Como si se tratara de una ventana dentro de otra, un objeto hipotético mediante el cual sería posible tener un panorama general del paisaje y al mismo tiempo concentrar la atención en un detalle particular, así observa la realidad el documental Indianara. En él, los directores Marcelo Barbosa y Aude Chevalier-Baume retratan a la figura de Indianara Siqueira, una referente del colectivo trans y travesti dentro del movimiento LBGT+ en Río de Janeiro, sin dejar de registrar el complejo panorama político de su país. La película recorre un lapso de tiempo concreto, que abarca más o menos desde la Marcha del Orgullo Gay en noviembre de 2017, hasta poco después del triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de octubre de 2018. Dos hechos políticos que exponen las tensiones no exentas de violencia que atraviesan a la sociedad brasileña. La primera escena tiene lugar en un cementerio popular de tumbas al ras de la tierra y cruces de madera desvencijadas. Ahí, la protagonista y un grupo de compañeras despiden a una amiga cuya muerte, se intuye sin necesidad de que nadie lo aclare, lleva la marca de la violencia. Como retrato de esa comunidad, el comienzo no puede ser más representativo. Las estadísticas indican que Brasil es el país más peligroso del mundo para trans y travestis: 124 personas fueron asesinadas por transfobia solo en 2019. Pero aunque suene terrible, el número es positivo si se lo compara con los del año anterior (163 asesinatos) o 2017 (179). Aun así no se trata de un film en el que sus protagonistas se regodean en la condición de víctimas. Si algo caracteriza a las comunidades trans y travestis es su espíritu alegre (que no significa feliz) e Indianara trata de concentrarse en esa faceta, pero sin perder de vista al paisaje de la ventana más grande.
Indianara es pura potencia. Dirige un hogar de acogida donde recibe a las compañeras más desprotegidas (tarea nada menor en vista de las cifras anteriores) y además se postula como candidata a concejal carioca por el socialismo. Jugando a abrir otras ventanas que completen el retrato, los directores muestran la vida doméstica de la protagonista, que vive feliz con su pareja mientras preparan su casamiento. La película intercala escenas íntimas, y los juegos y fiestas de las chicas de Indianara, con los hitos que jalonaron el calendario político del año. Una protesta contra Michel Temer; el asesinato impune de la concejal Marielle Franco (quien aparece aún viva en la película); las marchas posteriores. Empujada por los acontecimientos, la colorida alegría que Indianara (la película pero también el personaje) trata de sostener se oscurece bajo de la sombra de una realidad que para las protagonistas es más que una amenaza. El desalojo de la casa, días después del triunfo de Bolsonaro, es el golpe de gracia. Pero aferrándose al lado luminoso, los directores eligen terminar su película mostrando que, contra todo, la lucha sigue.
Artículo Publicado Originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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