el peronismo desde la sátira no parece fácil.
-Lo que se me ocurrió fue crear un mundo contaminado por el peronismo. Lo que se ve en la película son sus restos ideológicos y urbanos: una ciudad de Buenos Aires trazada por una cantidad imprecisa de años de peronismo, que ha dejado ahí monumentos derruidos y desgastados.
-Para imaginar esos restos fue necesario partir de una estética que usted conoce bien.
- Si se quiere ponerle un nombre a eso, se lo puede entender como una especie de "Gótico Justicialista". Hay lugares de la ciudad que no existen y lugares que sí pero están transmutados, como el edificio de Obras Públicas, que se convierte en una suerte de puerta sur de la ciudad. Está el monumento al descamisado y eso convive con el Kavanagh y otros edificios; la villa 31, donde nace Zenitram, se extendió de una manera descontrolada. O sea que lejos de ser pintado como una Arcadia, ese mundo es más bien un lugar duro, un poco al estilo Blade Runner, si se quiere...
-Justamente, hay mucho de otras películas distópicas, como esa o Brazil, de Terry Gilliam...
-¡Claro! Esos desajustes en cuanto a la convivencia de ciertas estéticas: están los 60 o los 50 y el Art Decó de los 30. Una serie de décadas superpuestas que producen un efecto que tiene mucho que ver con la estética general del peronismo, que es una especie de Frankenstein de distintos estilos convivientes.
-¿Pero cuál es la línea del peronismo que sobrevive en ese futuro?
-El de la película no es un peronismo vigente: es un peronismo corrupto. El presidente es una especie de Menem, ¿no?; el papel de Fanego es el de un corrupto absoluto.
-¿La película se planteó desde un comienzo como retrato del peronismo o era algo más ampliamente argentino lo que se intentó aprehender?
-Te diría que el peronismo fue ganando la película... y yo hice mucha fuerza en ese sentido.
Santoro vuelve a reírse: hay algo del canto de las sirenas en esa risa de rota sonoridad que lo va contaminando todo. Como el peronismo. Pero Santoro no se detiene.
-Cuando buscas una identidad, buscas un valor diferenciado. Se trata de una película de superhéroes, que comparte sus códigos y por lo tanto sucede más o menos lo mismo que en todas ellas. En un contexto urbano es muy difícil salir del modelo de Ciudad Gótica o la Metrópolis de Súperman. Estas en una encerrona desde el comienzo y nosotros queríamos salir de algún modo. Y el peronismo es un buen argumento. Es decir, hay edificios emblemáticos del peronismo que son sólo del peronismo. El peronismo fue una excusa para fortalecer una idea de identidad estética.
-Pero el peronismo también es política.
-Pero en Zenitram el asunto está lejos de la politización, porque la película habla políticamente de otras cosas. Pero lo que sí tiene por detrás, como una especie de bajo continuo, es la presencia de ese testimonio peronista que está en todos lados, y creo que eso es lo que le otorga una identidad de película hecha en Argentina.
-¿Puede hablarse de un peronismo post capusottiano para definir este futuro?
-Sí, algo del juego que propone Capusotto hay en esto. Es que es muy difícil no ser peronista o no tener algo que ver con el peronismo por defecto, digamos, o por adhesión. El peronismo te abarca... es como radiactivo, ¿no?
-Detrás de la sátira de Capusotto hay más que mera exaltación.
-Por supuesto. Pedro Saborido dice que el peronismo es como un parque de diversiones: hay de todo... y también tenés el tren fantasma. Uno puede encontrar dentro de ese parque a los antiperonistas. La contaminación tiene tal efecto que aquello que le es opuesto también forma parte de él: el gorila es un personaje del peronismo, no puede sobrevivir fuera de él y tiene sentido sólo si está ahí dentro. De esas paradojas se nutre Zenitram.
-Ese presidente casi como alter ego de Carlos Menem, la miseria gigantizada; eso habla de escenas de nuestra historia a partir de sus consecuencias...
-Es por eso que no se plantea al peronismo como una solución política ni mucho menos. Todo lo contrario: es parte del desbarrancamiento.
-Pero los superhéroes por lo general representan, para quien quiere ser salvado, la esperanza de la salvación. En esa Argentina, ¿qué esperanza representa Zenitram?
-Y, no... yo lo veo más bien como un héroe melancólico ¿no?; hay muy poca esperanza, porque hasta la lluvia, que en principio parece una bendición, termina formando parte del ciclo de la desgracia. En realidad la de Zenitram es una visión pesimista.
