Se cumplieron 41 años de la muerte de Leopoldo Marechal. Se dice de él que es “una de las plumas más importantes de la literatura argentina”; que es el autor de Adán Buenosayres, “una de las novelas más notables de las letras nacionales”; que fue “tardíamente reconocido debido a su posicionamiento político”. Lo que no se dice es que Leopoldo Marechal, siendo uno de los autores más influyentes del siglo XX en la Argentina, continúa siendo un olvidado.
A veces, los amigos y los rivales definen el valor real de un individuo. Por eso, para quienes desconozcan su obra, bastará con recordar que entre sus más grandes admiradores se encontraba Julio Cortázar. O que, luego de muchos años de acuerdos y coincidencias, de compartir espacios emblemáticos como las revistas Proa y Martín Fierro, Jorge Luis Borges se distanció de él cuando Marechal adscribió a la causa peronista.
Otras veces es el amor quien mejor habla de una persona. Y Leopoldo Marechal amó a dos mujeres como amaba a la literatura: no es extraño que ambas fueran profesoras de Letras. Enviudó de María Zoraida Barreiro, quien le dio sus dos únicas hijas, y fue devoto amante de Elbia Rosbaco –o Elbiamor, como él mismo la llamaba–, su compañera durante sus últimos 20 años de vida.
A pesar del olvido actual, Marechal ganó dos de los premios más importantes que se entregaban en aquel tiempo en la Argentina. Recibió el primer Premio Nacional de Poesía en 1940, por sus libros Sonetos a Sophia y El centauro. Y el primer Premio Nacional de Teatro por Antígona Vélez (basada en la Antígona de Sófocles), obra que también celebra este año su 60º aniversario. Estrenada en 1951 en el Teatro Nacional Cervantes con dirección de Enrique Santos Discépolo, Antígona Vélez acaba de reponerse en ese mismo escenario con dirección del actor y dramaturgo Pompeyo Audivert. Según voces autorizadas, la nueva versión de este doblemente clásico resulta de una vigencia asombrosa. ¿O qué otra cosa es un clásico, sino un pedazo de tiempo que siempre es posible leer en presente?
Víctima de sus propias convicciones (y de una generación de intelectuales tan notables como caníbales), Marechal se convirtió de a poco en un escritor fantasma, cuyas obras fueron enmudecidas por la misma proscripción que silenció la voluntad popular en la Argentina durante casi 20 años. Cuando murió, un 26 de junio de 1970, todavía faltaban tres años para que el peronismo pudiera volver a participar de un proceso democrático limpio y legítimo. Será por eso que su obra todavía parece encapuchada.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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