jueves, 7 de julio de 2011

CINE - Mundialito, de Sebastián Bednarik: Milicos detrás de una pelota


El estreno del documental Mundialito trae a escena una vez más un tema que, por olvidado, merece volver a ser puesto en palabras. Se trata de regresar a aquel torneo organizado en el Uruguay en 1980 para conmemorar las bodas de oro del primero de todos los mundiales de fútbol, también disputado en ese país y ganado por el anfitrión. Sucede que en ese momento Uruguay, como el resto de Latinoamérica, estaba gobernado por un régimen militar que ese mismo año pretendía legitimarse a través de un plebiscito. En principio se trata del viejo cruce entre política y deporte, que desde siempre genera un espacio muy rico en términos de análisis. Será que el deporte constituye uno de los fenómenos de multitudes más antiguos de la humanidad. Para confirmarlo alcanza con recordar las Olimpíadas griegas, los torneos caballeros en la Europa medieval o la pasión por el juego y la competencia que profesaban Mayas y Aztecas en la América precolombina. Ocurre que en la historia moderna, del siglo XX para acá, los espectáculos deportivos se convirtieron en fabulosos movilizadores de masas y si de algo necesita la política es justamente de las masas. Por eso no resulta extraño que la política a menudo utilice al deporte como instrumento de influencia sobre los individuos. Y el deporte –o sus organizaciones, también políticas- por cierto se deja utilizar.
En su fantástica novela histórica Yo, Claudio, Robert Graves expone la forma en que ya los emperadores romanos utilizaban las competencias en las arenas del coliseo o las pistas del hipódromo para amansar a un pueblo descontento. Pero será el siglo pasado el que dará los ejemplos más indignantes y hasta macabros. Surge la figura de Benito Mussolini, que en el entretiempo de la final del mundial de 1934, organizado en Italia en el apogeo del fascismo, amenazó de muerte a los jugadores de su selección si no ganaban la copa (y la ganaron). O el canto a la gloria de la raza aria en que Adolf Hitler transformó a los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936. Leni Riefenstahl supo retratar con grandilocuencia esa épica perversa, en su innovadora película Olympia. Y, para seguir en familia, el modo en que la junta del último régimen militar en nuestro país manipuló la organización del Mundial 78 para mostrarle al mundo que los argentinos éramos derechos y humanos, mientras bajo el mismo cielo se masacraba a una generación. Por cierto: el mundial también lo ganamos.
En concordancia con esos ejemplos, la dictadura militar que entre 1973 y 1984 gobernó al Paisito tuvo su Mundialito, con el que intentó aprovechar esa simbiosis. Dirigido por Sebastián Bednarik, Mundialito busca anudar los hilos sueltos que cuelgan bajo este hecho poco revisitado de la historia uruguaya. A partir de una grilla de entrevistados que ostentan el derecho de poder contar el cuento en primera persona -con figuras que van de Víctor Hugo Morales, el entonces presidente de la FIFA Joao Havelange, los ex presidentes uruguayos Jorge Batlle y Julio María Sanguinetti, a varios de los jugadores que integraron aquel seleccionado y el actual primer mandatario del Uruguay José Mujica-, el documental busca volver evidente lo ensombrecido. Aquellos puntos de contacto entre las pretensiones de ese régimen cegado de confianza, que buscaba legitimarse mediante el voto, y ese torneo con el que la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), con ayuda de la FIFA -organización que siempre anda rozando los límites éticos (y muchas veces sospechada de traspasarlos)- pretendía limpiar la deshonra de ni siquiera clasificar para el mundial de Argentina, dos años antes. Aunque los discursos de ambos lados pretenden desligarse, las líneas que los diferentes relatos van trazando tienden a confluir en el nodo de sus intereses comunes. Porque, organizados apenas con un mes de diferencia, el plebiscito (realizado el 30 de noviembre de 1980) y la Copa de Oro (nombre oficial del Mundialito, que se jugó entre el 30 de diciembre y el 10 de enero del año siguiente) estuvieron ligados de manera inevitable. Con una realización clásica que gana potencia con las declaraciones de sus entrevistados, con buen material de archivo (un Maradona veinteañero se queja de lo mal que lo trataron en Uruguay), y el imán que siempre tiene el fútbol (para quienes gusten de él), Mundialito ofrece mucho. En principio luz, para aclarar 30 años de sombra.
Mundialito, de Sebastián Bednarik, se proyecta todos los días en los cines Monumental Lavalle y Artecinema, y los jueves y viernes a las 20 en la sala Cosmos UBA, Corrientes 2046.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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