-¿Entonces?
-Creo que es más una especie de Maradona y ahí se sale de la película de superhéroes normal. Cuando el tipo vuelve lo hace convertido en una parodia de lo que era ¿no?, un poco como Elvis. Es una crítica a las películas de superhéroes, una visión desde la posibilidad del Tercer Mundo de tener ese tipo recursos, porque los superhéroes son recursos del Primer Mundo.
-El personaje de Luque además oficia de narrador y recuerda las narraciones de las adaptaciones al cine del policial negro.
-Ahí está la mano de Juan Sasturain, eso es muy de él. Esos textos ayudan mucho a la comprensión de la película y le dan el clima...
-Terminan de completar esa estética gótica.
-Sí. Lo mismo que el hecho de que el relato se haga a través de una historieta. Se supone que de alguna manera es el dibujante el que relata, en la voz de Luque. Aparece varias veces la presencia del cómic para darnos mensajes secretos.
-¿Y cree que Zenitram consigue retratar un paradigma de argentinidad?
-Sí, en cierto modo es una película que nos pinta; por supuesto también es una parodia, pero tomada con seriedad, no de forma boba. Tiene carne: una trama que sin salir del tono un poco burlón, cuidando el código elegido, se interna un poco más, mete el cuchillo ahí.
-Siendo tan distópica y desesperanzadora, ¿cuál sería el aporte de Zenitram para intentar encontrar esa salida que en la película no existe?
-(Risas) No sé, la verdad. Ahí me mataste. La historia termina ahí... no es moralizante como otras películas de superhéroes, obligadas a tener esa moraleja final pesada.
-O sea que además de peronista, es tanguera.
-Sí, por eso es melancólica. Y termina con un tangazo como el día que me quieras. Es el amor perdido, viste.
-Estamos condenados a ser argentinos.
-Es la argentinidad al palo, sí (risas). Parecía que estaba todo bien y está todo mal: esa es un poco la metáfora de Zenitram.
Santoro me acompaña a la salida, otra vez a la puerta. De regreso a Buenos Aires. Baja los escalones de a uno: insiste con la renguera, como queriendo llevar su personaje hasta las últimas consecuencias. Le preguntó con desconfianza qué le pasó: necesito desenmascararlo. “Me caí de rodillas en la vereda, bajando estás escaleras”. La respuesta me sorprende. Entonces quiero volver a mirar para arriba, como los chicos que espían entre los dedos para ver a Drácula salir del féretro, pero Santoro ya cerró la puerta. Me despide con un beso y me da un abrazo. Después se va caminando para el lado de la plaza. Renguea.
Me vuelvo a la redacción.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
Del fondo aparece un hombre de melena revuelta color ceniza y un gran bigote apenas domesticado. Viene rengueando y el detalle provoca en él un raro efecto; es como si un científico loco se hubiera fundido a su ayudante contrahecho, en un experimento fatal. Imagino que es un truco para espantar visitas indeseables, pero no me dejo asustar. Perdón: quise decir engañar. Es Daniel Santoro, artista plástico, hacedor de una obra que se obsesiona en distintos juegos deformantes con la iconografía clásica del peronismo. Con la excusa de charlar sobre su trabajo junto a Martín Oesterheld como director de arte en la película Zenitram – Hay un argentino que vuela, dirigida por Luis Barone sobre cuento original de Juan Sasturain, Santoro me ha invitado a su casa y ahora me ofrece asiento al lado de los cangrejos. Necesito decir algo… “Lindo bicho”, digo, y señalo con el mentón al crustáceo alienígena, pero enseguida me arrepiento. Santoro se ríe y toda la sala se pone a vibrar con malicia ante la orden de su carcajada. ¿Por qué habrán llamado a este loco para hacer una película?, pienso. “Porque estaban buscando para Zenitram una estética que tuviera una especie de identidad argentina”, dice Santoro en voz alta. La certeza de que este hombre me está leyendo la mente me invade como el dolor que produce pisar una chinche con el talón. Decido que lo mejor es seguirle la corriente, como si todo esto fuera lo más natural.
-Pero Zenitram transcurre en la Argentina, ¿por qué subrayarlo?
-La productora española quería que este tema del agua y del superhéroe tuviera un anclaje fuerte con lo argentino. Y el argumento más interesante que encontraban era el del peronismo como estética. Así caí yo en la producción, como posibilidad de expresar ese mundo.
-Trabajar sobre el peronismo desde la sátira no parece fácil.
