jueves, 9 de julio de 2020

CINE - "Ficción privada", de Andrés Di Tella: El pase del testigo

“Los padres son reyes en el exilio: alguna vez fueron reyes para nosotros, hasta que dejamos de creer y ellos perdieron el trono. Pero con la muerte vuelven a ser aquellos reyes.” Eso dice Andrés Di Tella al promediar su documental Ficción privada, en el que aborda la historia de amor que unió a sus progenitores. Es posible que ese concepto, que el director le atribuye a Sigmund Freud, no se aplique a todos los padres ni a todos los hijos, pero se ajusta de manera precisa a sus películas. En especial a La televisión y yo (2002), en la que abordó la figura de su papá Torcuato pocos años después de la muerte de Kamala, su mamá india, a quien cinco años más tarde retrató en Fotografías (2007). Con Ficción privada, estrenado durante el último Festival de Mar del Plata, Di Tella completa una virtual trilogía realizada desde su propia condición filial. 

La película comienza con una serie travellings que recorren distintos lugares de Buenos Aires, en los que el director coloca delante del lente unas fotos antiguas que ocupan el primer plano. Dichas imágenes retratan a personas anónimas, desconocidas para el director, quien junto a su hija preadolescente Lola imagina en off historias a partir lo que se ve en ellas. El juego revela su carácter fantasmal: un intento de devolverles a esos personajes el sentido que les arrebataron cuando alguien decidió tirar sus retratos a la basura. La necesidad de hilar un sentido a través de esas imágenes -fijas, pero a la vez en movimiento- resume además la intención del trabajo que realiza quien hace cine, pero también la de quien lo ve. El sentido tranquiliza, reconforta, y esa búsqueda es lo que sostiene a Ficción privada.

Di Tella entrega una clave a partir de la foto de dos autos chocados, cuyas figuras se desdoblan sobre el asfalto húmedo. “Si pienso en mis padres yo acá hablaría del reflejo”, dice. “Torcuato le escribió a Kamala que no sería quién fue si no la hubiera conocido. Yo siento lo mismo con tu mamá”, le revela a Lola, dejando al descubierto el juego de espejos que representan sus películas, ésta en especial. Si en las anteriores Di Tella se embarcaba en la construcción de las figuras paternas, en Ficción privada el recorrido especular se amplía a su hija. Tras las escenas de fotografías ambulantes, Andrés guíara a Lola a través del laberinto de la correspondencia que mantuvieron Torcuato y Kamala en su juventud, antes de ser padres.

Aceptando la posibilidad de una lectura freudiana, para un hijo estas cartas representan algo así como la posibilidad de espiar la habitación del padre, el territorio prohibido. Y es la propia Lola la que nota, frente el contenido íntimo de algunos de los textos, que algo del orden de la intrusión se cifra en ese juego y le pregunta a su padre por qué su abuelo le habrá legado ese particular tesoro familiar. “Es un poco entrometido”, concluye la niña, con razón. “Es raro”, admite el director, que enseguida confiesa que “no sabía qué hacer con ellas”. “Hasta ahora”, agrega, aunque más adelante manifestará algunas dudas. “No sé si está bien lo que estoy haciendo”, dirá.

¿Pero qué es lo que hace Di Tella con las cartas? Las pone en escena a partir de lecturas dramáticas. Para las de sus padres jóvenes convocó a la pareja de actores que integran Denise Groseman y Julián Larquier. Y para las que Torcuato (fallecido en 2016) le escribió al propio cineasta ya grande, eligió la extraordinaria voz de Edgardo Cozarinsky. Las lecturas tienen algo de catártico, al punto de llevar a los actores a identificarse con los autores y a proyectar sus propias experiencias de pareja en el contenido de las cartas. El juego de encontrar sentidos suma así nuevas direcciones y dimensiones, potenciando además el carácter fantasmal del asunto. 

Como quien guarda la ropa de un muerto para no perder la memoria de su olor, parece como si Di Tella quisiera encapsular a los espíritus de sus padres dentro de sus películas, para tenerlos con él para siempre. La presencia de Lola, en cambio, se parece más a un pase de testigo: como hizo Torcuato con las cartas, en Ficción privada es Di Tella, convertido él mismo en padre, quien de algún modo también deja entornada la puerta de su habitación. 

Artíulo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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