-Lo que se me ocurrió fue crear un mundo contaminado por el peronismo. Lo que se ve en la película son sus restos ideológicos y urbanos: una ciudad de Buenos Aires trazada por una cantidad imprecisa de años de peronismo, que ha dejado ahí monumentos derruidos y desgastados.
-Para imaginar esos restos fue necesario partir de una estética que usted conoce bien.
- Si se quiere ponerle un nombre a eso, se lo puede entender como una especie de "Gótico Justicialista". Hay lugares de la ciudad que no existen y lugares que sí pero están transmutados, como el edificio de Obras Públicas, que se convierte en una suerte de puerta sur de la ciudad. Está el monumento al descamisado y eso convive con el Kavanagh y otros edificios; la villa 31, donde nace Zenitram, se extendió de una manera descontrolada. O sea que lejos de ser pintado como una Arcadia, ese mundo es más bien un lugar duro, un poco al estilo Blade Runner, si se quiere...
-Justamente, hay mucho de otras películas distópicas, como esa o Brazil, de Terry Gilliam...
-¡Claro! Esos desajustes en cuanto a la convivencia de ciertas estéticas: están los 60 o los 50 y el Art Decó de los 30. Una serie de décadas superpuestas que producen un efecto que tiene mucho que ver con la estética general del peronismo, que es una especie de Frankenstein de distintos estilos convivientes.
-¿Pero cuál es la línea del peronismo que sobrevive en ese futuro?
-El de la película no es un peronismo vigente: es un peronismo corrupto. El presidente es una especie de Menem, ¿no?; el papel de Fanego es el de un corrupto absoluto.
-¿La película se planteó desde un comienzo como retrato del peronismo o era algo más ampliamente argentino lo que se intentó aprehender?
-Te diría que el peronismo fue ganando la película... y yo hice mucha fuerza en ese sentido.
Santoro vuelve a reírse: hay algo del canto de las sirenas en esa risa de rota sonoridad que lo va contaminando todo. Como el peronismo. Pero Santoro no se detiene.
-Cuando buscas una identidad, buscas un valor diferenciado. Se trata de una película de superhéroes, que comparte sus códigos y por lo tanto sucede más o menos lo mismo que en todas ellas. En un contexto urbano es muy difícil salir del modelo de Ciudad Gótica o la Metrópolis de Súperman. Estas en una encerrona desde el comienzo y nosotros queríamos salir de algún modo. Y el peronismo es un buen argumento. Es decir, hay edificios emblemáticos del peronismo que son sólo del peronismo. El peronismo fue una excusa para fortalecer una idea de identidad estética.
-Pero el peronismo también es política.
-Pero en Zenitram el asunto está lejos de la politización, porque la película habla políticamente de otras cosas. Pero lo que sí tiene por detrás, como una especie de bajo continuo, es la presencia de ese testimonio peronista que está en todos lados, y creo que eso es lo que le otorga una identidad de película hecha en Argentina.
-¿Puede hablarse de un peronismo post capusottiano para definir este futuro?
-Sí, algo del juego que propone Capusotto hay en esto. Es que es muy difícil no ser peronista o no tener algo que ver con el peronismo por defecto, digamos, o por adhesión. El peronismo te abarca... es como radiactivo, ¿no?
-Detrás de la sátira de Capusotto hay más que mera exaltación.
-Por supuesto. Pedro Saborido dice que el peronismo es como un parque de diversiones: hay de todo... y también tenés el tren fantasma. Uno puede encontrar dentro de ese parque a los antiperonistas. La contaminación tiene tal efecto que aquello que le es opuesto también forma parte de él: el gorila es un personaje del peronismo, no puede sobrevivir fuera de él y tiene sentido sólo si está ahí dentro. De esas paradojas se nutre Zenitram.
-Ese presidente casi como alter ego de Carlos Menem, la miseria gigantizada; eso habla de escenas de nuestra historia a partir de sus consecuencias...
-Es por eso que no se plantea al peronismo como una solución política ni mucho menos. Todo lo contrario: es parte del desbarrancamiento.
-Pero los superhéroes por lo general representan, para quien quiere ser salvado, la esperanza de la salvación. En esa Argentina, ¿qué esperanza representa Zenitram?
-Y, no... yo lo veo más bien como un héroe melancólico ¿no?; hay muy poca esperanza, porque hasta la lluvia, que en principio parece una bendición, termina formando parte del ciclo de la desgracia. En realidad la de Zenitram es una visión pesimista.
-¿Entonces?
-Creo que es más una especie de Maradona y ahí se sale de la película de superhéroes normal. Cuando el tipo vuelve lo hace convertido en una parodia de lo que era ¿no?, un poco como Elvis. Es una crítica a las películas de superhéroes, una visión desde la posibilidad del Tercer Mundo de tener ese tipo recursos, porque los superhéroes son recursos del Primer Mundo.
-El personaje de Luque además oficia de narrador y recuerda las narraciones de las adaptaciones al cine del policial negro.
-Ahí está la mano de Juan Sasturain, eso es muy de él. Esos textos ayudan mucho a la comprensión de la película y le dan el clima...
-Terminan de completar esa estética gótica.
-Sí. Lo mismo que el hecho de que el relato se haga a través de una historieta. Se supone que de alguna manera es el dibujante el que relata, en la voz de Luque. Aparece varias veces la presencia del cómic para darnos mensajes secretos.
-¿Y cree que Zenitram consigue retratar un paradigma de argentinidad?
-Sí, en cierto modo es una película que nos pinta; por supuesto también es una parodia, pero tomada con seriedad, no de forma boba. Tiene carne: una trama que sin salir del tono un poco burlón, cuidando el código elegido, se interna un poco más, mete el cuchillo ahí.
-Siendo tan distópica y desesperanzadora, ¿cuál sería el aporte de Zenitram para intentar encontrar esa salida que en la película no existe?
-(Risas) No sé, la verdad. Ahí me mataste. La historia termina ahí... no es moralizante como otras películas de superhéroes, obligadas a tener esa moraleja final pesada.
-O sea que además de peronista, es tanguera.
-Sí, por eso es melancólica. Y termina con un tangazo como el día que me quieras. Es el amor perdido, viste.
-Estamos condenados a ser argentinos.
-Es la argentinidad al palo, sí (risas). Parecía que estaba todo bien y está todo mal: esa es un poco la metáfora de Zenitram.
Santoro me acompaña a la salida, otra vez a la puerta. De regreso a Buenos Aires. Baja los escalones de a uno: insiste con la renguera, como queriendo llevar su personaje hasta las últimas consecuencias. Le preguntó con desconfianza qué le pasó: necesito desenmascararlo. “Me caí de rodillas en la vereda, bajando estás escaleras”. La respuesta me sorprende. Entonces quiero volver a mirar para arriba, como los chicos que espían entre los dedos para ver a Drácula salir del féretro, pero Santoro ya cerró la puerta. Me despide con un beso y me da un abrazo. Después se va caminando para el lado de la plaza. Renguea.
Me vuelvo a la redacción.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
jueves, 8 de marzo de 2012
CULTURA - Ciclo de charlas ¿La patria es la lengua?: Palabras para la identidad
En las discusiones que en los últimos años se han generado en torno a la idea de una identidad nacional, uno de los temas recurrentes es el de la lengua. Bajo la consigna ¿La patria es la lengua?, un grupo que reúne a algunos de los más destacados escritores de la actualidad, le dedicará una serie de encuentros al asunto. Organizadas por el Centro Cultural Caras y Caretas, estás jornadas se realizarán una vez por semana y contarán con la presencia de autores como Ana María Shua, Fabián Casas, Leopoldo Brizuela o Lucía Puenzo, entre otros. También será de la partida la escritora Claudia Piñeiro, quién aceptó adelantar algunos de los posibles puntos de interés acerca de esta cuestión que, de manera oportuna, los organizadores han planteado en forma de pregunta.
-Ante la noción de la lengua como Patria y con un idioma que nos une a tantos países, ¿qué es lo que engloba la lengua y por qué no es lo mismo hablar de idioma?
-Podríamos empezar por el hecho de que nosotros decimos que nuestro idioma es el español, cuando en nuestra infancia era el castellano. En algún momento se dejó de decir que hablábamos castellano para decir que hablamos español. En realidad en España hay varias lenguas y de todas ellas el castellano es el idioma oficial. Ahí hay una cuestión de establecer un territorio: el español tiene más que ver con el país que con la lengua en sí misma. Hay otra cosa con el español, que es su gran expansión de la mano de la inmigración latinoamericana.
-Está ese informe que prevé que en menos de 20 años los Estados Unidos será el país con mayor número de hispanoparlantes del mundo.
-Precisamente esa expansión tiene mucho más que ver con las formas del español que se hablan en Latinoamérica, que con la que se habla en España. Sin dudas con el tiempo eso se irá ajustando y habrá diferentes respuestas para la pregunta: qué es el español.
-Dentro de nuestras fronteras ¿existe una lengua nacional?
-Hay una diferencia en la forma en que el idioma se utiliza. Pero la idea de que el idioma no tiene las mismas fronteras que pueden tener políticamente los países, me gusta mucho más que pensar a cada lugar como algo cerrado.
-Es lo que nos diferencia de regiones como Europa, donde cada país tiene su propia lengua.
-El español ha tenido un poder de penetración extraordinario. Porque aunque el chino es el idioma más hablado, lo es simplemente por la cantidad de personas nacidas en ese lugar y no por expansión. Pero lo que pasó con el español es un caso muy particular.
-Ni Inglaterra, siendo el imperio que fue, consiguió imponer su idioma de la manera en que lo hizo España.
-Sí, pero el inglés ha impuesto por la fuerza la obligación, la necesidad de saberlo para no sentirse una especie de discapacitado en algunas circunstancias.
-Pero, aunque de otro modo, el español también se impuso por la fuerza. Pienso en la colonización...
-Sí, por supuesto. Pero hablo de una etapa posterior, donde la penetración del español adquirió una vía más natural. El ejemplo de Estados Unidos: no es que allá hablan español porque si no, no pueden hacer negocios con nosotros. La expansión tiene una raíz más profunda.
-En la novela El templo etrusco, J. Rodolfo Wilcock escribe esta frase que me parece oportuna: “Las reglas se gobiernan en la lengua, que es común a todos, y por lo tanto también son comunes las reglas; solamente cuando cambia la lengua, cambian las reglas.”
-Me gusta eso de que cuando cambia la lengua cambian las reglas. Respecto del sexismo de la lengua hay una historia que leí en un libro de lingüística; cuenta acerca de una tribu en cuyo lenguaje no existía ninguna palabra para identificar al color violeta, entonces para ellos no existía. Que no existan palabras para definir algo también elimina la cosa. Creo que el uso de la lengua puede ir modificando eso, pero obviamente no será una orden la que lo imponga, sino los usos y costumbres. Y estos de a poco pueden ser modificados y con ellos cambiar la realidad.
-¿Esos cambios hablarían de nosotros como sociedad?
-La lengua es un mapa de la sociedad. Hay cosas que hemos dicho en algún momento, pero que ya no decimos más. Por ejemplo, Proceso de Reorganización Nacional: ahora decimos Dictadura. Elegir usar una palabra u otra para nombrar determinada cosa es una decisión política.
El ciclo ¿La patria es la lengua? Se llevará a cabo entre el 21 de marzo y el 30 de mayo, en el Centro Cultural Caras y Caretas, ubicado en Venezuela 330. Para más información e inscribirse de forma gratuita, escribir a centrocultural@carasycaretas.org.ar
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
-Ante la noción de la lengua como Patria y con un idioma que nos une a tantos países, ¿qué es lo que engloba la lengua y por qué no es lo mismo hablar de idioma?
-Podríamos empezar por el hecho de que nosotros decimos que nuestro idioma es el español, cuando en nuestra infancia era el castellano. En algún momento se dejó de decir que hablábamos castellano para decir que hablamos español. En realidad en España hay varias lenguas y de todas ellas el castellano es el idioma oficial. Ahí hay una cuestión de establecer un territorio: el español tiene más que ver con el país que con la lengua en sí misma. Hay otra cosa con el español, que es su gran expansión de la mano de la inmigración latinoamericana.
-Está ese informe que prevé que en menos de 20 años los Estados Unidos será el país con mayor número de hispanoparlantes del mundo.
-Precisamente esa expansión tiene mucho más que ver con las formas del español que se hablan en Latinoamérica, que con la que se habla en España. Sin dudas con el tiempo eso se irá ajustando y habrá diferentes respuestas para la pregunta: qué es el español.
-Dentro de nuestras fronteras ¿existe una lengua nacional?
-Hay una diferencia en la forma en que el idioma se utiliza. Pero la idea de que el idioma no tiene las mismas fronteras que pueden tener políticamente los países, me gusta mucho más que pensar a cada lugar como algo cerrado.
-Es lo que nos diferencia de regiones como Europa, donde cada país tiene su propia lengua.
-El español ha tenido un poder de penetración extraordinario. Porque aunque el chino es el idioma más hablado, lo es simplemente por la cantidad de personas nacidas en ese lugar y no por expansión. Pero lo que pasó con el español es un caso muy particular.
-Ni Inglaterra, siendo el imperio que fue, consiguió imponer su idioma de la manera en que lo hizo España.
-Sí, pero el inglés ha impuesto por la fuerza la obligación, la necesidad de saberlo para no sentirse una especie de discapacitado en algunas circunstancias.
-Pero, aunque de otro modo, el español también se impuso por la fuerza. Pienso en la colonización...
-Sí, por supuesto. Pero hablo de una etapa posterior, donde la penetración del español adquirió una vía más natural. El ejemplo de Estados Unidos: no es que allá hablan español porque si no, no pueden hacer negocios con nosotros. La expansión tiene una raíz más profunda.
-En la novela El templo etrusco, J. Rodolfo Wilcock escribe esta frase que me parece oportuna: “Las reglas se gobiernan en la lengua, que es común a todos, y por lo tanto también son comunes las reglas; solamente cuando cambia la lengua, cambian las reglas.”
-Me gusta eso de que cuando cambia la lengua cambian las reglas. Respecto del sexismo de la lengua hay una historia que leí en un libro de lingüística; cuenta acerca de una tribu en cuyo lenguaje no existía ninguna palabra para identificar al color violeta, entonces para ellos no existía. Que no existan palabras para definir algo también elimina la cosa. Creo que el uso de la lengua puede ir modificando eso, pero obviamente no será una orden la que lo imponga, sino los usos y costumbres. Y estos de a poco pueden ser modificados y con ellos cambiar la realidad.
-¿Esos cambios hablarían de nosotros como sociedad?
-La lengua es un mapa de la sociedad. Hay cosas que hemos dicho en algún momento, pero que ya no decimos más. Por ejemplo, Proceso de Reorganización Nacional: ahora decimos Dictadura. Elegir usar una palabra u otra para nombrar determinada cosa es una decisión política.
El ciclo ¿La patria es la lengua? Se llevará a cabo entre el 21 de marzo y el 30 de mayo, en el Centro Cultural Caras y Caretas, ubicado en Venezuela 330. Para más información e inscribirse de forma gratuita, escribir a centrocultural@carasycaretas.org.ar
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
CINE - Primer Festival y Muestra de Arte Posporno: Existe el más allá
La mención de la palabra posporno puede sonar a primera oída a una suerte de efecto colateral inesperado, a la consecuencia de una mala posología en la aplicación de una dosis de pornografía, y tal vez algo de eso haya. Para sacarse la duda, hoy comienza la primera Muestra de Arte Pospornográfico, que reúne películas, pinturas, fotografías y performances vinculadas a una tendencia que cuestiona el cine pornográfico tradicional y lo redefine como un mecanismo libertario. Su programación incluye largometrajes y cortos, tanto argentinos como extranjeros, exposiciones de fotografía y pintura temáticas, además de presentaciones performáticas en vivo.
En palabras de sus organizadores, “el posporno no es porno, pero lo lleva adentro como pasado.” En la gacetilla de presentación del festival (que es casi un manifiesto), se insiste sobre la búsqueda de “visibilizar el fenómeno subversivo de apropiación de los códigos del porno tradicional, surgido al calor de la militancia feminista más radical. En medio de la proliferación mercantilista de la pornografía a través de Internet, la propuesta pospornográfica se presenta como un desvío hacia prácticas alternativas de la sexualidad, la visibilidad de otros cuerpos deseables, la denuncia de la heteronormatividad y la liberación efectiva del deseo.” Nada menos.
La certeza gramatical permite suponer que en el posporno se reúnen diversos conceptos acerca de aquello que aparece con posterioridad al porno. Por eso no es extraño que la masturbación sea un tema recurrente, y hasta resulta encantadoramente significativo que el festival se realice en un cine que hasta los años ’80 funcionó como reducto para la exhibición de películas pornográficas.
El posporno hunde las raíces de su casi secreta historia en los feminismos radicales y los movimientos punk de los setenta, las performances, los happenings, las vanguardias del video y las cinematográficas de los años veinte. El director de cine Goyo Anchou, uno de los autores junto a Peter Pank de La peli de Batato, documental sobre el artista under Batato Barea, afirma que “más que contra-cultural, el Posporno es para-cultural. La contra-cultura es revolucionaria y plantea la subversión de las estructuras. La para-cultura es reformista y pretende la ampliación de los límites de esas mismas estructuras.”La aparición de las cámaras de video hogareñas y programas de edición accesibles al usuario anónimo, la proliferación del porno amateur y de Internet como medio de difusión viral, aceleraron los procesos que dieron lugar al surgimiento del género.
“No hay nada más lejano a la provocadora liberación de las costumbres que proponían las películas explícitas en los años ’60 o ’70, que la fantasmagórica sucesión de cuerpos masificados en el discurso pornográfico contemporáneo”, afirma Anchou. “En las prácticas de la pornografía moderna no hay ninguna tentación, sino una misma y única reducción de toda práctica, a la misma neutralidad fría de cuerpos expuestos en una serie infinita”, agrega. “La pornografía, como las drogas, se han convertido en mecanismos de represión de cuerpos y conciencias. El posporno retoma el uso del sexo explícito donde lo dejaron los libertarios sesentistas, haciendo abstracción de lo que surgió en medio.”
Dentro de la programación del festival, Anchou presenta en carácter de Película en Construcción su nuevo trabajo, titulado Heterofobia. Consultado sobre su sinopsis, el director cuenta que básicamente se trata de “un chabón que se hace la paja mientras piensa en vampiros que devoran reaccionarios machistas.” Si se le pregunta cómo se le ocurrió la idea, él simplemente dice que está “harto de la supremacía heterosexual.”
La primera Muestra de Arte Pospornográfico se podrá visitar desde hoy y hasta el día sábado 10 de marzo de 14 a 23 hs, en el complejo Espacio INCAA Km.3 Artecinema, ubicado en la calle Salta 1620 del barrio de Constitución. El costo para ingresar en la sala es de 6 pesos. Para saber más acerca de la programación o los horarios de las actividades, charlas y proyecciones, puede consultarse el blog de la muestra, en http://garpagarpa.wordpress.com
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
En palabras de sus organizadores, “el posporno no es porno, pero lo lleva adentro como pasado.” En la gacetilla de presentación del festival (que es casi un manifiesto), se insiste sobre la búsqueda de “visibilizar el fenómeno subversivo de apropiación de los códigos del porno tradicional, surgido al calor de la militancia feminista más radical. En medio de la proliferación mercantilista de la pornografía a través de Internet, la propuesta pospornográfica se presenta como un desvío hacia prácticas alternativas de la sexualidad, la visibilidad de otros cuerpos deseables, la denuncia de la heteronormatividad y la liberación efectiva del deseo.” Nada menos.
La certeza gramatical permite suponer que en el posporno se reúnen diversos conceptos acerca de aquello que aparece con posterioridad al porno. Por eso no es extraño que la masturbación sea un tema recurrente, y hasta resulta encantadoramente significativo que el festival se realice en un cine que hasta los años ’80 funcionó como reducto para la exhibición de películas pornográficas.
El posporno hunde las raíces de su casi secreta historia en los feminismos radicales y los movimientos punk de los setenta, las performances, los happenings, las vanguardias del video y las cinematográficas de los años veinte. El director de cine Goyo Anchou, uno de los autores junto a Peter Pank de La peli de Batato, documental sobre el artista under Batato Barea, afirma que “más que contra-cultural, el Posporno es para-cultural. La contra-cultura es revolucionaria y plantea la subversión de las estructuras. La para-cultura es reformista y pretende la ampliación de los límites de esas mismas estructuras.”La aparición de las cámaras de video hogareñas y programas de edición accesibles al usuario anónimo, la proliferación del porno amateur y de Internet como medio de difusión viral, aceleraron los procesos que dieron lugar al surgimiento del género.
“No hay nada más lejano a la provocadora liberación de las costumbres que proponían las películas explícitas en los años ’60 o ’70, que la fantasmagórica sucesión de cuerpos masificados en el discurso pornográfico contemporáneo”, afirma Anchou. “En las prácticas de la pornografía moderna no hay ninguna tentación, sino una misma y única reducción de toda práctica, a la misma neutralidad fría de cuerpos expuestos en una serie infinita”, agrega. “La pornografía, como las drogas, se han convertido en mecanismos de represión de cuerpos y conciencias. El posporno retoma el uso del sexo explícito donde lo dejaron los libertarios sesentistas, haciendo abstracción de lo que surgió en medio.”
Dentro de la programación del festival, Anchou presenta en carácter de Película en Construcción su nuevo trabajo, titulado Heterofobia. Consultado sobre su sinopsis, el director cuenta que básicamente se trata de “un chabón que se hace la paja mientras piensa en vampiros que devoran reaccionarios machistas.” Si se le pregunta cómo se le ocurrió la idea, él simplemente dice que está “harto de la supremacía heterosexual.”
La primera Muestra de Arte Pospornográfico se podrá visitar desde hoy y hasta el día sábado 10 de marzo de 14 a 23 hs, en el complejo Espacio INCAA Km.3 Artecinema, ubicado en la calle Salta 1620 del barrio de Constitución. El costo para ingresar en la sala es de 6 pesos. Para saber más acerca de la programación o los horarios de las actividades, charlas y proyecciones, puede consultarse el blog de la muestra, en http://garpagarpa.wordpress.com
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
viernes, 2 de marzo de 2012
LIBROS - Editarán la correspondencia entre Auster y Coetzee: De qué hablan los escritores cuándo nadie los escucha
Para quienes aman la literatura, el mundo de las letras y sus amanuenses es también un espacio intrigante que no deja de causar curiosidad. Más allá de asuntos como el origen de la inspiración, los ritos a la hora de escribir o cuál marca de champú o de champagne prefieren sus autores favoritos (mucha gente se preocupa por cuestiones por el estilo), hay un interrogante que puebla las fantasías de tantos lectores: ¿de qué hablan los escritores entre sí cuando nadie los ve? Una cuestión que difícilmente tenga respuesta, en vista de que toda conversación privada tiene como condición inevitable la de aborrecer el dominio público. Claro que en el caso de los escritores existen las cartas, un terreno ambiguo en el que de manera cada vez más consciente se sabe que toda confidencia realizada es, más tarde o más temprano, carne de editorial. Tan habitual se ha vuelto la práctica de publicar correspondencia y tanto se ha popularizado el género epistolar, que no sorprende que las editoriales Anagrama y Mondadori se hayan unido (quizá complotado) para coeditar las cartas que desde hace años intercambian el norteamericano Paul Auster y el premio Nobel de origen sudafricano J.M. Coetzee. A tal punto llega el asunto que debe dejar de incluirse a los autores como participes necesarios de esta conspiración, ya que las cartas fueron deliberadamente escritas pensando en su publicación. En el barrio a esto se le dice no dar puntada sin hilo.
Ahora bien, ¿responderá el libro la pregunta original, revelando de qué hablan los escritores? Pues ya se sabe que en sus cartas Coetzee y Auster conversaron sobre el amor y la amistad, el deporte, la muerte o la escritura. Es decir, de mujeres, de fútbol, del trabajo y del futuro. De lo mismo que habla todo el mundo, ni más ni menos. Resuelta la intriga y satisfecha la curiosidad, justo cuando el tema parece agotado, en este punto es donde la literatura surge y propone nuevas preguntas. Y enseguida se querrá saber si los novelistas escriben igual de entrecasa que en sus libros; lo harán como en sus mejores obras o más bien como en las peores. Egos en un mundo de egos, si competirán por ver cuál de los dos resulta más ingenioso, más divertido o más escéptico. ¿Se arrojarán filosos cuchillos u optarán por la corrección política de la mutua admiración?; ¿se reirán de otros colegas, como hacían Borges y Bioy, o evitarán ese tipo de campos minados? En tal caso tal vez resulte entretenido sacarse las dudas leyendo qué tuvieron para decirse Auster y Coetzee, dos de los autores contemporáneos más leídos del mundo.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
Ahora bien, ¿responderá el libro la pregunta original, revelando de qué hablan los escritores? Pues ya se sabe que en sus cartas Coetzee y Auster conversaron sobre el amor y la amistad, el deporte, la muerte o la escritura. Es decir, de mujeres, de fútbol, del trabajo y del futuro. De lo mismo que habla todo el mundo, ni más ni menos. Resuelta la intriga y satisfecha la curiosidad, justo cuando el tema parece agotado, en este punto es donde la literatura surge y propone nuevas preguntas. Y enseguida se querrá saber si los novelistas escriben igual de entrecasa que en sus libros; lo harán como en sus mejores obras o más bien como en las peores. Egos en un mundo de egos, si competirán por ver cuál de los dos resulta más ingenioso, más divertido o más escéptico. ¿Se arrojarán filosos cuchillos u optarán por la corrección política de la mutua admiración?; ¿se reirán de otros colegas, como hacían Borges y Bioy, o evitarán ese tipo de campos minados? En tal caso tal vez resulte entretenido sacarse las dudas leyendo qué tuvieron para decirse Auster y Coetzee, dos de los autores contemporáneos más leídos del mundo.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.